Hay momentos en los que a Wanda se le ilumina la cara con una sonrisa y otros en los que no puede evitar romper a llorar.

Las algo más de 500 páginas de 'En la oscuridad de la penumbra', que ha editado en Amazon, explica que comenzó a escribirlas en el burdel en el que trabajaba en Málaga y que fue un cliente, con el que sólo pasó un rato de charla, quien sin conocerla de nada le animó a escribir.

Las sonrisas y las lágrimas de Wanda, el nombre ficticio de una joven brasileña residente en Málaga que quiere dejar atrás un pasado terrible, se corresponden con «la sensación agridulce» que, destaca, le ha dejado el escribir esta biografía, «porque a la vez que echaba todo para afuera, también me alimentaba la esperanza de poder ayudar a otras chicas, pues este libro habla de malos tratos, violencia de género y prostitución».

Por cierto que Wanda quiere acabar con el tópico, ya que sus cinco o seis años de amarga experiencia laboral le animan a decir con firmeza que «el 98 por ciento de las chicas que se dedican a la prostitución tienen detrás una historia dramática y sólo un 2 por ciento lo hacen por vicio o por lujo».

Como cuenta en ‘En la oscuridad de la penumbra’, ella es la menor de seis hermanas, nació en una gran ciudad brasileña y su vida dio un vuelco absoluto cuando, con 12 años, perdió a su madre y al mes, su padre les abandonó a ella y a una de sus hermanas, con quien vivía, porque el resto de hermanas ya estaban casadas.

«Vivimos como animales abandonados, nos tocó deambular en casa ajena, trabajábamos por un plato de comida y un techo, limpiando y cuidando niños», recuerda. Las desgracias no vinieron solas porque empezó a sufrir abuso sexual de familiares.

Agobiada y con problemas económicos, con 20 años decidió cambiar de país y mudarse a España. Como confiesa, «se mezcló la desesperación, la necesidad y la ignorancia, porque si hubiera sabido la situación, jamás hubiera tomado esa decisión». Ella misma admite que, en Brasil, creía que las mujeres que se dedicaban a la prostitución eran «drogadictas y alcohólicas y era la primera que las miraba con desprecio, hasta que lo viví en mis carnes».

Wanda no coqueteó ni con las drogas ni con el alcohol pero, movida por la necesidad, tuvo que ejercer la prostitución. En Bilbao, su primer destino en España, conoció a una compatriota que le animó a mudarse a Málaga. Fue aquí, a los tres meses, donde conoció a su futuro marido, un malagueño con el que se casó y dejó el burdel. «Al principio fue para mí un apoyo, porque me encontraba en una depresión, pero empezó a pegarme, fueron seis años de malos tratos físicos y psicológicos. Tenía una situación tan extrema de ansiedad y angustia que salía a la calle y tenía agorafobia, pánico», admite.

Maltrato embarazada

Al principio, cuenta, ella «agachaba la cabeza» y se limitaba a recibir los golpes, pero después de que le pegara estando embarazada, empezó a defenderse.

Al final, cambió de piso pero el marido se colaba dentro, por la terraza y la sorprendía. En una de estas agresiones, ella se defendió con un objeto que había sobre la mesa y también lo arañó, circunstancias que en el juicio -pues se armó de valor para denunciarlo- sirvieron para que no fuera condenado.

Wanda se divorció, perdió el permiso de residencia y la custodia de su hijo y volvió a la prostitución al no tener qué comer. Ahora, hace años que ha dejado atrás ese mundo, «y estoy luchando con todas mis fuerzas». Trabaja como esteticista, masajista, limpiadora... pero sigue como ilegal, a falta de un contrato que le permita volver a recuperar el permiso de residencia.

Desde el principio tuvo claro el título de su biografía, porque esa ‘penumbra’ a la que se refiere, esa mezcla de luz y oscuridad, hace referencia «a que mi vida ha estado siempre rodeada de oscuridad, de personas malintencionadas y abusivas, pero siempre he tenido la esperanza de una vida mejor, siempre he tenido esa luz acompañándome y nunca he desistido de tener una vida normal y digna».

Wanda se despide con una sonrisa, la que quiere transmitir a todas esas mujeres que siguen atrapadas en la oscuridad de la penumbra. Que les llegue pronto la luz.