La semana pasada nos dimos una vuelta por Ciudad Jardín, para hablar de dos postes decrépitos de electricidad, en la avenida de Jorge Silvela, que corrían el riesgo de deshacerse, y no precisamente en elogios, encima de la cabeza de cualquier viandante o en el patio de algunas de las casas mata, a pocos metros de la precaria instalación.

Ya no sólo se trataba de que, hacía unos seis años, habían sido sustituidos de facto por postes nuevos y por tanto no tenían mucho que hacer en esos andurriales, sino que uno de ellos estaba plantado en mitad de la calzada, a la entrada de la calle Hurtado de Amézaga, un detalle poco querido por los conductores que tenían que sortearlo.

Pues bien, será casualidad o no pero al poco de publicarse la noticia, uno de los vecinos que denunció la situación informó de que los postes en descomposición habían sido ya retirados.

Hay que felicitar a Endesa por esta retirada, aunque sea con muchos años de retraso. Por eso mismo, hacemos una llamada a su receptividad para otro problema en Ciudad Jardín que esta vez colea desde hace unos siete años y que padece un bloque con seis familias en la barriada de Los Arcos, el barrio de casas blancas (y arcos, por descontado) levantado en la primera mitad de los años 50.

Se trata de un bloque de la calle Hermanos Álvarez Quintero que, en la esquina que da a otro colega de la comedia española, la calle Muñoz Seca, exhibe una palabra española muy hermosa pero desgraciadamente, en desuso: una 'batahola'. En este caso una batahola de cables que recuerda las marañas de cables que cuelgan de los postes de cualquier ciudad vietnamita.

Como cuenta Antonio Díaz, un vecino, hacia 2012 Endesa retiró una caja de empalme por cualquier motivo y los cables que estaban protegidos se quedaron al aire. Todavía siguen a la intemperie y eso ha traído consecuencias: en 2017 se produjo una palabra muy malagueña, un 'explotío' que provocó que los de Endesa regresaran a la calle y arreglaran el entuerto... pero de nuevo se les olvidó colocar una caja de empalme para que no se repitiera el susto.

El 'explotío' de 2017, creen los vecinos, se debió a que acababa de llover, y el agua terminó filtrándose y provocando el accidente. Por eso, cada vez que llueve se echan a temblar, pues temen que vuelvan los fuegos artificiales.

Tampoco ayuda que la batahola o barahúnda de cables colonice media jacaranda (o quizás tipuana) a pocos metros de la instalación, del mismo modo que las lianas de la selva.

En resumen, una chapuza y para más inri, olvidada. Por eso apelamos a la buena racha de respuesta de la compañía eléctrica para que, igual que quitó los postes vetustos en cuestión de días, haga algo con el 'cablerío' de la calle Hermanos Álvarez Quintero y acabe con el sofoco de estos vecinos. Ánimo.