Contaba el padre José María Pilón, el famoso sacerdote jesuita experto en Parapsicología, que era uno de las pocas personas que en el bolsillo de la camisa llevaba un documento médico que certificaba que estaba cuerdo.

Lo llevaba encima porque, por su condición de parapsicólogo y también de exorcista, era testigo de hechos que se escapaban a las leyes de la Física o de la lógica, como el que una joven española, con el mismo conocimiento de polaco que usted y que yo, se pusiera hablar de pronto, con enorme fluidez y precisión, en la lengua natal de Juan Pablo II.

Es una pena que ni el padre Pilón ni el doctor Jiménez del Oso se encuentren ya entre nosotros, porque podrían dilucidar, con mucha mayor perspicacia y rapidez, el misterio que rodea a una céntrica calle de La Palma-Palmilla, que de forma temporal aparece en estas crónicas.

Y es céntrica porque no solo se encuentra a la entrada de la avenida de La Palmilla, sino que además hablamos de la calle peatonal sin nombre que separa la Comisaría de Policía de Málaga Norte del Centro de Salud de La Palma-Palmilla.

Pues pese a tener a estos frecuentados vecinos, recibe el mismo trato que si se encontrara en lo alto del vecino Cerro Coronado.

El pasado lunes, el autor de estas líneas volvió a la enigmática calle, un bucólico paseo peatonal que desemboca en un paseo de tierra junto al Guadalmedina. Y lo hizo en la compañía de Francisco García Vigo, presidente de la asociación de vecinos 'Palma-Palmilla. Un nuevo futuro', para constatar que la vía sigue en la inopia pese a que, como asegura el dirigente vecinal, se trata de una calle municipal.

Pero incluso si no lo fuera y se tratara de una calle privada de uso público, no puede estar hecha unos zorros, como lleva desde hace años, con las lantanas de la vecina comisaría cayendo como una catarata e invadiendo el suelo de la vía, o ese alcorque colonizado por matojos, vacío de árboles, que lleva en ese estado desde tiempos arcanos.

En realidad, cada alcorque es una floresta salvaje, una fiesta tropical que denota que un jardinero no se pasa por estos andurriales desde que nuestro presidente en funciones, Pedro Sánchez, cursaba la EGB.

La dejadez también la simboliza un banco público que pasó a mejor vida y que se exhibe descuajaringado.

El dirigente vecinal lamentó que la calle lleve «años» en este estado. Y ese es el misterio, está en un sitio lucido, junto a la entrada principal a una zona muy poblada de Málaga y entre dos importantes equipamientos del distrito.

Pues ni por esas, de ahí que evoquemos al padre Pilón y a Jiménez del Oso y aboguemos porque un enigma tan malaguita sea tratado como se merece en el programa Cuarto Milenio. Queremos una respuesta, aunque sea inquietante.