Su padre era de la Axarquía y su madre, gibraltareña, y Jesús Moreno vino al mundo en 1942 muy cerca del Peñón: en La Línea. Con 11 años cuenta que ya hacía sus primeros pinitos en el diario Área, del Campo de Gibraltar.

Fue en un periódico español del Peñón, El Calpense, donde leyó una oferta de empleo en la que pedían un creativo para una agencia de publicidad de Londres. «Como el inglés lo dominaba, cogí la máquina de escribir y puse todo lo que me dio la gana: que era jefe de publicidad de un diario. Al poco vino un señor desde Inglaterra para entrevistarme en Gibraltar y vio que no era jefe de publicidad, pero me dijo que podía entrar de junior a aprender».

Jesús Moreno tenía 20 años cuando marchó a Londres a trabajar en la agencia de publicidad Schindler and Schindler. Una de las cuentas de la que se hizo cargo, para la que hacía folletos y carteles, era el famoso Museo de Cera de Madame Tussauds.

A comienzos de los 70, la empresa quería expandirse en la Costa del Sol, «y buscaban un perfil de alguien que hablara muy bien inglés, que tuviera sentido comercial y que conociera muy bien la zona, y me lo ofrecieron».

El linense estuvo un año antes buscando localizaciones pero además, tanteando a las autoridades. Por eso, decidió ir a ver al gobernador civil de Málaga, Víctor Arroyo, y plantearle a las bravas el problema principal: la posible censura. «Le dije: mire usted, con lo que vale una figura de cera, si nos censuran ustedes, nos hunden el museo».

A Víctor Arroyo esta sinceridad le gustó y le pidió al joven gaditano que le diera una lista de personajes. «Y yo, como siempre he sido rebelde y con un poco de osadía, puse en la lista a Breznev, a Mao Tse Tung, a Indira Gandhi... y me la aprobaron», ríe.

Eso sí, explica que recibió una llamada de Madrid en la que le criticaron que no hubiera incluido, «ni a Franco ni a los Reyes Católicos». Y tuvo que encargarlos.

Por cierto que como subraya, las figuras se hacían en Londres por los mismos artesanos del Madame Tussauds. «De la mascarilla tomada del personaje en vivo o de su busto modelado en barro se construye un molde de escayola donde se vierte la cera líquida. Luego viene la capa que imita la piel y la inserción de ojos ortopédicos y dentadura, según los casos. El pelo, cejas y pestañas se insertan uno a uno», detalla.

Por fin, con la presencia del ministro Pío Cabanillas, en abril de 1972 abrió sus puertas el llamado Museo de Cera de Londres, en la Carretera de Cádiz, número 25 de Torremolinos, en los terrenos de un antiguo cuartel de la Guardia Civil, con una extensión de más de mil metros cuadrados, en propiedad.

Las figuras llegaron por barco, en contenedores, al Puerto de Málaga, «y también todo lo demás: vestimenta, accesorios, espadas...». Un equipo británico se encargó de instalarlas.

Allí había figuras y escenas históricas como las de Colón con los Reyes Católicos; Felipe II con Isabel de Inglaterra, «sentados en el trono y dándose la espalda uno al otro, en una plataforma giratoria, con la Armada Invencible de fondo»; Hernán Cortés recibido por Moctzuma; la reproducción de un cuadro de Goya; y por supuesto, Francisco Franco, acompañado por los entonces Príncipes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, con sus hijos.

En otra escena, presidida por una gran bola del mundo que daba vueltas, había líderes como Willy Brandt, Breznev, Mao, Indira Gandhi o Nixon.

Jesús Moreno destaca la plaza de toros con Manuel Díaz 'El Cordobés', no sólo por el personaje, sino porque la escena incluía un auténtico capote de paseo de Manolete, que el torero nunca recogió de una sastrería madrileña y que consiguió Jesús Moreno.

Otra de las estrellas era la Sala del Terror. «Estaba muy lograda con sus ruidos, rejas, colgados, presos y ratas disecadas que se movían».

Como anécdota, la escena de Velázquez con la maja desnuda, que la censura franquista pidió que se viera algo velada para no mostrar bien las desnudeces.

Y desde el principio estuvo Pablo Ruiz Picasso, porque como destaca el antiguo director, pese a las simpatías comunistas del pintor, a la dictadura le convenía mostrar una imagen aperturista. «Aunque fuera rojo, estaban encantados», sonríe.

El éxito y el Ché

El Museo de Cera de Londres de Torremolinos fue un acierto, también económico, y si los extranjeros lo visitaron, los malagueños fueron legión.

«El tren de cercanías tenía una bocana y los sábados y domingos eran bandadas de familias malagueñas las que acudían a ver el museo», recuerda. Además, por su emplazamiento, estaba en una especie de «Gran Vía de Madrid y a mayor número de transeuntes, mayor oportunidad de que entraran».

Como recordarán muchos malagueños, el museo también se popularizó por una importante campaña publicitaria, «porque cada año se traía una figura nueva o dos y se le daba mucha parafernalia en la radio y en la prensa», cuenta Jesús Moreno, que destaca que la campaña más intensa fue la de la réplica del Ché Guevara. «Se pusieron 120 vallas publicitarias en Torremolinos, Fuengirola, Marbella y Málaga capital, con la frase 'El Ché viene a Málaga'».

La llegada del Ché y todo ese despliegue, por cierto, coincidió con la anunciada llegada de Blas Piñar, el líder de Fuerza Nueva, a Málaga, para dar un mitin.

«Se armó un follón enorme, hubo amenazas y trataron de romper la figura, así que tuve que neutralizar eso y al día siguiente me fui a Málaga, a la sede de Fuerza Nueva», recuerda. Allí, Jesús Moreno consiguió que las aguas se calmaran.

Dalí, Neil Armstrong, Walt Disney, Humphrey Bogart, Elizabeth Taylor... Al final de su andadura, a mediados de los años 80, el museo casi llegaba a las 90 figuras.

En cuanto a su calidad, cuenta que en el libro de firmas de los visitantes «las opiniones de la gente eran muy positivas y si algo no estaba bien, lo decían con benevolencia: por ejemplo que el Richard Burton real era más guapo».

Aunque cerró sus puertas a mediados de los 80 el antiguo director, que también era el presidente del consejo de administración Museo de Cera de Londres S.A. , subraya que el museo siempre dio beneficios. «El negocio iba bien, fue un negociazo».

Sin embargo, a los propietarios, por entonces en su mayoría canadienses, les vino mucho mejor vender los más de mil metros cuadrados de terreno y sacar un óptimo beneficio.

El destino de las figuras

¿Y qué pasó con las figuras? Se las dejaron todas a Jesús Moreno, que las vendió por 40.000 pesetas para que montaran un pequeño museo en las cuevas del Peñón de Gibraltar. Allí, la humedad les afectó y a finales de los 80, después de que el linense las limpiara, terminaron en una ciudad alemana, donde les perdió el rastro.

Jesús Moreno, un hombre cordial y emprendedor, sonríe cada vez que recuerda su sueño hecho realidad en el inolvidable Museo de Cera de Torremolinos.