La palabra 'deseo', lejos de tener su raíz en el cine de Almodóvar, proviene del latín 'desiderium' y esta palabra a su vez de algo tan hermoso como 'de-sidero', es decir, 'de las estrellas'.

Desear algo es querer alcanzar las estrellas y no siempre vamos a ir estrellados por la vida. En ocasiones, las constelaciones nos conceden lo que pedimos. Por eso, mientras sigue adelante el gilesco proyecto del rascacielos portuario, símbolo del catarío (y cateterío) pudiente, los cielos han querido darnos un respiro y han propiciado la demolición del edificio de los cines Astoria y Victoria.

Cierto es que durante décadas alojó muchos sueños en forma de películas inolvidables, pero el contenedor en sí del Séptimo Arte -el edificio- era uno de estos edificios anodinos cuyo emplazamiento, en este caso en un lateral de la plaza de la Merced, siempre supuso una merma para todo este espacio del XIX.

Su visión causaba dolores del alma a muchos malagueños y al igual que el edificio del Málaga Palacio o el bloque ilegal de la falda de Gibralfaro, servía de ejemplo para el urbanismo perpetrado en el pasado. Si a eso añadimos la sinrazón de la Diócesis, que decidió vender la iglesia de la Merced, en lugar de reconstruirla, para levantar otro edificio descorazonador junto a la Casa Natal de Picasso, comprenderán la alegría ante la desaparición de uno de estos dos dolores visuales de la plaza.

La alegría es doble porque este edificio-morcón, que en los últimos años se había convertido en un palomar abandonado, nos privaba de unas vistas únicas.

Los expertos en Urbanismo, que de vez en cuando se ponen metafóricos y abandonan su jerga oscura y muchas veces pedante, llaman a cosas como esta 'esponjar'. El esponjamiento es liberar zonas demasiado llenas de cosas, y pocos malagueños hay que no concluyan que aquí se ha producido una verdadera 'liberación'.

La aparición de la Alcazaba en el horizonte también lo ha sido, y se está forjando un movimiento en la ciudad que apunta a dejar la plaza sin uno de sus lados, para que podamos seguir disfrutando de esta esponja que ha absorbido un edificio prescindible.

Es un deseo que mira a las estrellas. Pero a ras de suelo nuestros políticos echan mano de la máquina calculadora y no les salen las cuentas. Tantos millones ha costado la parcela, que dejarla exenta no entra ni en sus molleras ni en sus cálculos.

De llevarse a cabo este deseo, la plaza de la Merced pasaría a ser otra cosa, más bien una explanada. Por eso, debemos ser más prácticos, cruzar los dedos y formular un deseo con la vista puesta en Orión: que lo que surja tras el Astoria-Victoria no sea otro truño arquitectónico, otro dolor del alma para los malagueños.Que sea un edificio hermoso, original y todo lo que ustedes quieran pero que al día siguiente de su inauguración no haya ya mil malagueños deseando que muerda el polvo.