La provincia de Málaga cuenta con entre 4.000 y 5.000 cotorras argentinas, catalogadas como especie invasora que puede generar toda una gama de problemas en los medios de acogida y sobre la que los ayuntamientos se muestran reticentes a actuar. Antonio Román, profesor del Departamento de Biología Animal de la Universidad de Málaga (UMA), experto muy reconocido en relación a las especies invasoras (imparte la novedosa asignatura de Invasiones Biológicas en el Máster de Diversidad Biológica y Medio Ambiente), insta a los municipios malagueños a actuar ya, rápido y, una vez tomada la decisión, ejecutarla con prontitud, porque si no los efectos perniciosos para el medio pueden ser importantes.

«Hay que hacer algo, lo que no se puede es no hacer nada», indica Román, quien, junto a otros investigadores y docentes de su departamento, ha participado en hasta cinco estudios al respecto. De hecho, en uno de los trabajos, el primero de ellos, fechado en el 94, cuando era estudiante de biología, ya alertaba de potenciales efectos perniciosos derivados de la presencia de la cotorra argentina en la provincia. «A pesar de lo vistoso y exótico de su presencia, se debería considerar que su procedencia de ecosistemas poco estructurados le proporciona gran capacidad de colonización», decía en este trabajo, y llamaba a tratar de controlar la población.

¿Qué problema crean estos loros? Bueno, la casuística es amplia y está muy relacionada con su sorprendente capacidad para adaptarse al medio, su inteligencia y su modo de vida. Viven en entornos altamente humanizados, pero sus efectos potenciales serán devastadores en municipios que dependen directamente, o de forma muy importante, de la agricultura. El primero de los problemas es el ruido que hacen al graznar, un sonido molesto para los vecinos. Por otro lado, pueden transmitir la sitacosis, «es una enfermedad que transmiten los loros, la puedes pasar como una neumonía normal, pero puede tener consecuencias más negativas». Además, nidifican en los árboles (son el único loro que lo hace, el resto anida en agujeros) y hacen sus nidos con ramas y pequeños trozo de madera que van reuniendo, por lo que pueden llegar a pesar varias decenas de kilos; también anidan en torretas de iluminación (se ha dado el caso en Carranque), «y esto ya supone una molestia, porque en verano esto alcanza temperaturas muy grandes y, si no retiras esos nidos, corren el peligro de arder», lo que es un peligro para los residentes y un coste económico al tener que retirarlos. De hecho, este es el principal problema en Estados Unidos con estas aves (caen las torretas derribadas por el viento debido al peso de los nidos, y hay cortocircuitos en las subestaciones, algo que aún no sucede en España, «pero es probable que ocurra», dice Román). Por cierto, los efectos sobre otras especies no están científicamente demostrados.

Pero hay más: estas aves provienen de Argentina, Paraguay, Uruguay y el Sur de Brasil, «allí se las considera especie plaga y se matan decenas de miles de ejemplares todos los años. En los cultivos de girasol, los daños superan el 25%, en los manzanos, igual; se las mata de manera masiva. Hay también daños en trigo, soja y en muchos tipos de frutales». Ya en su trabajo del 94 advertía este experto de que estos loros causaban «perjuicios muy graves en sus zonas de origen». ¿Qué sucede? Que hasta ahora, al menos en España, viven fundamentalmente en ciudades, pero este experto y sus compañeros ya han encontrado colonias en Antequera, el Valle del Guadalhorce y en la Axarquía, en el valle del Río Vélez. «En Málaga está principalmente en todo el litoral, y hay núcleos que están creciendo y hay que prestarles mucha atención: en el Valle del Guadalhorce, en el valle del Río Vélez y un núcleo incipiente en Antequera, en torno a 30 ejemplares. Ahora sería muy fácil actuar sobre ellos y, si no se hace nada, pues se van a convertir en un periodo de tiempo corto en varios cientos y en un entorno agrícola como el que tienen, la especie es de esperar que acabe ocasionando daños». Se refiere Román a la rica y fértil Vega de Antequera o a los daños potenciales en mangos y aguacates de la Axarquía.

El biólogo señala que son una especie invasora, incluida en el catálogo, y el real decreto que alumbró esa lista prevé su erradicación. En la provincia, el crecimiento ha sido exponencial, desde un ejemplar avistado en 1978, pasando por el centenar de 1994, las más de 600 de 2002, las 2.200 aproximadas que había en 2015 y las entre 4.000 y 5.000 de 2019. En 2020, cree Román, habrá que hacer otro censo. «La curva es exponencial». Desde Maro a Manilva, todos los municipios las tienen.

La capacidad de adaptación al entorno es impresionante. ¿Por qué? Primero, porque fueron capturadas en su hábitat salvaje. Según un reciente estudio, entre 1986 y 2006 entraron en el país más de 200.000 ejemplares, aunque hay registros anteriores. Llegó a ser el loro más barato de las pajarerías, pero muchos compradores no soportaron el ruido y las soltaron. Málaga es ideal para ellas (aunque hay en toda España, fundamentalmente en todo el Mediterráneo y núcleos importantes en el interior como Madrid, que tiene 12.000) por la similitud climática que hay con su zona de origen. «Pero además la especie viene con una mochila llena de herramientas para adaptarse al lugar al que llegue», dice, y pone como ejemplo la existencia de estos loros en el Reino Unido, Bruselas, Israel o Turquía. «Es la única especie de loro del mundo que construye sus propios nidos; llega y con el pico se corta ramitas y se construye su casa, el resto de loros anidan en huecos, de forma que no tiene que competir con nadie para nidificar», subraya, y árboles hay en todos los sitios. Es, además, una especie colonial, vive en grupos, lo que le aporta ventajas; asimismo, «su espectro alimenticio es muy amplio, es vegetariana pero come prácticamente de todo, desde brotes, tallos, frutos a césped, además de poner consumir alimentos para palomas como pan o arroz».

Aparte de ello, tiene una capacidad reproductiva muy elevada, «puede reproducirse más de una vez al año, y no tiene depredadores, porque, por el momento, el 100% de la población vive en entornos urbanos». Todos ello unido hace que la población crezca exponencialmente. Román cree una buena noticia que Madrid haya decidido actuar contra las 12.000 cotorras argentinas con las que cuenta, aunque le hubiera gustado que la respuesta hubiera venido primero de Málaga y sus ayuntamientos, porque en sólo un lustro «posiblemente estemos en las 12.000 que tiene Madrid. Entonces será mucho más difícil y caro actuar», declara. Su trabajo también consiste en crear modelos de predicción para ver cómo crecerá esta especie y, hasta ahora, ha clavado sus vaticinios una vez tras otra.