Pocas ciudades cuentan con símbolos de ineficacia colectiva tan potentes como Málaga, pues tiene dos catedrales inconclusas, la primera de ellas, la gótica, de la que solo nos queda la portada de la iglesia del Sagrario y la segunda, la que a estas alturas de 2019 ni siquiera tiene un humilde tejado, pese a que comenzó a levantarse en tiempos del emperador Carlos V.

Uno de los hacedores del segundo intento catedralicio fue el famoso maestro burgalés Diego de Siloé, a quien la ciudad le dedicó una bonita calle a los pies de los jardines del director y compositor Manuel del Campo, en El Ejido.

En nuestros días, el único problema de la calle Diego de Siloé es que las aceras no cumplen su función y en concreto, la más pegada a los jardines del Ejido, porque tiene el papel 'anfibio' de acoger con generosidad todos los coches posibles, como si de una ONG de Tráfico se tratara.

Cualquier tipo de transporte es bienvenido en la acera de la calle Diego de Siloé. Por allí trepan con ahínco y rapidez y son capaces de permanecer horas dificultando el paso de los peatones hasta que finalizan las clases, pues como puede comprobarse, entre semana la mayoría de los conductores 'sherpas' son estudiantes que, una vez dejan el vehículo como quieren, suben hacia el Ejido, y a otra cosa.

Pero el problema continúa los fines de semana, porque la calle se convierte en albergue de coches de quienes quieren bajar al Centro.

El pasado martes el autor de estas líneas pudo comprobar el problema junto a un vecino que lleva meses denunciando la situación... en vano. Este vecino muestra su impotencia porque, después de haberse dejado el dedo en llamadas al 010 durante meses, junto al aparcamiento en línea o en batería, aparcar sobre la acera se ha convertido en una modalidad más en este rincón de Málaga.

En su caso, el vecino tiene que llevar con frecuencia a su padre en silla de ruedas al centro de salud de la Victoria, en la cercana calle Chaves, y le supone una molestia muy grande. Lo mismo le ocurre a las personas que salen de la iglesia del Buen Pastor: o cambian de acera o no tienen nada que hacer.

Y claro, cuando de subir el coche a la acera se trata, los conductores procuran ocupar el mínimo espacio de la calzada, para evitar los rachones, de ahí que la ocupación de la acera sea la máxima posible. Hizo la prueba esta sección con el vecino, y había que avanzar por ella con mucha dificultad. Personas con carrito absténgase o se quedarán atascadas.

Como resultado la acera ya tiene algunos descosidos en forma de losetas machacadas, lo que supone otro riesgo en los momentos en los que está libre de vehículos.

¿Exceso de generosidad municipal?, la consecuencia es la barra libre para conductores sin modales.