Tres meses después de las primeras elecciones generales, en septiembre de 1977, el alcalde Luis Merino inauguraba los Jardines de Picasso, con los que la ciudad ganaba unos 15.000 metros cuadrados de fastuosa zona verde original de la desaparecida fábrica textil de La Aurora, luego Bodegas Larios.

Los Jardines de la Aurora se convirtieron, simbólicamente, en los jardines de la Transición, por eso llevaron el nombre del pintor malagueño, recuperado con todos los honores en esos años, lo que no quita que en décadas anteriores, en especial en los 60, la ciudad lo reivindicara, y ahí queda la placa con su nombre en la plaza de San Francisco, sin olvidar, claro, la gran labor de don Juan Temboury.

Sin duda, el símbolo de los jardines fue la escultura de Miguel Ortiz Berrocal, un homenaje a Picasso realizado en Italia, de nombre artístico 'Siéxtasis', y en cuya inauguración, un mes después de la apertura oficial de los jardines estuvo Paloma, la hija del pintor.

'Siéxtasis' fue un éxito de crítica y seguro que le habría encantado al autor del Guernica, porque su espíritu rebelde y rompedor está en esas formas escultóricas que evocan muchas de sus obras, aunque malagueños de la época hubiera, poco receptivos al arte contemporáneo, que lo comparaban con un gran plato de espagueti, no sabemos si al dente.

El deseo de Berrocal, por cierto, era que los niños jugaran en el monumento, treparan por él y exploraran sus recovecos, a modo de abstracto parque infantil.

El deseo se cumplió en parte, porque malagueños más creciditos, no tan niños, pero invadidos de ese infantilismo que se esconde en todo vándalo, hicieron de su capa un sayo y de la escultura su campo de prácticas.

En este mes picassiano por excelencia que estamos a punto de despedir, pocos días después del cumpleaños del pintor, esta sección o lo que es lo mismo, el firmante, se dio una vuelta por la zona, como en años anteriores, para comprobar cómo sigue el grupo escultórico, y la verdad es que vivió tiempos mejores.

Cierto que en otros momentos las pasó canutas, y tuvo una fase en la que estaba atiborrado de pintadas realizadas algo así como con tipex blanco. En nuestros días, persisten algunas pintadas pero sobre todo, la escultura tiene roña para parar un tren sin necesidad de los CDR.

Da la impresión de que está emborrizada, y es normal por el sitio donde se encuentra, de ahí que sus 'bajuras' luzcan blanquecinas. Pero es que son muchos los goterones que luce y que chorrean por toda la escultura. Algunos de ellos son de color blanco y parecen salpicaduras de lluvia intensa pero otros goterones son de color verde clarito. ¿La savia de los ficus o la mala baba de los vándalos? Lo mismo da.

En el octubre de Picasso, la gran obra de Berrocal necesita una mejora seria para volver a lucir reluciente. Como en tiempos de la Transición.