Quizás alguno no lo sepa, pero el 10 de noviembre hay elecciones generales. Otras. Y van unas cuantas en apenas unos años. Al final, la incapacidad de nuestros políticos para llegar a un acuerdo, pensando en el país más que en sí mismos y en sus encuestas, la arreglan siempre los ciudadanos. El caso es que esa pelea sempiterna entre las diferentes opciones (y eso que algunos venían a regenerar, ¿verdad?) se coló el pasado jueves en el pleno del mes de octubre. Y, claro, también impregnó la semántica de los días previos a la sesión, de forma que, si el patio ya anda revuelto, y bastante, por el presunto caso de sobornos del tipo que ocupaba la dirección económico-financiera de Promálaga, el tono electoral de algunos de nuestros concejales ha hecho que suba el pan y parezca que estamos, otra vez, en posición de firmes. Es una sensación parecida a la de exhumar a Franco todos los días. Lo digo por el vértigo. Todas las jornadas son trascendentes, claro, porque aunque no lo parezca nos jugamos mucho ahora con estos comicios, pero arriba parece que se han olvidado de eso. Hay retos a los que responder: Cataluña, por ejemplo, y la insurrección política de sus élites independentistas, la crisis que asoma la patita y que va a hundir más a los de siempre, es decir, a nosotros, los de a pie, y otros asuntos de calado. Pero he aquí que la epilepsia electoral ha entrado de lleno en el Ayuntamiento. En el pleno, por ejemplo, nos desayunamos (y eso que empezó a las diez, una hora más tarde de lo habitual), con dos mociones, una del PP y otra de Cs, mostrando un apoyo inquebrantable a la actuación de nuestros policías en Cataluña y, de paso, a sus reivindicaciones de equiparación salarial con los cuerpos autonómicos. Sacó el pie del tiesto Adelante Málaga, que pidió una solución dialogada del conflicto, aunque subrayó su oposición a que Cataluña se independice. No le falta razón a Nico Sguiglia en esto, al final se arreglará hablando o no se arreglará. Lo que pasa es que, antes de hablar con ellos, igual deberían dejar de quemar contenedores. Salvi Trujillo, edil socialista, hizo una encendida defensa del papel del Gobierno de Pedro Sánchez y luego atacó a los independentistas catalanes. También sacaron pecho los populares y los naranjas, adalides del 155. Y el alcalde, Francisco de la Torre, dio dos pinceladas: «Algún día hablaremos de las deslealtades en la Transición»; y también aludió a la política educativa de la Generalidad (me da la risa usar este eufemismo para referirme a la manipulación ideológica de infantes, pero bueno).

Después de Cataluña, se habló, cómo no, del caso mordidas, o 10%, como dice Dani Pérez, que estos días se ha dedicado a poner cardiaco a los del PP y Cs, es decir, a los ediles del equipo de gobierno, aludiendo a una llamada que hizo a Juan Cassá, portavoz de Cs el pasado mandato, sobre la posibilidad de que este votara con la oposición la creación de una comisión de investigación para aclarar desde cuándo hay supuesto trinque en Promálaga. Recordamos que la instrucción judicial se centra en el periodo que va de 2015 a septiembre de 2019, cuando se despidió al exdirector económico financiero. Pero como defendieron con buen criterio Zorrilla (Eduardo, portavoz de Adelante Málaga y Pérez), este tipo firmó proyectos antes. El problema aquí, como siempre, es que las explicaciones han sido rápidas pero ineficaces, porque el equipo de gobierno se ampara en la investigación judicial: que investigue la juez, que para eso está, y no interfiramos en su labor, vienen a decir. La edil de Turismo y de Promálaga, Rosa Sánchez, no tuvo una feliz intervención en el pleno, aunque más que lo que dijo fue el tono timorato que empleó. Tampoco contestó Francis Salas, el gerente de Promálaga, a lo que debía, escudándose, suponemos, en los consejos legales de su abogado. Aunque es cierto que en la rueda de prensa del miércoles soltó una perla: vino a decir que vaya dos años ha pasado fingiendo normalidad con el investigado, algo que le pidió la policía. Este hombre tiene razón. El papelón que ha jugado, o que le han obligado a jugar, ha sido de órdago. Y lo ha resuelto, por lo menos, con elegancia. Otra cosa es lo que ha dicho, porque aquí todos tienen sospechas. Los ojos de los ediles de la oposición adivinan otras siluetas en el horizonte, ven mayores profundidades de las que en un principio se adivinan en un caso que Salas circunscribe a la actuación de una persona y el PSOE y Adelante Málaga unen con otras cosas. Daniel Pérez, por ejemplo, soltó el nombre del caso maldito, Gürtel, lo que le afeó la portavoz del PP, Elisa Pérez de Siles, que negó cualquier trama de corrupción en el Consistorio.

Preocupación

El caso es que Pérez logró su propósito: todo el mundo andaba preocupado por lo que fuera a hacer Cassá, que ya impulsó tres comisiones de investigación el pasado mandato, como destacó la ahora portavoz naranja, Noelia Losada. Ambos hablaron, pero el asturiano-malagueño dijo que ahora no toca. Igual, más adelante sí que toca y entonces el tsunami será de órdago, porque a nadie se le escapa que Cassá ha hecho un monumental ejercicio de lealtad tragando con lo que tuvo que tragar en las municipales y, aún así, sigue en su sitio, esto es, en la Diputación. Los cantos a que Cs se sumara a la oposición fueron continuos desde la bancada de la izquierda. ¿Qué hará en el futuro? No sabemos, pero lo que pase con Francisco Pomares, imputado en Villas del Arenal y concejal sin área, será decisivo. A los socialistas, intuimos, no les gustará una moción de censura en el segundo tramo del mandato (con que Cassá haga como Churchill y camine hacia la bancada contraria, está hecho). Es más, casi seguro que no se sumarían a ella. Pero antes, pongamos, de que acabe 2020, igual sí que les mola. En esto, la política es como el teatro, se ve el escenario pero entre bambalinas pasan muchas cosas.

La ola de la temperatura electoral tomó cuerpo en el Ayuntamiento este jueves, porque los socialistas, por ejemplo, quisieron que saliera a relucir el nombre de Mario Cortés, ex vicepresidente de Promálaga y ahora candidato al Congreso de los Diputados. De hecho, Pérez apuntó a él, y nos referimos a su gestión del asunto exclusivamente, en varias ocasiones y con ganas, aunque uno piensa que poco más pudo hacer Cortés, lo mismo que Salas. Lo que sí se puede hacer es explicar lo sucedido (bastante mejor) e investigar, porque la táctica del avestruz, a la larga, sale muy cara. Si no que se lo digan al edil sin área.

Gatos y tigres

Daniel Pérez, amigo de los refranes, ha dicho esta semana que los socialistas no traen mociones, sino emociones, y a fe que eso fue lo ocurrido en el Salón de Plenos. Y, de paso, Nico Sguiglia comparó al alcalde con un gato y un tigre según gobierne en Moncloa el PSOE o el PP. Con ello se refería a la moción made in De la Torre en la que este le ponía deberes, 21 proyectos en concreto, al nuevo Ejecutivo central. Era un tigre, vino a decir el concejal de Adelante Málaga, si gobernaba el PSOE y un gatito si es el PP el que ocupa la Moncloa. Tachó la moción de electoralista. Los socialistas hicieron lo propio y ofrecieron su apoyo a cambio de quitar algunas de sus ideas de la lista de la compra, pero De la Torre flexibilizó sólo un punto de los cuatro exigidos y, al final, Mariano Ruiz Araújo, edil del PSOE, prefirió no sumarse a la petición al Gobierno, que salió adelante con los votos de PP y Cs. Araújo, por cierto, se ha convertido en un buen ariete socialista. Tiene rapidez mental y mala leche en el ataque.

A ver si declaran Bien de Interés Cultural (BIC) la Farola, que falta nos hace que alguien nos ilumine.