Aunque nos pese, hay tres aspectos en los que los malagueños solemos estar muy lejos de los puestos de cabeza: a la hora de medir la calidad de nuestro fútbol, de nuestra Universidad y los metros cuadrados de zonas verdes por habitante.

En este último punto, el de los parques, glorietas y jardines con algo de verde que llevarse a la vista, hay que recordar la moción de marzo de Málaga para la Gente, que recordaba que, mientras la LOUA marca un mínimo de 10 metros cuadrados, lo mismo que la Organización Mundial de la Salud y la UE recomienda 15, en nuestra ciudad no llegamos a 7,7 metros cuadrados de zonas verdes por habitante.

Por otra parte, sería injusto no recordar que la media estaba todavía más por los suelos antes de la llegada hace 19 años de Paco de la Torre.

Lo que resulta absolutamente inexplicable desde el punto de vista de la ecología, no así desde el de los negocios, es el achicamiento del futuro Parque de Repsol, que desde el PGOU de 1983 a la actualidad ha visto cómo le han crecido, en lugar de chorisias, jacarandas o pinos, que sería lo deseable, rascacielos y zonas comerciales.

A la espera del Campamento Benítez, las esperanzas están puestas en zonas menos expuestas a los depredadores con corbata como el gran parque fluvial que reclaman los vecinos de Campanillas -entre el río Campanillas y el entorno del Cortijo Jurado-. A su favor tienen que, al tratarse de una zona inundable, y vista la amarga experiencia con las construcciones pegadas al Guadalhorce, no hay gran riesgo de que el parque mengüe de espacio como le ha pasado al de Repsol.

De cualquier forma, y visto el desquiciante urbanismo malaguita, tan afín al de Atenas, habría que ir aspirando a metas más modestas pero ejemplares. Un caso paradigmático es el del barrio de Cortijo Alto, pese a tratarse de una pequeña isla urbana entre raudas carreteras.

Cierto que en esta parte de Málaga, una vez más, nuestros próceres se mostraron bastante espartanos con las zonas verdes y sólo dejaron en la parte norte, como migaja, una pequeña pastilla vecina de las avenidas de Andalucía y Blas Infante.

Para compensar la racanería, buena parte de las calles de Cortijo Alto son peatonales y en realidad, consisten en un largo pasillo peatonal sin coches, escoltado por árboles y plantas, con el atractivo además de que sus calles llevan por nombre autores y personajes de la literatura universal, de los que superan los vaivenes políticos de los callejeros. Estamos hablando de Daniel Defoe (y cerca, su criatura más famosa, Robinson Crusoe); de Eugenio Oneguin y de Nicolás Maquiavelo.

Y también está la calle Sherlock Holmes, un pasillo verde que habría encantado al genio de Baker Street, por la capacidad que tiene este discreto milagro de la Naturaleza de hacernos olvidar el estrés diario. Verde en pequeñas dosis, la solución mientras llegan las dosis de caballo...