Antonio Banderas, el actor internacional malagueño, disertó sobre liderazgo, cuya tradicional visión por parte de la sociedad cuestionó, para llegar a la conclusión, tras una dilatadísima y exitosa trayectoria en cine y teatro, de que un empresario no se siente rico por la cantidad de dinero o beneficios que le proporciona su sociedad mercantil, sino por el número de familias, de personas, a las que ofrece una «vida digna». También, cómo no, tuvo palabras para esta ciudad y, al igual que ha hecho en numerosas apariciones públicas en diferentes foros, volvió a destacar la enorme transformación cultural, económica, urbanística y financiera que ha experimentado la Costa del Sol a lo largo de las dos últimas décadas, una urbe que se piensa desde hace años a sí misma «en grande» y que ha pasado de las palabras y las reflexiones, de la teoría, a la práctica, a los hechos.

En una intervención que trufó de anécdotas personales, como el cansancio acumulado por su presencia continua en festivales de todo el mundo para promocionar 'El poder y la gloria', el filme de Pedro Almodóvar que él protagoniza y que tantas satisfacciones le ha dado, su apuesta personal por el teatro del Soho CaixaBank, y los ensayos del musical que estrenará próximamente, 'A Chorus Line', o sus inicios en el mundo del cine, allá por los años ochenta.

Dijo que, tras hablar con varios empresarios malagueños, a los que vio glosar hasta la emoción cómo hablaban de su éxito en términos de empleo generado y personas que hacen progresar sus empresas, sabe que «un líder moderno no es quien trata de imponer un criterio, una ideología, no es alguien con carisma, no es un héroe o un iluminado que lucha contra molinos de viento, es un ser con la capacidad, simple y compleja a la vez, para hacer que aquellos que le rodean saquen lo mejor de sí mismos», el talento personal, básico para tantas y tantas organizaciones empresariales o civiles que tratan de luchar contra un entorno no siempre fácil.

El actor puso puesto el ejemplo de Málaga, «una ciudad que se piensa a sí misma en grande» desde hace mucho tiempo y que ahora ha pasado de las palabras a la acción, protagonizando una metamorfosis urbana que suena en todo el país. Él mismo es empresario e ironizó sobre los riesgos financieros que ello conlleva (por ejemplo, con su apuesta por un teatro en la ciudad que lo vio nacer), aunque hay valores más importantes que eso, tal vez perseguir el sueño que tuvo en su juventud, algo que también ocurre con los empresarios.

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La élite del empresariado español, en el Palacio de Congresos

Amor a Cervantes

La charla de Banderas, de en torno a media hora, tuvo alta dosis de ironía y muchas referencias cervantinas. No en vano, el intérprete es un declarado admirador de Miguel de Cervantes y su obra inmortal. También citó a Calderón de la Barca, por aquello de «los sueños, sueños son» y entró en un terreno casi personal al definirse como un optimista patológico, para reflexionar luego sobre que la figura de un líder «puede resultar contradictoria». Advirtió, eso sí, contra los líderes que llevaron a miles de personas al desastre y a la tragedia, muchos de ellos «amados». «¿Cómo diferenciar entre líderes buenos y malos?», se preguntó, para confesar luego que la prudencia no está entre sus virtudes. Él, dijo, persiguió su sueño, pero ahí también halló la soledad y atravesó momentos agridulces. «Tras cada líder se esconde un soñador», declaró.