Más de 1.400 directivos de alto nivel se dieron cita en la mañana de este jueves en la XVIII edición del Congreso de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE), que se celebró en el Palacio de Ferias de la capital malagueña. Figuras de primer nivel del empresariado y la intelectualidad española participaron en un encuentro de gran importancia para analizar los retos globales a los que se enfrentan las empresas. Entre ellos, se analizaron temas como el auge de los populismos, la incidencia de la digitalización, las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos, el brexit, el desarrollo sostenible y el cambio climático y, cómo no, las elecciones generales del 10 de noviembre y el clima de inestabilidad institucional en el que vive instalado el país desde hace algunos años. El presidente de la patronal española, Antonio Garamendi, de hecho, pidió un Gobierno «estable» y que, tras los comicios, los líderes de los partidos hablen de las cosas que «nos unen y no de las que nos separan».

Una idea, de cualquier forma, sobrevoló todas las intervenciones: más importante que la cuenta de resultados y los beneficios de los accionistas, son los valores sociales, la cohesión, la lucha contra la desigualdad y la interacción e imbricación de las corporaciones empresariales para con el territorio que las acoge. Lo que antes de llamarse responsabilidad social corporativa era el humanismo empresarial, evitar esa ausencia de valores que en 1929 y en 2008 llevó al borde del abismo a muchas familias y al mismo capitalismo, que se enfrenta también a todos esos retos y que necesita volver a su forma más humana para poder seguir siendo el paradigma preponderante.

Así lo expresó, por ejemplo, Javier Solana, presidente de ESADEgeo-Center for Global Economy and Geopolitics, que estuvo acompañado en su charla por Shlomo Ben-Ami, vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para La Paz. Ambos dialogaron con el periodista y economista Juan María Hernández. «Hemos de formar un triángulo entre la globalización, la digitalización y los valores; si ese triángulo no lo haces hermoso, vamos a tener problemas muy serios. Hemos de incorporar el concepto de valores, sin valores el proceso va sin rumbo», dijo Solana. Hablaba el exministro de geopolítica, pero también de gobernanza empresarial. «La UE tiene la obligación de imponer el concepto de valores», reseñó.

Antes, destacó que los bienes públicos globales como el cambio climático, la paz, la seguridad y la estabilidad financiera han de ser gestionados por instituciones globales, como tras el crack de septiembre de 2008, cuando se usó el G-20 para gestionar la caída y dar una respuesta única a la crisis de deuda. La globalización, para él, es positiva y va a seguir en la agenda, pero es su velocidad la que genera sus dudas, «porque Estados Unidos no quiere globalización» (ahora). Además, criticó a Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y su guerra comercial con China, de la que dijo que su evolución «no va a seguir hacia la democracia, sino hacia el capitalismo». La clave es luchar contra la desigualdad en nuestras sociedades.

Ben-Ami, por su parte, indicó que la democracia y el capitalismo llevan en su código genético la inestabilidad y habrá un cambio después de Trump, «y las economías grandes deben buscar otro camino, Estados Unidos lleva el camino más negativo posible», en referencia a su cada vez más notoria ausencia de los acuerdos comerciales internacionales. «Que Estados Unidos se retire lo que hace es que el espacio lo ocupe China, que no puede existir ya sin la globalización», dijo, para advertir de que el populismo no nace del vacío, sino de «las fallas del sistema», muchas de ellas éticas y morales, como ocurrió tras 1929 y 2008, con la pérdida de regulación. «Hay diferencias entre capitalismo con responsabilidad y uno salvaje, que es el que hay que corregir». Ambos teorizaron sobre las reformas a las que debe someterse el capitalismo y alertaron de que el pacto social se ha roto. «La revolución de ahora, la robotización, es un salto diferente porque cambia de forma radical el mercado laboral y tenemos la necesidad de un pacto social nuevo», señaló Ben-Ami y si la revolución no viene desde arriba, lo hará desde abajo.

Antonio Garamendi, presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), fue presentado por el presidente de KPGM España, Hilario Albarracín, quien habló de los diferentes desafíos mundiales y cómo esos retos pueden afectar a las empresas españolas que tanto esfuerzo han realizado por internacionalizarse. Se refirió Albarracín a un estudio efectuado por CEDE en el que, tras una entrevista a un panel de mil directivos, siete de cada diez veían negativa la coyuntura mundial. Garamendi, por su parte, en clave nacional, señaló que «ha llegado el momento de que la clase política, después del domingo, los llamados a gobernar y a hacer una oposición responsable, se sienten en una mesa y hablen de las cosas del comer», por ejemplo de las pensiones. «Hay que exigir responsabilidad y que se empiece a hablar de lo que nos une y no de lo que nos separa». Solicitó, por tanto, que haya un Gobierno, «el que quieran los españoles», para resaltar luego que los populismos están hoy poniendo en entredicho la misma existencia de la propiedad privada. También consideró que hay que prestigiar la figura del empresario y recordó que hay en España mucha economía sumergida, el 22%, frente al 13% de Europa, lo que pone de manifiesto que hay más presión fiscal que la que se asegura. También reclamó unidad de mercado, infraestructuras y reformas educativas, entre otras cosas al gabinete que nazca del 10N.

Asimismo, señaló, en cuanto a la relación de la empresa con el entorno y la sostenibilidad, que las compañías que tienen futuro «ponen a las personas en el centro, porque cuando haces eso llega el dividendo», eso antes se llamaba humanismo, defendió; se mostró preocupado por el brexit y el alejamiento del multilateralismo a escala mundial y mostró su apoyo al empresariado catalán, afectado, claro, por el proceso independentista.

La primera ponencia de la mañana corrió a cargo de Jordi Gual, presidente de CaixaBank, quien señaló que las empresas tienen una responsabilidad, una función social, con el entorno y la sociedad a la que sirven. «La rentabilidad no debe ser el objetivo directo», dijo, sino «contribuir al bienestar de los clientes y de la sociedad», poniendo como ejemplo el papel social que juega la fundación de la Caixa.

La posición cortoplacista perjudica a las empresas. Son las que miran a largo plazo las que tienen menos volatilidad en los ingresos y aseguran a los accionistas un mayor beneficio. Además de poner a las personas y sus necesidades en el centro de su política, recalcó que «la legitimidad del sistema está en juego y hemos de contribuir a que se recupere la confianza en el mismo», siendo las amenazas del sistema democrático los populismos, los aspectos más inhumanos de la globalización o el tratamiento poco ético de los datos personales en el seno de la revolución digital. Los populismos, reflexionó, ofrecen «respuestas aislacionistas, generan identidades colectivas artificiales que sirven de refugio a la población», aunque estos, la digitalización y el cambio climático, son transformaciones vertiginosas que han provocado, por ejemplo, el aumento de los niveles de malestar social, retos que de una forma u otra incidirán en las cuentas de las empresas a corto plazo, pero hay que volcarse en la persona y en la relación con el entorno. Otra vez los valores.

Inauguración

El acto fue inaugurado por el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, quien animó a los directivos a conocer Málaga no solo desde el punto de vista turístico, sino también de las posibilidades de inversión empresarial y destacó el carácter cálido y hospitalario de la urbe, sobre todo en cuanto a cercanía personal. También intervino en la apertura Antonio Luque, presidente del Comité Técnico del Congreso, que dio la bienvenida a los asistentes, y señaló que el éxito de su empresa, Dcoop (la antigua Hojiblanca), se debe a que muchas personas «han superado los personalismos y los localismos», como debe ocurrir en España.

Bajo el lema 'Anticipando tendencias, construyendo el futuro', también se abordaron asuntos como la movilidad del siglo XXI (analizada por el presidente de Seat, Luca de Meo, y el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz), o los riesgos y consecuencias de un mundo digital.