El pasado mes de septiembre conocimos la buena nueva de que el Ayuntamiento, hablando en román paladino, dará un nuevo meneo al Registro Municipal de Solares y Edificaciones Ruinosas, a ver si se aligera la lista, que cuenta con más de 90 parcelas en barbecho.

En este sentido, el libro de fotografías 'Málaga, solar del Paraíso', publicado hace unos 20 años por Pepe Ponce, reflejó un Centro Histórico tomado por terrenos asilvestrados, una situación que ha ido en franco retroceso, pero todavía quedan, como inexpugnables aldeas de Astérix, solares en absoluto paradisíacos que se resisten al invasor.

Por eso mismo, es de agradecer la intención de la Gerencia de Urbanismo de dinamizar el estancamiento solariego y en último caso, si no hubiera acuerdo con la propiedad, de sacar el solar en subasta pública y fin del problema.

En el listado de septiembre de 2019, ordenado de forma cronológica, en el puesto número diez del registro se encuentra el solar de la calle Coto de Doñana, 22. Fue incluido nada menos que en 2002 y hasta la fecha, sin novedad en el frente.

Hace justo una década este periódico ya se ocupó de los quebraderos de cabeza que daba a los vecinos, pues quién sabe si, animado por el nombre de la calle, que para algo homenajea a un Parque Nacional, el solar era proclive a una rica vida natural, en forma de arbustos, moscas, mosquitos, pulgas, cucarachas y las inevitables ratas.

Enfrente vivía Dolores, entonces de 81 años, con picaduras en las piernas por culpa del bicherío del solar. Tanto le incordiaron los insectos que tuvo que mudarse de casa. En cuanto a Cristina, que vivía pegada al solar, en la parte de la calle Vital Aza, recordaba que tenía la casa llena de cucarachas mientras que el vecino cuya terraza disfrutaba de vistas al amazónico solar, la tenía plagada de ratoneras, por si las moscas (y las ratas).

Durante los tres años siguientes, el firmante siguió la evolución del solar. Dos concejales pasaron por la Gerencia de Urbanismo, Manuel Díaz y Diego Maldonado, y pusieron, todo hay que decirlo, su mejor voluntad para, cuando menos, acabar con los insectos y pequeños mamíferos.

Por aquel entonces, el Consistorio localizó a la propietaria, que vivía en México y como al parecer, la situación de un solar a miles de kilómetros de su lugar de residencia le traía al pairo, al final Urbanismo se encargó de limpiar el solar en el verano de 2012, tres años después de las quejas vecinales.

En 2019, el solar sigue en el limbo y hasta la propietaria de México parece haber hecho mutis por el foro. El registro informa en nuestros días de que la titularidad de la incordiante parcela se encuentra «en investigación».

Animamos a la Gerencia a que concluya estas indagaciones y si no diera con la propiedad (o como mínimo, con el encargado), seguro que más de uno en el entorno se juntaría para pagar a un detective.