«La Escuela me cambió la vida porque en mi vida profesional he vivido de lo que aprendí en ella. Trabajé 38 años en una fábrica alemana. Primero tuve que demostrar lo que valíe, luego me hicieron encargado al segundo año y he sido jefe de sección», cuenta José Luis Gómez.

Nacido en Marruecos, José Luis consiguió una beca de la Embajada de España en Rabat para poder estudiar en la antigua Escuela Franco de Málaga, donde era uno de los internos.

Como todos los años, desde que su promoción comenzó a reunirse en 1997, José Luis acude a Málaga en coche, pues vive en Valencia, el lugar en el que se encontraba su empresa. «Vengo todos los años a Málaga para la comida», recalca.

A su lado está Juan Antonio Anaya, que recuerda que cuando salió de la Escuela Franco con 17 años, «al mes siguiente ya estaba trabajando en la casa Seat. Luego estuve en Braun, en Grúas Cabeza y terminé trabajando 40 años en la banca».

Como el resto de compañeros, en el curso 64/65, con sólo 11 o 12 años, José Luis y Juan Antonio entraron en la Escuela Franco, el centro de Formación Profesional de la obra sindical de la Falange, inaugurado en 1947 junto al Estadio de La Rosaleda.

Salieron seis años más tarde, en 1969, convertidos en profesionales y muchos de ellos con eso tan difícil de encontrar hoy para los jóvenes: un puesto de trabajo. Una aventura que esta semana sus protagonistas celebraron por todo lo alto en un rincón de Málaga,al cumplirse el medio siglo de su promoción.

Les apena, eso sí, que por un imprevisto de última hora ajeno a ellos, los 86 compañeros no pudieran celebrar una reunión tan importante en la Escuela de Hostelería del que fue su centro de Formacion Profesional, que desde 1987 lleva el nombre de IES La Rosaleda.

Fueron seis años, detalla Juan Antonio Márquez, en los que los dos primeros años eran de iniciación centrados en los estudios; «luego estudiabas Primero de Oficialía, cuando pasabas por todos los talleres para ver cuál te iba mejor; en Segundo elegías el taller y en Tercero perfeccionabas, te examinabas y ya salías con la oficialía. Luego, muchos seguimos, en el turno de tarde-noche, para hacer Maestría», cuenta este antiguo alumno de Electricidad.

Como detalla el conocido fotógrafo Pepe Amaya, que también formó parte de la promoción, «la formación era exigente pero la preparación se notaba porque luego eran las propias empresas de Málaga las que venían a buscar alumnos. Por eso, luego la mayoría se instaló con su propia empresa».

Formación estricta, con clases mañana y tarde de lunes a viernes, de 9.30 a 7.15, con dos horas para comer, pero también con clase los sábados por la mañana.

De la disciplina recuerda Pepe Amaya que con tras faltas graves «causabas baja», mientras que Juan Antonio Márquez resalta que «si no aprobabas en septiembre: carretera y manta».

Los turnos de comida, por cierto, se aprovechaban para jugar al fútbol, muchas veces, varios partidos a la vez «a lo ancho», en los dos campos de fútbol del centro.

Ensayos con el trono

Muchos de los alumnnos del 69, como los de promociones anteriores, fueron hombres de trono de la Cofradía del Prendimiento, por la estrecha vinculación del director de la Escuela Franco, José Manuel Merelo, hermano mayor durante más de tres lustros.

Por este motivo, los estudiantes se empleaban a fondo: «Se ensayaba dos o tres horas todos los días para no hacer el ridículo», comenta Pepe Amaya. El ensayo, además, era con un trono cargado de piedras: «Un mes antes se montaban los varales con la plataforma y se cargaba de piedras, con un peso por encima de lo que realmente pesaba», destaca Juan Antonio Anaya, que estudió en Automovilismo.

En el mismo taller estudió Juan José Barrionuevo, que luego fundó la famosa librería infantil 'Libritos' de calle Granada, ya desaparecida. Y aunque el camino profesional le llevó del metal al papel, comenta que «lo bueno es que le dimos un repaso a la carpintería, la electricidad y si se avería algo en casa, ya estamos nosotros», sonríe.

Los alumnos del 69 se las ingeniaron bien para conseguir fondos para su viaje de fin de carrera a Madrid, por eso dieron la campanada en Málaga cuando en el taller de Forja hicieron una cesta de Navidad de tres metros de alto, que contribuyeron a llenarla un buen número de comercios de Málaga. «Se volcaron totalmente y se recaudó muchísimo dinero», recuerda Juan Antonio Anaya. La discoteca La Jaula de Oro de la Carretera de Cádiz y el canódromo, donde también organizaron bailes, también sivieron para esa inolvidable visita a Madrid y los alrededores. Estuvieron un mes de viaje.

50 años más tarde, rinden homenaje a la escuela que les abrió camino en la vida y sobre todo, rinden homenaje a la amistad.