Esta crónica de la semana en el área de política municipal va a ir, este domingo electoral, de varios asuntos, aunque uno, por su importancia, destaca sobre el resto: el cese del que fuera durante siete años director general de Turismo y Promoción de la ciudad, Javier Hernández. El hecho en sí se produjo exactamente el 11 de octubre de este año, pero los efectos de esa decisión del equipo de gobierno se dejan sentir hasta hoy, como la onda expansiva de una explosión controlada. Primero, los detalles: la Junta de Gobierno Local aprobó la mañana de aquel viernes de octubre el cese de Hernández y lo explicaba así: «A la vista de los nuevos proyectos municipales que tiene previsto poner en marcha el equipo de gobierno y que se enfocan hacia la promoción de la ciudad en un sentido amplio, abarcando no sólo el sector turístico, sino también la captación de inversiones, nacionales e internacionales, promoción de la marca Málaga y sus ejes estratégicos, es conveniente cambiar el perfil profesional que ha de ocupar este puesto directivo». Hernández llegó al cargo el 13 de abril de 2012.

Y ahora, el contexto: la llegada al equipo de gobierno de una nueva edil de Turismo, Rosa Sánchez, tras las elecciones de mayo de este ejercicio, un fichaje personal del alcalde. Ustedes pueden interpretar ambos hechos, porque hay cosas que se explican mejor si se relacionan entre sí. ¿No hubo afinidad entre una y otro o debemos creernos la versión oficial? ¿Fue él quien pidió irse? Bueno, no vamos a entrar ahí, pero lo cierto es que Javier Hernández es el tipo de persona que, después de ser cesado o despedido, como prefieran, viaja a Argentina, a la Feria de Turismo de Buenos Aires, en una salida programada por el Área de Turismo municipal para promocionar en el país sudamericano la oferta de la capital de la Costa del Sol. Y lo hace para cumplir con su misión hasta el final y para no dejar tirados a sus compañeros.

Por otro lado, a nadie se le escapa la primavera turística que vive la capital costasoleña, la única capital andaluza que está logrando avances contra la estacionalización propia de los destinos de sol y playa, es decir, aquellos puntos como Málaga a los que sólo vienen visitantes en verano y Semana Santa, siempre que haga buen tiempo. Claro que ello se debe, cómo no, a la apuesta decidida del alcalde, Francisco de la Torre, por el turismo cultural y la proliferación de museos en la ciudad, a la regeneración urbana del casco antiguo y a la pujanza de la urbe en aspectos como las nuevas tecnologías, aspecto que también atrae inversores y turistas. Sólo unos datos: el impacto económico en la capital ascendió a más de 3.289,2 millones de euros entre noviembre de 2017 y octubre de 2018, un 15,72% más que en el mismo periodo del ejercicio inmediatamente anterior, según el Observatorio Turístico de Málaga. Además, la ciudad acogió en esos doce meses reseñados 4,42 millones de visitantes, un 12% más que en el periodo anterior, de los que 2,97 millones pernoctaron en alojamientos de la ciudad y 1,45 fueron excursionistas. El gasto diario, por cierto, también sigue creciendo sondeo tras sondeo.

El impulso público ha sido decidido para que la ciudad haya conseguido esos números y ahora toca redefinir el modelo para que la ciudad no muera de éxito, como proclaman los políticos en los foros que organiza este periódico en el restaurante Cantarrana desde hace un par de años. El modelo hace crisis por la proliferación de viviendas turísticas descontroladas (las que lo hacen legalmente sí aportan, claro) y la existencia del turismo low cost que se visibiliza a través de las despedidas de soltero que nos envilecen como ciudad de vez en cuando. Ahora, los políticos y el sector hotelero y hostelero están en eso, claro. Y pensando, lo que es más importante, si la ciudad y su área de influencia (hoy hay que hablar de territorios) siguen una senda de equilibrio entre el aumento significativo de cifras de visitantes cada mes y los recursos que ofrece el territorio. Hay mucho por hacer.

Como digo, todo tiene que ver en esa primavera turística, pero una de las aportaciones fundamentales, según oye el cronista de forma continua en diversos mentideros, ha sido la de Hernández. Además, en su despido hay algo que no se ha tenido en cuenta, pero que tal vez habría que haber ponderado: Javier Hernández es un pata negra del sector hotelero, no en vano dirigió el AC Málaga Palacio y su currículo es envidiable, lo que nos hace pensar que no tendrá problemas para manejar su futuro a partir de ahora, superado el golpe. Y eso el sector hotelero costasoleño no lo perdona. Es uno de los suyos, uno de los que sabe de lo que habla y vende el paño como nadie. Según pudo saber este periódico, algunos miembros del sector están consternados y preocupados por su cese, primero por cómo se produjo (¿se podría haber vendido de otra forma para no dañar el prestigio de un tipo así?); en segundo lugar el cabreo tiene que ver con el hueco que Javier Hernández llenó entre sus excompañeros, porque es un hombre, según lo que recogió el cronista, que podía ser molestado a cualquier hora con un problema de seguridad, de vía pública o medioambiental y, aunque estos asuntos no tuvieran que ver con su área propiamente dicha, comunicaba con el resto de departamentos municipales para tratar de buscar una solución. Es decir, es un perfil difícil de reemplazar. Su plaza ya ha salido a concurso y ahí viene la tercera queja, aún no se ha cubierto, con la importancia que tiene el sector hotelero en la ciudad. Hay «molestia» en el sector, porque uno de los pilares de la política turística de la ciudad ha sido el consenso y la comunicación directa entre el Consistorio y los diferentes colectivos profesionales, pero el sector se enteró por la prensa del cese de Hernández, lo que no sentó nada bien. «Se llegó a esa decisión sin consultarnos». ¿Se les habrá preguntado por el perfil que ahora se necesita? Lo desconocemos y el cronista sólo se hace eco de las secuelas de la decisión, que, desde luego, por mucho que se intente explicar no parece lógica, pero las cosas de palacio son así y en la política nadie hace prisioneros.

Dejando a un lado la polvareda que ha levantado el cese de Hernández, al que desde aquí le deseamos suerte, es necesario entrar en el terreno de las luces de Navidad, que este año, al menos en calle Larios, cambian de diseño y que se inaugurarán el 29 de noviembre. Lo cierto es que el año pasado esa fecha llegó precedida de una amenaza de cierre patronal hostelero por la inminente aprobación de la declaración como Zonas Acústicamente Saturadas (ZAS) de 103 calles de la ciudad, fundamentalmente en el Centro y El Romeral. Ese año, y pese al retraso en la aprobación del documento, que irá a pleno de forma inminente, no llega la sangre al río, porque con las luces hay consenso en la ciudad. Han ayudado a desestacionalizar y hosteleros, hoteleros y comerciantes aplauden la inversión que se hace. Que Teresa Porras, edil de Servicios Operativos, ha convertido la presentación de las luces navideñas en un evento se palpa claramente con la asistencia masiva de medios de comunicación, representados por una veintena de profesionales, a la rueda de prensa de Porras.

Por último, el cambio de gobierno en la Junta (PP y Cs por el PSOE) ha traído, entre otras cosas, el desbloqueo autonómico del parque en el Campamento Benítez, aunque el Ayuntamiento no se quiere tragar el sapo de tener que gastarse seis millones de euros en desdoblar el arroyo El Cañuelo, como quedó claro esta semana. Aunque en aceras ideológicas parecidas, hay que limar el proyecto. Por el bien de todos.