El Acueducto de San Telmo de Málaga, cuya construcción se inició en 1782, nació con el objeto de acabar con el desabastecimiento de agua que sufría la ciudad por entonces. El notable incremento de la población, el crecimiento de la actividad comercial y la necesidad de garantizar la salud pública fueron las principales razones para iniciar unas obras que ya se habían planteado dos mil años antes, en la Malaca romana. El arquitecto José Martín Aldehuela, a quien fue encargada la obra por el obispo José Molina Larios, solo precisó de dos años para canalizar el agua del río Guadalmedina desde los montes hasta la metrópoli para culminar la que es considerada como la más valiosa de las obras de ingeniería hidráulica del siglo XVIII en España.

Hoy, a lo largo de los casi 11 kilómetros de longitud, una treintena de puentes, otra de acueductos y algunas arcas que tuvo desde un principio, predomina el estado de abandono. Aunque bien es cierto que el sector rural del acueducto aún sigue activo, suministrando agua para el regadío desde las inmediaciones del Molino del Inca, donde se encuentra la toma de agua, hasta las proximidades del psiquiátrico de San José. Los caudales que se internaban en la urbe hasta el arca principal en la calle Refino corrieron un destino distinto y llevan décadas inactivos, pasando a formar parte de la historia de la ciudad. «Hay previsión de llevar a cabo muchos proyectos a medio largo plazo, pero los asuntos de cultura van despacio», dice Juan Aguilar, guarda de la Asociación de Amigos del Acueducto de San Telmo. «Sería una pena que esos planes tan ilusionantes no se llevasen a cabo, sobre todo por la zona rural que sigue funcionando, porque es un lugar mágico», añade Aguilar citando unas palabras del tataranieto de Martín Aldehuela sobre la belleza que entrama esta obra de ingeniería hidráulica.

Dentro de la ciudad, muchos de los trazados de los canales de este Bien de Interés Cultural han desaparecido; en algunas zonas se han visto ahogados por las edificaciones más modernas; otras han quedado dentro de viviendas o fincas privadas; y otros tantos han sido sepultados por toneladas de cemento. No obstante, aún pueden divisarse diversas marcas de su trayecto, a veces obviadas por el ojo de los propios malagueños, en barriadas como Ciudad Jardín o Parque del Sur. Un ejemplo de ello puede encontrarse en la calle Salvador de los Reyes, en los alrededores del Cementerio de San Miguel. Allí se conserva un depósito o alcubilla encalada, al lado de los restos de una acequia que vertía de agua a dos molinos, uno para el pan y otro para la fabricación del mármol. Aunque lo más interesante es el acueducto que ha quedado enterrado en la elevación de esta avenida y cuya bóveda es todavía visible a los pies de la alcubilla.

Generalmente, parece que los restos que mejor han resistido la desatención y el paso del tiempo han sido los de mayor magnitud, como es el caso del Puente de Arroyo Aceiteros, el Puente de Cinco Ojos, o el de Arroyo Quintana, llamado popularmente Puente de los Once Ojos. Éste último, que es el viaducto de mayor longitud, es posiblemente uno de los tramos del acueducto que más interés de revalorización ha despertado sobre las instituciones. En 2008, el Ayuntamiento de Málaga inició un plan de renovación de su entorno, y aunque logró mejorar considerablemente su aspecto y habilitarlo como parque para la ciudadanía, aún queda trabajo por hacer. «La remodelación del Puente de Once Ojos que concluyó en 2014 se hizo y muy bien, pero hay zonas como la de Arroyo Humaina que están abandonadas, y ya casi no se sabe por donde va el acueducto», asegura Juan Aguilar. Otro elemento a destacar es la famosa alcubilla de planta pentagonal de la calle Refino, donde concluía el recorrido del agua. Esta fue rehabilitada el pasado año y hoy luce un fiel reflejo de lo que fue en su origen.

A algunos trechos del acueducto es más difícil acceder, pues hoy forman parte del interior de urbanizaciones privadas.

En la Hacienda del Álamo, al norte de la ciudad, se conserva una parte de su canal con una cascada, cuya caída del agua hoy sirve como elemento decorativo en los eventos que se celebran en dicho espacio. Otro ejemplo serían las dos maquetas de la acequia situadas en la entrada de una urbanización en la calle Molino de San Telmo. En ellas se puede apreciar con nitidez las dos vías que conformaban los canales del acueducto: una exterior, a cielo abierto, por donde corría el agua destinada al riego, y que accionaba a su vez las palas de los molinos; y una interior, impermeabilizada y revestida de ladrillo, que conducía el agua potable hacia los distintos destinos de la ciudad.

La realidad es que el actual estado en el que se encuentran algunos puntos del acueducto es preocupante, lo que ha desencadenado constantes denuncias por parte de grupos y medios de comunicación. Tal y como propone el doctor en Historia y profesor titular de la Universidad de Málaga, Francisco Rodríguez Marín, en uno de sus artículos, la ciudad debería tomar ejemplo de otras grandes urbes y promover la creación de un Museo del Agua, como el de Lérida o Barcelona, cuyos casos son similares.

Una obra en la que el campo, las edificaciones y la alteración del hombre integrasen un «paisaje patrimonial». Porque una ciudad no puede ser capital cultural si antes no pone en valor su propio patrimonio.

Recorrido por el acueducto de San Telmo