Con doble precisión, la de construir una maqueta a escala 1:440 y la de hacerlo siguiendo un plano militar de 1758, el escritor e investigador Antonio Lara Villodres ha hecho realidad el fuerte de San Lorenzo, el mismo cuyos restos aparecieron en la Alameda Principal durante las obras del metro.

Detrás tiene dos meses de trabajo «a seis, siete horas diarias», y como guía, además del plano del XVIII, los datos aportados por el académico de la Historia Francisco Cabrera y por Antonio Gil Albarracín.

Con esta son ya 89 las maquetas históricas realizadas por el escritor malagueño, algunas de ellas, fortificaciones portuarias como las desaparecidas baterías de San Felipe y San Nicolás. Sus obras pueden verse en su blog Tormentaria (www.artetormentaria.es).

«Me gustaría llegar a cien maquetas y me queda por hacer la batería de San José», confiesa, al tiempo que comenta que todas las relacionadas con el puerto y defensas marítimas como el fuerte o castillo de San Lorenzo, irán a la Autoridad Portuaria, con vistas a un futuro espacio sobre la historia del puerto.

Con paciencia, corcho, madera, cola y pintura, Antonio Lara ha realizado en tres dimensiones el castillo, que comenzó a construirse en 1697 y se inauguró en 1701. «Se hizo porque las costas de Málaga eran invadidas por piratas, sobre todo de tierras africanas y como respuesta, el rey Carlos II deseó que se rehabilitaran las murallas de Málaga y los fuertes existentes, además de ver la posibilidad de hacer otro».

Ni las murallas ni los fuertes existentes pudieron reforzarse, sí se construyó el fuerte de San Lorenzo, con uno de sus dos laterales pegado al Guadalmedina y la parte frontal, asomada al mar y protegida por una escollera, un diseño del ingeniero italiano Hércules Torelli.

Del escueto presupuesto da cuenta el hecho de que estuviera proyectado para 30 cañones, «pero como eran imposibles de costear, había unos 14 y de soldados, 12 o 13, y los artilleros normalmente eran mutilados de guerra».

Pese al estallido en 1701 de la Guerra de Sucesión, el de San Lorenzo no repelió a lo largo de su historia ataque alguno, como no fuera el de las olas, aparte del barro y el agua del Guadalmedina «cuando se encabritaba», cuenta el investigador.

Más de un informe alertó de la poca altura de sus muros, salvo de la parte frontal, de unos 3 metros de altura, pero que alguna vez hubo que reconstruir tras derrumbarse un tramo por la fuerza de las olas.

Los soldados de África

En su interior, pocos elementos: una fuente, un par de almacenes para pertrechos y un terraplén que dejaba la parte asomada al mar con más altura que el resto, que consistía en un enorme descampado fortificado que se empleó, principalmente, para los cientos de soldados que acampaban, mientras aguardaban a embarcar en el vecino puerto para los ‘presidios’ o plazas españolas en el norte de África.

Como explica Antonio Lara, hubo proyectos, nunca culminados, de dar más utilidad al castillo, para que albergara un polvorín, unas caballerizas o un almacén de armas. Alejado de la costa por el avance de la playa y ya sin utilidad defensiva alguna, Manuel Godoy ordenó echarlo abajo en 1802, sin embargo, no fue derribado hasta casi tres lustros después para que el paseo arbolado de la Alameda pudiera seguir su avance.

Los terrenos donde se levantaba fueron adquiridos, entre otros postores, por Antonio Campos Pérez, padre del marqués de Iznate y por Manuel Agustín Heredia, en parte de los cuales construiría su mansión de la Alameda.

El metro

En julio de 2015, durante las obras del metro y gracias al georradar, se localizaron restos de los muros este y oeste del fuerte de San Lorenzo. Como es lógico, se trató de la parte más alejada del frente marítimo.

En mayo de 2016 la Delegación de Cultura tomó medidas para que los muros pantalla de las obras del metro no afectaran a este hallazgo.