La exportación de cotorras argentinas a España como animalitos de compañía en las últimas décadas ha sido, quizás, uno de los trasvases más desastrosos para la flora y fauna de nuestro país.

Al cuarto de hora, el ruido insoportable de estas mascotas animó a mucho de sus dueños a 'manumitir' a los pájaros abriéndoles la jaula... y a otra cosa.

La cosa es la que soportamos ahora, con esta legión de pájaros colonizando nuestros cielos y propinando un metafórico empujón a los pajarillos de nuestro entorno, para ocupar toda la escena. Si a eso unimos que están ampliando su dieta a marchas forzadas, que se echen a temblar todo tipo de cultivos frutales de la provincia de Málaga.

Ya contamos en estas líneas hace unos meses cómo al naturalista David Attenborough, en sus andanzas de los años 50 por el temible desierto del Chaco, entre Bolivia, Paraguay y Argentina, le llamaron muchísimo la atención los inmensos nidos mancomunados de las cotorras argentinas, unas aves capaces de soportar carros, carretas y temperaturas sólo aptas para la fritura de salchichas por la acción del sol.

Los nidos colectivos, nos recordaba el naturalista, lejos de ser un totum revolutum estaban distribuidos en forma de adosados y no dejaban de crecer, hasta alcanzar dimensiones que ríase usted de la Gran Muralla China.

Las decenas de kilos de peso de estos artefactos, por cierto, podrían acarrear la visita inesperada al camposanto al que tuviera la mala suerte de caerle un nido encima.

Pues bien, todas estas advertencias no parecen que le hagan temblar el pulso a nuestra Diputación, cuyos terrenos de calle Velarde, esos en los que se elucubra con un hospital que quizás vaya en otro sitio o quizás no, son de su propiedad y responsabilidad.

Porque en la misma parcela, al sur del aparcamiento del Hospital Civil y como más de una vez hemos contado en estas crónicas, hay un grupo de pinos muchos de los cuales casi asoman a la calle Velarde.

Precisamente en estos árboles es en donde se aprecian a simple vista unos embrollos de ramas de forma esférica y el tamaño del ego de Maradona: los nidos mancomunados de nuestras cotorras.

El autor de estas líneas visitó la zona el lunes, en medio de un viento pertinaz y comprobó in situ el bamboleo de las ramas, un espectáculo hermoso, sin duda, pero no hay que olvidar que, ahora mismo los peatones que transitan por la acera de los terrenos del Civil se juegan el pescuezo. Ese mismo bamboleo puede mandar los niditos de amor de los pinos a la acera, y pobre del que en ese momento pase por ahí

Ya estamos todos avisados, ahora sólo falta que la Diputación recoja el guante y proceda al desahucio de este peligroso complejo hotelero.