En junio 2016, los padres trinitarios Bonifacio Porres y Ángel García publicaron el libro 'Real Convento de la Trinidad en Málaga', fruto de varios lustros de trabajo.

La historia de este monumento comenzó, recuerdan, con la ermita que Francisco Ramírez de Madrid, un antiguo artillero que participó en la conquista de la Málaga musulmana, levantó en lo alto de un cerro, cerca de donde estuvo el campamento de la Reina Isabel.

La ermita señalaba el sitio en el que el soldado enterró a artilleros a su cargo que trataron de tomar un puente sobre el Guadalmedina escoltado por dos torres. Este asalto en el que cayeron sus hombres tuvo lugar el 12 de junio, día de San Onofre, así que al santo dedicó la ermita.

Pocos años después de levantar la ermita, en 1494, la donó con sus tierras correspondientes a los trinitarios, que desde 1488 tenían entre Atarazanas y Puerta del Mar una antigua mezquita convertida en iglesia pero que quedó destruida por un terremoto.

El nuevo convento pasó por muchos avatares y dio nombre al barrio -aunque, en ocasiones, nuestro Ayuntamiento lo fusione con el de enfrente y se saque de la manga el barrio imaginario de 'Trinidad-Perchel'-.

El caso es que si el actor Lon Chaney era conocido como el de las mil caras, el convento es el de los mil proyectos, pues pasan los años y sigue en barbecho, mientras los vecinos reciben ya con excepticismo a cualquier político que anuncia el uso cultural 'definitivo' para este espacio.

Mientras el convento, declarado Bien de Intéres Cultural, no se recupere definitivamente, da la impresión de que La Trinidad seguirá siendo un barrio en la cola de espera, y no por deseo de sus habitantes. De hecho, ejemplos hay de muchos de rincones del barrio que durante todo el año muestran su mejor cara, gracias al interés de los vecinos.

Lo podemos comprobar en la calle Jara, digna de visita turística por algo tan sencillo como el aspecto cuidado de sus casas y la proliferación de plantas en la vía pública.

Queda, eso sí, que se haga realidad el deseo de la Asociación de Vecinos de la Trinidad de que se respete la prohibición de aparcar en las calles como esa.

Los vecinos se han preocupado de acondicionar la vía, de llenarla de macetas y plantas de todas clases. Un arreglo modesto, sí, pero muy efectivo y que demuestra el compromiso cívico de muchos trinitarios por vivir en un barrio mejor.

Pero sería injusto no recordar que la calle es la proyección al exterior del concurso de corralones que cada primavera el Ayuntamiento organiza en La Trinidad y El Perchel. Lo pueden comprobar, por ejemplo, asomándose al número 24 de la calle, un corralón que parecer haber irradiado la hermosura.

Un trabajo ejemplar a la espera de que el barrio pueda contar, por fin, con el antiguo convento a pleno rendimiento.