La Costa del Sol, como destino turístico maduro y en continua competencia con otros puntos del planeta, especialmente con aquellos que tienen un clima parecido y muchos del Mediterráneo, está ahora en plena redefinición de su modelo: El sol y playa es la apuesta segura, pero ¿qué más se puede ofrecer al turista? Las ciudades típicas del interior y la locomotora cultural en la que se ha convertido la capital. Además, hay reflexiones en torno a convertir la actividad en un modelo sostenible, que consuma menos territorio. El auge turístico en el litoral malagueño es indudable, pese a los problemas que aquejan a cualquier destino. Así, el negocio turístico por excelencia, el hotel, sigue teniendo acogida en la provincia. No en vano, la Junta de Andalucía tiene registrados 50 proyectos hoteleros en distinta fase de tramitación o construcción actualmente.

Si se compara este dato con otro, la pintura queda completa: el 21 de julio, en un foro organizado por La Opinión de Málaga la delegada de Turismo de la Junta, Nuria Rodríguez, cifró el número de proyectos en danza en aquel instante en cuarenta. En sólo cuatro meses, hay una decena más. Y Málaga ya cuenta con en torno a más de 100.000 plazas hoteleras.

Los datos han confirmado este año que el verano ha batido todos los récord que se recuerdan. De hecho, ha sido la mejor época estival de la historia del destino, con 7,3 millones de visitantes (un 4,1% más que en 2018) y con unos ingresos que alcanzaron los 7.500 millones de euros (un 1,3% más), según Turismo Costa del Sol.

Fue el presidente de la Diputación Provincial y responsable de este organismo, Francisco Salado, quien presentó estas cifras el pasado 9 de octubre, unos números que calificó de «espectaculares» y explicó, al tiempo, que los resultados de visitas mejoraron las previsiones iniciales, que eran de una subida del 3,2%, siendo el visitante nacional el que más ha tirado de las cifras.

La mejora importante de este pasado verano se debe a un avance en todos los indicadores. El empleo, por ejemplo, ha mejorado en 1.100 personas, un 6,5% más que en el verano del ejercicio anterior. Creció, además, la oferta reglada de alojamiento en el litoral, con 40.300 establecimientos turísticos (un 4,1% más que en el verano de 2018) y más de 386.000 plazas (subida del 20%). Turismo Costa del Sol otorgó un papel clave en el crecimiento estival a las viviendas turísticas.

El incremento de turistas se refleja en el aumento de llegadas de pasajeros al aeropuerto de Málaga, con 3,2 millones de viajeros en verano. El flujo de turistas internacional creció un 4% en tanto el nacional sube un 8,2%.

El mercado británico sigue siendo el principal emisor de viajeros a la Costa del Sol, con un aumento del 1,7% en el periodo analizado (han sido 17.264 llegadas más que en 2018 para un total que supera el millón), seguido del mercado español, que es el que más crece en términos absolutos con 32.563 pasajeros más que en el anterior verano y un total de 428.394 usuarios. Alemania es tercera con casi 240.000 pasajeros y, en este caso, un retroceso de 4.100 personas. Irlanda y Francia también muestran aumentos muy significativos del 20,1% y del 6% respectivamente.

En cuanto al AVE, las llegadas subieron un 5,5% este verano, mientras que las de pasajeros de cruceros descendieron un 32,9%.

En el segmento de hoteles se producen un aumento del 6,8% para un total de 1,9 millones de visitantes, con especial relevancia del incremento del mercado nacional (un 12,8% y 805.471), mientras los foráneos mejoran un 3% hasta los 1,14 millones. El grado de ocupación hotelera crece en 1,6 puntos pero desciende ligeramente la estancia media (de 3,94 a 3,80 días). Los ingresos medios por habitación sí han aumentado un 4,5%, llegando a una media de 104,65 euros.

Hay, no obstante, incertidumbres en el horizonte, como la consumación final de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, aún en curso y sin fecha final a la vista; el frenazo económico en el que parece entrar la Eurozona o la competencia de otros destinos de sol y playa.

De cualquier forma, algunas voces especializadas en el fenómeno turístico comienzan a llamar la atención sobre el hecho de que las estadísticas deben cambiar, es decir, siendo conscientes de que el crecimiento constante de pernoctaciones y visitantes es importante, tal vez habría que pensar en una planificación estratégica distinta, en la que primase más la calidad, la búsqueda de la excelencia, que la cantidad. Eso se conseguiría, según estos expertos, mejorando la formación y las capacidades para detectar y retener talento, renovar de forma más rápida los equipamientos y estructuras, sobre todo en el sector hotelero, de forma que aquí se tarda ocho años en aquello en lo que en Europa se realiza en menos de cuatro, con lo que todo es más antiguo, es necesario mejorar la sostenibilidad y una política municipal implicada en gestionar el territorio. Ello significa que hay que establecer un equilibrio entre los servicios públicos y privados que se ofrecen y el número de gente al que sirven.

Otro reto es que el Ejecutivo central regule, de una vez y, por tanto, ponga orden, en el sector de la vivienda turística.