Mientras en Cataluña la Iglesia de la Independentología pierde algunos adeptos por las barricadas unilaterales de los más creyentes, en Málaga nada parece detener a los partidarios del Progreso (con mayúsculas), simbolizado en ese hotel rascacielos del Puerto que marcará para los próximos siglos las vistas de nuestra ciudad... hasta que quizás sea demolido por prescindible Algarrobico portuario.

Desde que un exconsejero socialista de Cultura como Paulino Plata alentó esta inculta prolongación de La Malagueta, todo ha ido viento en popa, por eso el informe de los asesores de la Unesco en contra del bicho no amilanaUnesco a los partidarios de este sueño de modernidad.

¿Y qué decir de la inconsciencia de emplazarlo a modo de escollera hotelera para que reciba todos los parabienes del cambio climático en primera línea de fuego y agua? En el Panel de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrado en Málaga el año pasado, ya se advirtió del riesgo.

Pero es inútil, cualquier razonamiento les resbala de la misma forma que a Torra le resbala el ordenamiento jurídico Torra nacional y el internacional si es contrario a sus fines.

En realidad, el éxito de la iniciativa urbanística se condensa en dos pes, y no nos referimos a las del Partido Popular, que aplaude la iniciativa tanto como los socialistas y los de Ciudadanos, sino a las pes de Progreso y Puestos de Trabajo. Es un mantra parecido al de la 'Democracia' que salmodian los creyentes indepes porque, ¿quién es el guapo que se opone a la Democracia y en Málaga al Progreso aderazado con empleo para la Construcción, la Hostelería y el ramo de los crupieres?

Quienes cuestionamos esta desproporcionada pareja de hecho que le saldrá a la Farola somos por tanto los enemigos del Progreso, momias reaccionarias que queremos frenar el galope de una ciudad en su mejor momento. ¿Para qué tiene que frenar, justo ahora, el caballo?

A las momias que no renegamos de los rascacielos sino de que se levanten en sitios absurdos y perjudiciales para la imagen de la ciudad, nos queda la esperanza de que alguna voz crítica en el universo cada vez más endogámico de los partidos cuestione el mantra. Pero también nos anima la respuesta de profesores universitarios y académicos que ponen en cuarentena las virtudes de la edificación.

Por otro lado, anima la iniciativa de declarar Bien de Interés Cultural la Farola, que por cierto dejaría de funcionar después de dos siglos si le plantan delante el 'hermano mayor'.

Resulta, eso sí, enternecedor que algunos de los que defienden este proyecto le quiten hierro y metros al asunto y en lugar de llamarlo 'rascacielos' lo dejen en 'torre', quizás para que evoque las inofensivas torres almenaras de nuestra Costa. El lenguaje manda. Hablamos de Democracia y en Málaga, de Progreso.