«Esto no es un comedor en el que comemos y nos vamos. Esto es una familia, aquí nos preocupamos unos de otros», confiesa Pepe Villena, de 68 años, que lleva más de tres décadas acudiendo al Comedor de Santa Teresa de la calle Arlanza, 7, en la barriada de las 720 viviendas, en La Palma-Palmilla.

Como recuerda sor María Gracia, de las Hijas de la Caridad, el final del chabolismo en las playas de San Andrés y la petición de ayuda de un grupo de familias, hizo que en 1973 se trasladaran ella y otras hermanas de la Caridad a los barracones de La Palma-Palmilla. «Al principo los niños estaba llenos de pupas y sarna, y lo primero que hicimos fue poner un pequeño dispensario».

Luego llegó la escolarización de esos niños y en 1982, el actual edificio, en el que en espacios separados cuentan con guardería infantil para 140 niños y el comedor social, del que salen 150 comidas diarias, aunque no pasa por su mejor momento.

«Tuvimos que pedir préstamos para pagar al personal», recuerda la religiosa, que cuenta con una segunda hermana, sor Nieves, para ayudarle en el comedor.

Como explica la psicóloga del centro, María del Mar Ramírez, la subvención de la Consejería de Políticas Sociales de la Junta, la única que reciben, ha ido reduciéndose año a año hasta no poder cubrir las necesidades.

Por este motivo, el pasado sábado 17, el comedor organizó una verbena benéfica, en la que pudieron recaudar unos 3.000 euros.

«Málaga ha respondido»

«Málaga ha respondido muy bien», reconoce sor María Gracia, que explica que las llamadas de los malagueños han sido constantes para aportar su grano de arena.

«Aparte -señala la psicóloga- la Fundación La Caixa nos ha dado una ayuda económica bastante importante y también hemos tenido muchas aportaciones de particulares y de cofradías como La Esperanza, La Misericordia y la Agrupación de Cofradías. Vamos sumando», sonríe.

El almuerzo de ayer, explicaba Lola, una de las cocineras, consistía en puchero, ensalada y bacalao frito. A su lado Antonio, también cocinero, cuenta que comienza a trabajar a las 6.30 «y esta mañana hemos hecho 1.600 croquetas».

La generosa ayuda de estos últimos días, destaca sor María Gracia, ha hecho posible que este año esté ya cubierto. «El año que viene ya veremos».

La paradoja, destaca María del Mar Ramírez, es que la gran mayoría de usuarios del comedor son enviados por los servicios sociales del Ayuntamiento, que no aporta un euro.

Tomasa y Lito, que asistieron a la guardería de las Hijas de la Caridad y hoy son limpiadoras del centro, destacan el gran trabajo de las religiosas, y a Pepe Villena se le quiebra la voz sólo de pensar que el comedor pueda cerrar algún día. «Ellas hacen lo que hace una madre por sus hijos», resume.

El deseo de todos es que el comedor de Santa Teresa pueda recibir el apoyo suficiente para seguir sirviendo, sin apuros, a los más necesitados de La Palma-Palmilla.