Los homenajes, dice el saber popular con bastante congruencia, hay que hacerlos en vida aunque en ocasiones también se produzcan homenajes 'generacionales'. Serían estos los que ofrecen las nuevas generaciones cuando redescubren a personajes de generaciones o siglos anteriores.

El caso más paradigmático de estos homenajes póstumos es Bernardo de Gálvez, que hace algo más de una década, antes de que surgiera la providencial Asociación Bernardo de Gálvez, era conocido por unos cuantos malagueños pero no, como pasa ahora, por el común de los mortales.

Sin embargo, en líneas generales siempre resulta más gratificante que el homenajeado esté vivito y coleando. Llegó a tiempo, por ejemplo, el Ayuntamiento de Málaga con don Manuel Gámez, tan unido a la Semana Santa como a la historia de la Música en Málaga.

Fue a comienzos de octubre cuando el Consistorio, a petición de la Hermandad del Monte Calvario, tan unida a don Manuel, como de la propia Agrupación de Cofradías, inauguró una rotonda ajardinada con su nombre.

No era el padre Gámez muy amigo de la primera persona del singular, así que fue un acierto dedicarle una rotondita, en lugar de una avenida, por ejemplo. Además, la rotonda se encuentra en un sitio muy unido al sacerdote: en la victoriana calle Amargura, justo en el acceso al Monte Calvario.

Inaugurada a comienzos de octubre, poco más de dos semanas después fallecía este religioso afable y paciente, que medio siglo atrás fundó la Coral de Santa María de la Victoria.

Permanece ya en el callejero de Málaga la glorieta del Padre Gámez, con un naranjo escoltado por plantas crasas en su mayoría. Lo único que no pega, claro, es una señal de tráfico de prohibido el paso, instalada en la rotondita, pero la seguridad vial manda.

Esta glorieta, por cierto, marca la frontera entre el bullicio de la ciudad y la entrada en los dominios del Monte Calvario y el Seminario, un reino de pinos en el que abundan paseantes con perros y corredores (perdón, 'runners').

Además, gracias a la persistencia de un solar en la esquina izquierda de calle Amargura, puede apreciarse con todo detalle la silueta del 'Monte con los Nombres Sucesivos'. Ya saben, primero fue el Monte San Cristóbal, luego el de las Tres Letras y en la actualidad impera más el nombre de Monte Victoria, aunque lo cierto es que en el callejero sobrevive una vía que no deja dudas: calle Subida a San Cristóbal.

Se atisba también en el cerro una barahúnda de grandes letras blancas semiborradas donde antes había sólo tres (J.A.C.). Estamos, en suma, en los dominios del Padre Manuel Gámez gracias a un homenaje que, aunque tardío, se produjo a tiempo, aunque fuera el del descuento.