«Nunca más Málaga sin teatro. Nunca más sin ópera, sin ballet, sin representaciones teatrales, sin un lugar digno para la buena música. Nunca más sin alas». Era 1987, era Málaga y era Pedro Aparicio, entonces alcalde de la ciudad, celebrando que un «ruinoso pero irrenunciable» Teatro Cervantes había vuelto a la vida aquel 6 de abril.

La historia del Cervantes se remonta años atrás, a agosto de 1862, cuando se iniciaron las obras para añadir un nuevo cuerpo de edificación al entonces Teatro de la Merced, con motivo de la visita de los Reyes de España, Isabel II y Francisco de Asís. Las obras se realizaron con gran rapidez y el teatro fue inaugurado por los Reyes en octubre de 1862.

Tras la caída de la monarquía pasaría a llamarse Teatro de la Libertad y, un año más tarde, la ciudad despertaría con la noticia de que el edificio había sucumbido a las llamas.

En 1870, Antonio Oliver Navarro compra las ruinas y el arquitecto Gerónimo Cuervo y González se hace cargo de la demolición del edificio y, posteriormente, de las obras del nuevo teatro. Todo ello, promovido por un grupo de personas, muy ligadas a la cultura, que se proponen volver a dotar a la ciudad de tan significativo teatro.

Abril de 1870. Comienzan las labores de construcción del Teatro Cervantes. Al pintor valenciano Bernardo Ferrándiz le fue encomendada la tarea de pintar las alegorías del telón de boca y del techo del Cervantes. La decoración debía adecuarse a la monumentalidad del edificio. La alegoría a la ciudad de Málaga que aparece pintada en el techo del interior del teatro se representó mediante el uso de elementos muy concretos como fueron el puerto, la estación de ferrocarril y los conceptos de la industria, el comercio y la agricultura. Antonio Muñoz Degrain, especialista en paisajes, colaboró pintando el fondo, fiel reflejo de una de las características esenciales de la ciudad, su clima. Y en el centro, la Cultura, materializada en una escultura con forma de mujer, con túnica y coronada. A sus pies, una leyenda: 'Honor a las Bellas Artes'.

Las obras se realizaron con gran rapidez y el 17 de diciembre de ese mismo año se inaugura el que fue denominado el primer coliseo de la ciudad, con la interpretación de la sinfonía de la ópera de Guillermo Tell. «El nuevo Teatro Cervantes honra sobremanera a la sociedad malagueña», rezaba al día siguiente la prensa local. El Cervantes se alzaría, dos años después, con el título de Monumento Histórico Artístico, ofrecido por el Ministerio de Cultura.

Tal fue el éxito del coliseo y tantas las representaciones y obras puestas en escena, que resulta difícil explicar, cómo años después, un incrédulo Pedro Aparicio se encontraría en el periódico con la noticia de la inminente demolición del edificio. Solo una idea sobrevoló entonces la cabeza del alcalde de la ciudad, había que salvar el Cervantes.

El 14 de enero de 1984 cayó en sábado. Pedro Aparicio, en representación del Ayuntamiento de Málaga, firmó el contrato de compraventa en un acto que tuvo lugar en el mismo escenario del teatro. El Cervantes pasaba entonces a ser propiedad del Ayuntamiento.

Se procedió pues a la ampliación y rehabilitación del coliseo de la ciudad. El arquitecto José Seguí se encargó de una restauración que afectó a la fachada principal del teatro, al patio de espectadores, a la zona del escenario y al edificio anexo de los camerinos. Con las obras se añadieron camerinos, se amplió el foso y se espaciaron las filas. Además, se propone la conversión de la calle Ramos Marín en peatonal, así como la ampliación de la Plaza de Gerónimo Cuervo. A la vista de todos está, esta consideración será una realidad.

Seguí rescató cada detalle del Cervantes, a partir de fotografías antiguas. Sin embargo, y esto fue petición explícita de Aparicio, el tapizado de los 1.104 sillones debía ser azul, en lugar del granate tradicional: «Al presentar la obra a la prensa malagueña, eufórico por tanta belleza, llamé 'azul Cervantes' a aquel color que teníamos ante nuestros ojos», explicó entonces Pedro Aparicio. Más de 32 años después, el director del Cervantes, Juan Antonio Vigar, asegura que el color de los asientos es de los símbolos más característicos del que ya se conoce como el Teatro Azul: «Si algo ha caracterizado al Cervantes durante este siglo y medio ha sido la tradición y la identidad».

El nuevo Teatro Cervantes se inauguró un 6 de abril de 1987, con la presencia de la Reina Sofía, ataviada con un traje azul: «Como puede usted ver, he venido de azul Cervantes», le confesó a Aparicio. En aquella ocasión, sería la Orquesta Sinfónica Ciudad de Málaga la que estrenara las tablas del renovado teatro, con la interpretación de La Creación, de Joseph Haydn. En los primeros días de funcionamiento se desarrollaron los cinco tipos de espectáculos a los que dedicaría su actividad el Cervantes: música, ópera, zarzuela, teatro y ballet.

Desde su rehabilitación, el Cervantes ha sido testigo de infinidad de espectáculos y representaciones. Concha Piquer, Lola Flores, Carlos Cano, Marifé de Triana, Rocío Jurado, Antonio Molina, Juanita Reina, Monserrat Caballé y numerosos actores, bailarines y músicos más han pisado sus tablas. Boquerones como Carlos Álvarez, Pablo Alborán, Pasión Vega o Vanesa Martín han actuado en su escenario. A día de hoy, el telón de este coliseo está casi siempre en movimiento y apenas quedan días en el calendario de actuaciones, asegura el equipo del teatro.

Atrás quedó ya aquella época en la que la plantilla del Cervantes se limitaba a cinco trabajadores. ¿Qué decir de aquellas hojas de taquilla que se escribían a mano? Función, número de abono, obra€ Rafael Godoy fue uno de esos primeros trabajadores del teatro: «Ninguno sabíamos nada de teatro. Fuimos adquiriendo experiencia y hoy nos tienen en consideración en toda España».

La larga trayectoria del emblemático teatro cobra vida en las experiencias de sus trabajadores. Como aquella vez en la que una actriz robó un cordero porque los técnicos, con sorna, habían propuesto hacer una barbacoa con él. «Se lo llevó para salvarlo, nos tuvo horas buscándolo», recuerda Rafael.

Como estas, miles. Infinidad de anécdotas que han llenado de vida cada rincón del Cervantes. Porque cuando el objetivo es llegar a tiempo a levantar el telón, todo puede pasar. Y todo apunta a que las paredes del coliseo de la cultura malagueña seguirá albergando millones de historias más. Seguirá siendo la casa de aquellos que acudan a ella para soñar y seguirá dándole alas a la ciudad. Porque una vez se dijo que nunca más nuestra ciudad sin teatro. Nunca más Málaga sin alas. Y así será.