Dejábamos la semana pasada un rincón de La Trinidad que por sus intensos verdores, plantaciones, trechos y trochas, parece extraído de los Alpes austriacos, cuando en realidad, se trata de un solarcito, en estado de barbecho desde hace cerca de tres lustros.

Asomado a calle Velarde y a tres calles más, pese a su veteranía ha driblado el Registro Municipal de Solares, única forma de que este tipo de agujeros negros inmobiliarios se transformen en viviendas, plazas o equipamientos a la mayor brevedad posible.

La experiencia positiva con un solar del Perchel (calle Agustín Parejo) en parecidas circunstancias y unos kilos de basura de más, a cuyo propietario acaba de llamar la atención la Gerencia de Urbanismo, nos anima a incluir el de la calle Velarde en esta sección.

Pero dejábamos este enclave a medias si sólo nos deteníamos en el solar recién salido de Innsbruck. Una de las calles de la parcela está dedicada al gran Sebastián de Covarrubias, capellán de Felipe II y que publicó uno de los mejores diccionarios de español de la historia, el Tesoro de la Lengua Castellana.

En esta obra, don Sebastián nos informa de que un «sandio» es un «hombre fuera de su juicio». Y con poco juicio y seso podemos calificar todo lo que uno o varios bípedos han perpetrado en el pasaje del terror de la calle Covarrubias, y eso que linda con tres queridos edificios de Málaga llenos de historia.

Porque esta calle da a la parte trasera del Convento de clausura de Nuestra Señora de la Paz, de las monjas clarisas, a la iglesia de la Santísima Trinidad y también a la tapia del antiguo convento de la Trinidad.

Pues todo este conjunto histórico monumental no ha sido suficiente para que la calle deje de parecer el plató donde se rodó el 'Thriller', de Michael Jackson. Más parque temático de zombis que vía de una ciudad que renace gracias a la cultura, a nadie extrañará ver por estos andurriales a un muerto viviente desharrapado y con ganas de merendarse un brazo.

El abandono, hiriente, se aprecia en el convento de clausura y en la iglesia, literalmente acribillada a pintadas y con especial virulencia en la puerta trasera de la parroquia, que exhibe una versión bastante chunga de un cuadro de Pollock.

¿Tienen alma estos desalmados? En todo caso, demuestran la misma sensibilidad por el arte y la historia de su ciudad que un tronco seco.

El pasaje del terror se completa con la vecindad de un solar reverdecido y un final de la calle Covarruvias en el que las aceras han desaparecido y en su lugar avanza una lengua de tierra y arbustos. A un lado, un muro de cemento, rematado con concertinas de las que pinchan y al otro, la vieja tapia del antiguo convento, con pintadas sobre piedras quién sabe si colocadas allá por el siglo XVI o XVI... lo mismo, contemporáneas del tristemente homenajeado lingüista castellano.