«En España no hay una mezquita como esta, es de una singularidad absoluta y es más, es un edificio que podría ser perfectamente Patrimonio de la Humanidad». Así de contundente se expresa el doctor en Historia Virgilio Martínez Enamorado, autor de la obra 'La mezquita de Lamaya. Un proyecto urbanístico de los Omeyas en la Vega de Antequera' (Editorial La Serranía).

El libro emplaza en la Historia y la Geografía de la España andalusí una construcción en el término municipal de Antequera pero a sólo 5,5 km. de Campillos y a 4 de Sierra de Yeguas, con la Laguna de Fuente de Piedra y Bobastro en las inmediaciones.

Presente en los documentos cristianos desde el siglo XVI, cuando era conocido como 'Las Mezquitillas', no fue hasta 2006 cuando la evidencia de su nombre se constató en una monografía del profesor de la UMA, Carlos Gozalbes Cravioto, que demostró que el cortijo era una antigua mezquita. A raíz de este descubrimiento, dos años más tarde fue declarado BIC.

Lo que hace el nuevo libro de Virgilio Martínez Enamorado, uno de los grandes expertos sobre el pasado islámico español, es localizar las raíces históricas del edificio y hasta darle nombre, 'la mezquita de Lamaya', en una obra que ha sido posible gracias al propietario del BIC, José María Alcaide, a quien el historiador quiere agradecer su apoyo y sensibilidad.

El libro descarta que el edificio sea una mezquita rural, no sólo por sus dimensiones, «una cuarta parte de la Mezquita de Córdoba» y con capacidad para unas 700 personas, sino también por sus materiales, espectaculares sillares que nada tienen que ver con las modestas mezquitas rurales. Además, sus medidas (28,25 metros de lado en la sala de oración) demuestran, señala el historiador, que el módulo empleado fue el codo mamuni cordobés.

La teoría de Virgilio Martínez Enamorado, fundamentada en las fuentes clásicas árabes, es que fue un proyecto del primer tercio del siglo X del propio Abderramán III, todavía en su época de emir, cinco años antes de proclamarse califa.

Entre los textos árabes que lo demuestran está una crónica del siglo XI del historiador cordobés Ibn Hayyan, que describe las operaciones de Abderramán III contra la ciudad «extraviada» de Bobastro, la del rebelde Omar Ben Hafsún, aunque en esa época ya ha fallecido y la revuelta la continúan sus hijos.

En ella se habla de que el emir mandó construir una «al-Madina», una ciudad, y que acampó «por la parte de Lamaya», en una zona próxima a la cora (división territorial musulmana) de Takurunna.

Para el investigador, esta y otras fuentes árabes medievales «encajan clarísimamente» con la mezquita y su emplazamiento y demuestran que Abderramán III tuvo la intención de crear «una ciudad palatina» que dejara constancia del poderío Omeya frente a los rebeldes de Bobastro, además de su función militar para ahogar a la ciudad 'extraviada'. En este sentido, una de las hipótesis de la obra es que pudo albergar un campamento militar, lo que explicaría la falta de evidencias arqueológicas.

La mezquita además se encontraba en el punto limítrofe entre las coras de Takurunna -cuya capital estaba, según el investigador, en Nina (medina) Alta, cerca de Teba- y la cora de Rayya, cuya capital era Málaga, pero además en el límite con el distrito autónomo de la actual Estepa, que también pertenecía a Rayya. Lo curioso es que, pasados los siglos, la mezquita de Lamaya continúa emplazada en parecida intersección de términos municipales, lo que demuestra la supervivencia de la división territorial de la Málaga musulmana.

Con respecto a por qué el proyecto no continúo, el historiador cree que Abderramán III lo abandonó «cuando ve que la revuelta ha terminado y cambia de perspectiva: esa ciudad palatina decide construirla en Córdoba, en lugar de hacerlo en mitad de la nada». La ciudad palatina cordobesa sería nada menos que Medina Azahara.

Como destaca, y a la espera de las excavaciones arqueológicas, a Virgilio Martínez Enamorado no le cabe la menor duda de que la mezquita de Lamaya «se podría reconstruir perfectamente porque es de una solidez impresionante». El proyecto, estima, daría muchos puestos de trabajo por su excepcionalidad.

«Una obra como esta sólo lo puede hacer un Estado y además un Estado consolidado». Los Omeyas, a punto de iniciar la edad dorada del Califato de Córdoba.