La vida de Santos Agrela lleva ligada a la Medicina desde hace unos 38 años. En su consulta del Centro de Salud de la Trinidad, este médico de familia trata a menudo con cuadros de ansiedad que requieren una atención pausada y fuera de la vorágine diaria. Escuchar al paciente es la terapia esencial.

¿Son ahora más frecuentes las consultas por ansiedad?

Es una patología en aumento. Y pienso que el grado de aceptación de la población de este tipo de síntomas es también cada vez menor. Es una mezcla del crecimiento del problema y, por otra parte, de la mala tolerancia a esta situación de ansiedad. Cada vez más cuando tienen un síntoma o alguna molestia inmediatamente intenta buscar una solución, a veces milagrosa, rápida, fácil y sin tener que esforzarse mucho.

¿Se puede deber al factor social, a los nuevos modelos de vida...?

Es un poco inherente a la deriva de la sociedad actual, que piensa que hay solución para casi todo, cosa que lamentablemente no es cierta. Ocurre también con la dieta, que buscan la dieta mágica, algo que le haga perder peso rápidamente y con poco sufrimiento. Pero cambiar los hábitos de vida es otra cosa. Esto es trasladable a la ansiedad, donde la solución pasa, en gran medida, por que la gente aprenda a desarrollar mecanismos para poder controlarla. En muchas ocasiones, podrán hacerlo escuchando música, haciendo deporte, leyendo...

¿Qué lo desencadena?

La ansiedad en la mayoría de los casos es reactiva a alguna circunstancia, es adaptativa. Se tiene ansiedad porque algo lo está condicionando. La desaparición de la causa hace desaparecer al síntoma. En algunos casos, no siempre, que desaparezca la causa depende de ellos, que ellos modifiquen su actitud ante la vida. Y hay un grupo importante de personas que, como norma general, en lugar de intentar combatir el eso, se refugia en un ansiolítico.

¿El hecho de buscar la pastilla puede darse también por una mala recomendación?

Es multifactorial. Estoy convencido de que en algunos casos posiblemente hay una mala indicación. Todos los ansiolíticos tienen dos fenómenos, el de la tolerancia; nuestro organismo se acostumbra a él de manera que llega un momento que no hace ningún efecto y el de adicción; son medicamento adictógenos, una vez que lo tomamos, nuestro cuerpo los necesita. Es como una droga. En un plazo relativamente breve, no más allá de ocho semanas, estamos tomando un medicamento que ya no nos resuelve el problema pero somos incapaces de dejarlo. Es una especie de callejón sin salida.

¿Es la terapia la salida más sana?

Efectivamente. Esto requiere conversación con su médico de familia. En casos puntuales, cuando esto es insuficiente, requiere acudir a un psicólogo. Requiere hablar con los amigos, hacer deporte, escuchar música, leer... luego cada persona, en su esquema de valores y de sus creencias, habrá personas que les pueda reconfortar determinadas colaboraciones con ONG, que encuentran cierto refugio en la religión, todo esto es bueno y es defendible. Esto no quita que haya situaciones requieran tratamiento.

¿Pueden provocar las redes sociales y la cultura del postureo ansiedad en los jóvenes?

Siempre puede influir. No obstante, creo que ahora el mayor motivo de ansiedad en los jóvenes es la situación laboral por encima del problema de las redes sociales. Las redes sociales son como un escaparate. Tengo que aparentar para ser aceptado en el grupo, sobre todo en adolescentes.

¿Considera a la ansiedad una patología moderna?

A lo largo de la historia ha habido motivos para que las personas estén intranquilas, inquietas, nerviosas, preocupadas... y todos esos sentimientos cuando llegan a un punto que nos desbordan y somos incapaces de manejarlos, les ponemos un cuño, una palabra que se llama ansiedad.