¿Qué papel debe desempeñar una diputación provincial en un entramado de la administración pública que muchos consideran atomizado en exceso?

Puede y debe jugar hasta tres tipos de roles distintos. En primer lugar, una diputación tiene la capacidad de impulsar proyectos de carácter provincial que ayuden a vertebrar el territorio, a ofrecer servicios públicos para el conjunto de la provincia que de otra forma quedarían desatendidos, bien porque la comunidad autónoma no llega hasta determinados niveles; bien porque determinados ayuntamientos, por su tamaño y presupuesto, son incapaces de liderar proyectos que trasciendan las fronteras del municipio.

En segundo lugar, es una institución que puede actuar de catalizador, de pegamento entre diferentes administraciones. A pesar de que cuenta con un presupuesto limitado, si las cuentas están saneadas, como es el caso de la Diputación de Málaga, hay capacidad de invertir y de atraer otras voluntades políticas.

Y en tercer lugar, es una administración clave para los medianos y pequeños municipios, que requieren de un refuerzo para poder dar cobertura a servicios públicos básicos que no alcanzan a ofertar por sí solos dados los límites presupuestarios.

¿Es la institución que usted preside el «pueblo de los pueblos»?

Es una institución que concibe la provincia de Málaga como una unidad, por lo que impulsa proyectos en todos los municipios, sean grandes o pequeños, siempre y cuando sean de utilidad para todos los malagueños; pero que también atiende las necesidades particulares de los municipios. Diría que es una institución que hace más y mejor provincia.

¿Cómo se distribuyen las inversiones, en base a la densidad poblacional o hay otros criterios?

La densidad poblacional es uno de los criterios más objetivos, pero con matices, ya que hay que meter índices correctores para sobredimensionar aquellos pueblos que tienen muy pocos habitantes.

No obstante, creo que una institución como la Diputación debe ser muy flexible y tener capacidad de atender las necesidades o coyunturas especiales del territorio, como por ejemplo se ha hecho con las últimas ayudas aprobadas para los pueblos, donde se ha tenido como criterio el hecho de haber sufrido daños en las inundaciones de 2018 y 2019.

¿Es complicado gestionar una provincia compuesta por comarcas muy potentes, con grandes ciudades cada una?

El reto está en saber aunar, coordinar las potencialidades de cada una de esas comarcas y grandes ciudades para que los beneficios, sean económicos o sociales, repercutan en el conjunto de la provincia. Si no, se cae en el riesgo de no corregir desequilibrios territoriales que cualquier provincia sufre, normalmente por una cuestión demográfica.

En 1979, los políticos definieron objetivos muy básicos para cada municipio: que tuvieran su instalación deportiva, su piscina, su centro cultural... ¿Se han cumplido los objetivos? ¿Qué horizonte se marca ahora la Diputación Provincial?

Las cosas han cambiado radicalmente y los ciudadanos esperan de su ayuntamiento una variedad de servicios y prestaciones públicas que van mucho más allá de lo que se esperaba de ellos en 1979. Cuando un ciudadano tiene un problema no acude a la Diputación, a la Junta de Andalucía o al Gobierno; acude a su ayuntamiento; y el resto de administraciones debemos ser los suficientemente permeables para saber dar respuesta a esas necesidades, incluso aunque sea a través de los ayuntamientos.

¿Les afecta el problema de financiación que tienen otras administraciones?

La financiación local es ciertamente mejorable. Es verdad que hubo un desarrollo profundo en cuanto a la financiación autonómica; pero después no se continuó y quedó pendiente la transferencia de fondos para que los ayuntamientos a su vez fueran más autónomos y tuvieran mayor capacidad de gestión.

Gobernar en coalición, ¿qué tipo de reto representa?

Aunque a priori no pueda parecerlo, creo sinceramente que es una ventaja, porque cuando gobiernas solo, sin una voz interna que discrepe, es más fácil cometer errores. El hecho de que en el seno de un equipo de gobierno haya más sensibilidades políticas, hace que muchas de esas decisiones se enriquezcan. Con capacidad de diálogo y consenso no supone un reto gobernar en coalición.

¿Últimamente han incidido en el problema de la despoblación: ¿hasta qué punto es preocupante en Málaga? Qué medidas van a adoptar para frenar este fenómeno?

Hemos elevado la lucha contra la despoblación hasta convertirla en una prioridad máxima, porque creemos que para hacer más provincia es necesario conseguir que en Málaga se pueda vivir igual de bien en una gran ciudad que en un pequeño municipio.

Partiendo de esa base, estamos trabajando en una estrategia transversal en la que afrontar el problema de la despoblación sea una cuestión presente en cualquiera de las competencias que desarrolla la Diputación. Por ejemplo, a través de la Gran Senda, potenciando el turismo rural y de interior; o con Sabor Málaga y el apoyo a la industria agroalimentaria, con especial recorrido en el interior de la provincia.

También se trabaja ya en el Plan Viable, que plantea la mejora de las comunicaciones por carretera entre los pequeños municipios; o el plan de primera oportunidad, que pone el foco en el emprendimiento rural.

La despoblación es un reto que afrontar porque amenaza la existencia de nuestros pueblos, y en ellos reside parte de la identidad y de las raíces de lo que somos. Málaga es una provincia de grandes ciudades, pero también de pequeños pueblos con calles empedradas y paredes encaladas. Intentemos conservar las dos realidades.

¿Cuestiones como la desigualdad económica, el desempleo, el acceso a los recursos energéticos, al agua, o el cambio climático ¿son cuestiones que trascienden el papel de la Diputación o pone su grano de arena?

Sin duda pone su grano de arena, porque a pesar de que las competencias son limitadas, gracias a una buena gestión desde hace años, la Diputación cuenta con margen para invertir y hacer actuaciones que incidan en todos esos aspectos. Desde esta institución se impulsan planes de empleo; y también se lucha contra el cambio climático. La Diputación de Málaga lleva más de 300.000 árboles plantados en los últimos años a través de la iniciativa Málaga Viva, y nuestro reto es llegar a un millón.