La Vanessa de hoy nada tiene que ver con la Vanessa de hace dos años. Su forma de ser, su rutina y sus metas han cambiado completamente. Ella, como gitana que es, -y con orgullo- está casada desde joven y tiene tres niños a los que adora. Aunque eso no es todo. A sus 34 años, su vida se divide entre los estudios, su familia y su deseo de ayudar a todas las mujeres gitanas a seguir sus pasos en el mundo académico.

Su vocación es clara, «ayudar a mujeres de mi misma situación», cuenta. «La llave de la cultura gitana es la mujer y si somos la llave, somos el motor del cambio», explica Vanessa. En ese instante, nacería el proyecto solidario para ayudar a gitanas a seguir estudiando. «Yo apuesto por el cambio, porque las mujeres gitanas tengan una educación igualitaria desde pequeñas», sentencia.

Vanessa recorrió un camino de obstáculos para poder estudiar. En 2017 decidió que quería formarse y se preparó por su cuenta, pero con apoyo de su familia y amigos, las pruebas de la ESO en solitario y ahí pensó que pararía, pero todo lo contrario. Actualmente está en segundo curso del Grado de Trabajo Social en la UMA.

Su meta se materializó en mayo de este año con la creación de la asociación Dosta, cuyo nombre simboliza un cambio en la situación actual. Actualmente, la asociación presta su servicio a 23 mujeres y dos hombres y cuenta con cinco voluntarios que, de forma altruista, dan clases a los alumnos «de corazón», afirma Vanessa. Las clases están orientadas a las pruebas de la ESO, Grados Superiores y la Universidad.

Hasta ahora, impartían diez horas semanales repartidas entre los días lunes, miércoles y viernes, en una de las aulas del colegio Ángel Ganivet, pero han tenido que suprimir las clases del viernes, cuando se impartían las clases de matemáticas por motivos de espacio.

Esta situación, a pesar de dificultar la labor de la asociación, no ha diluido el éxito que posee Dosta. Vanesa puede presumir que dos de sus chicas han conseguido terminar la ESO, continuando sus estudios en bachiller y en un ciclo formativo de Auxiliar de Administración, «todo esto en solo dos meses», subraya la presidenta. En Dosta, todas las mujeres tienen su hueco. En estos momentos, la asociación la conforman mujeres desde los 18 hasta los 45 años. «Es la edad en la que se sienten más libres. Tienen más tiempo para ellas», comenta Vanessa.

Un hecho que, aunque carezca de importancia en la sociedad, para ellas, como gitanas, es muy importante. Según un estudio realizado por la Fundación Secretario Gitano, el 64% de los estudiantes de etnia gitana abandonan los estudios, situándose la media nacional en este aspecto en un 13%. «Es muy importante que esto se valore, que reciba la visibilidad», recalca Vanessa.

Una de las razones por las que decidió fundar Dosta, era para cambiar la situación académica de la etnia gitana. Que estos jóvenes, sobre todo las mujeres, «vieran a referentes» para que «vean que se puede llegar» que pueden cambiar el futuro que la propia cultura les tiene reservado por tradición. «Todos esos mitos hay que romperlos. Yo siempre les digo que el miedo de ser diferente por estudiar en la cultura es mentira. Pienso que cuanto más estudie una gitana, más gitana es», sentencia.

Cuenta que, cuando entró a la universidad, echó de menos a alguien como ella, una gitana con la que hablar «de tú a tú», con la que compartir una historia. «A mí me duele», afirma. Por ello, sigue luchando para llegar a todas las mujeres de la provincia y que sepan que, a pesar de los obstáculos, pueden con ello. Vanessa no es la que se rinden fácilmente, al contrario. «Si consigo un cambio en dos gitanas por año, por qué quedarme en casa si sé que puedo hacerlo. Me niego rotundamente», sentencia.

La asociación no recibe ayuda de ninguna institución, aunque agradece a la edil Gemma del Corral la aportación de 1.000 euros provenientes de la recaudación del Cementerio San Miguel, con los que han podido comprar un ordenador, impresora y bono bús, cosas «realmente necesarias». A pesar de los obstáculos, Vanesa no piensa rendirse porque es una luchadora. Como buena gitana, se debe a su gente y no parará en su labor para construir una sociedad mejor no solo para ella, sino para todas las mujeres que desean seguir estudiando para construirse a sí mismas.