Primero o segundo. Campeón de grupo o subcampeón. El Unicaja aprovechó el regreso de la Eurocup, tras el parón de dos semanas, para sumar su triunfo más cómodo en lo que va de curso, el séptimo de la temporada europea, que le deja muy cerca del objetivo de acabar en lo más alto de este grupo D continental.

Este mismo miércoles puede ser matemático ese liderato final si es que el Galatasaray (su único rival ya por la primera plaza del grupo) pierde en su visita al Buducnost de Montenegro. En caso de que los otomanos ganen en Podgorica, entonces el Unicaja deberá rematar la faena el martes de la próxima semana ganando en la pista del Dolomiti Trento. Ojalá no sea necesario. Por si acaso...

Los cajistas no sufrieron ni un poquito esta vez frente a un Oldenburg que llegó al Carpena con sus opciones matemáticas intactas de disputar el liderato continental a cajistas y estambulís, pero que tuvo que jugársela en el día «d» y a la hora «h» demasiado mermado por las bajas. Y es que sin la amenaza exterior de Tyler Larson y sin su pareja interior titular Boothe-Mahalbasic, los alemanes fueron una caricatura en manos de los de Los Guindos. Sinceramente, creo que nunca creyeron en sus opciones de poder dar la sorpresa y que se subieron al autobús, en la puerta de su hotel, para ir al Carpena, rendidos de antemano.

El Unicaja estuvo bastante bien. Habría que preguntarse cuánto fue por mérito propio y cuánto fue por demérito ajeno. Pero lo cierto es que ofensivamente el equipo estuvo súper, rozó los 50 puntos al descanso (48) y firmó la friolera de 108 al final de los 40 minutos, que tiene su mérito y es noticia en una temporada en la que anotar ha sido un suplicio demasiados días.

Tras su impactante debut liguero del sábado, Darío Brizuela también se estrenó con la casaca verde en Europa. Esta vez su irrupción desde el banquillo no fue tan decisiva para el triunfo final, pero su aportación sí que valió para sumar cositas, que es para lo que ha venido, sobre todo en el juego de ataque.

Fue un partido con muy poca historia. El Unicaja se puso 14-6 en el arranque y al final del primer cuarto mandaba 23-14. Los verdes dominaron en ambos tableros, corrieron, movieron bien el balón y solo la salida desde el banquillo de Gerry Blakes les permitió a los germanos agarrarse mínimamente al partido, tras los 10 primeros minutos.

La diferencia fue a más. Casimiro rotó su banquillo y encontró en Gerun, por dentro, y en Brizuela, en el perímetro, dos anotadores fiables en el segundo cuarto. La diferencia se fue a +14 (28-14), +15 (39-24), +16 (46-30)... El partido alcanzó el descanso con 48-37 y la sensación generalizada de que todo el «pescao» estaba vendido.

Por si quedaba la más mínima duda, el Unicaja salió desatado en la segunda parte. Un parcial de 14-3, primero, y de 22-5, después, dinamitó definitivamente el marcador, con el 70-42 que reflejaba el electrónico a 6:17 del final del tercer cuarto. La ventaja fue a más y a más. Hasta por 34 llegaron a mandar los verdes al llegar el minuto 30, 88-55. ¡¡41 puntos anotaron los verdes en esos 10 minutos!! Brutal.

El último cuarto quedó como una anécdota en la que lo único que estaba en juego era saber hasta dónde llegaría la diferencia a favor de los costasoleños (+40) y hasta qué dígito llegaría la anotación al final del partido (108). Eso sí, también hubo tiempo para que Aleksa Avramovic se sintiera protagonista, jugando los últimos 5:57 del partido.

Hoy toca mirar de reojo a Montenegro. A las 19 horas arranca en la Sala Moraca de Podgorica ese Buducnost-Galatasaray en el que los verdes «juegan sin jugar». Un triunfo local convertiría en un trámite la visita cajista de la próxima semana al Trento italiano. Una victoria de los turcos, sin embargo, obligaría a un nuevo esfuerzo el martes de la próxima semana en Italia, para no tener que depender de resultados ajenos. Es verdad que ser campeón de grupo no garantiza nada, pero mola.