Las ‘aldeas’ de Aldeas Infantiles SOS existen, las ideó el fundador de esta ONG, el austriaco Hermann Gmeiner, para, al final de la II Guerra Mundial, «unir mujeres que se habían quedado sin hogar y niños sin referentes parentales», recuerda Antonio Rodríguez Carmona. Este gaditano de 36 años, que ha trabajado con Aldeas Infantiles en Granada y Costa Rica, señala que en Granada existe en el Albaicín una de estas ‘aldeas’, doce casas a modo de urbanización.

En Málaga, sin embargo, se ha optado por otro modelo, porque la ONG ha ido adaptándose a los tiempos y ampliando su espectro; por eso desde 2017 en la calle Clavel de El Palo funciona el centro de día más grande de la ONG en España y el único equipamiento hasta la fecha en la provincia. Al frente está el propio Antonio Rodríguez, que explica que se trata de «un centro de prevención, porque trabajamos no sólo poniendo el foco en los niños sino también con las familias, para evitar que al final haya una separación».

Un antiguo chalé abandonado, con 900 metros cuadrados de extensión y otros tantos de terreno acogen este centro gracias a un convenio con el Ayuntamiento y a las obras de reforma de la ONG. Los servicios sociales municipales son los que envían al centro a niños y familias de Málaga Este.

Hasta la fecha, medio centenar de menores de 5 a 16 años reciben varias veces a la semana clases de apoyo escolar durante un par de horas, y cuando terminan, «trabajamos toda la parte socioeducativa, el desarrollo de las emociones, el pensamiento positivo, que es muy importante para nosotros, actividades artísticas, el huerto y también hacemos salidas de ocio y tiempo libre», resume el director del centro.

Los educadores de Aldeas Infantiles también acompañan a las tutorías de los colegios a las familias y con estas también tienen un especial seguimiento, tanto en el centro, por medio de talleres, como en sus casas.

Antonio Rodríguez explica que en estos casos, cuando la ONG visita el hogar de los niños, «trabajamos normas y límites, hábitos saludables, control emocional, comunicación entre padres e hijos...». «Trabajamos en los hogares porque el impacto es mucho mayor, tenemos mayor información y el niño se siente en su hábitat. Es una forma de crear algo personificado para ellos», detalla.

Como explica, las familias que acuden a Aldeas Infantiles «son familias con dificultad social, así que podemos entrar todos». Así, cuentan con familias de refugiados recién llegados a España; con dificultades económicas; con problemas entre padres e hijos o con progenitores que trabajan muchas horas.

Un ejemplo, el de una madre que vive sola con su hija preadolescente y a la que apenas ve por las muchas horas que trabaja. Para evitar que la niña terminara desligada de la madre, con malas compañías y malos hábitos, los educadores de Aldeas Infantiles tratan de crear puntos en común entre madre e hija, para lograr que vayan juntas de senderismo, al cine, al teatro, a dar un paseo. Prevenir antes que curar. «Las familias ya saben que estamos aquí», recuerda el director.