Aseguraba el gran Benito Pérez Galdós, casi una década después del desastre del 98, que los españoles éramos europeos nada más que por «la geografía, la ópera italiana y por el uso desenfrenado de los automóviles».

Más de un siglo después, la ópera italiana ha sido sustituida por el reguetón, continúa el uso desenfrenado de los automóviles y en cuanto a la geografía, algunos chamanes identitarios quieren que África, en lugar de comenzar metafóricamente en Los Pirineos, lo haga en la frontera entre Tarragona y Teruel.

Sin embargo, hoy también podemos asegurar que pocas diferencias hay entre ciudadanos españoles, portugueses, alemanes y franceses. También en el plano municipal, actuaciones que hace 30 años nos parecerían dignas de un cantón suizo o de una ciudad sueca, son el pan de cada día en Málaga.

Es el caso del rincón de Ciudad Jardín esbozado ayer, el último tramo a cielo abierto del arroyo de Quintana, que ha pasado de recordarnos un infecto fangal -a modo de campo de batalla de la I Guerra Mundial- a transformarse en una zona verde adaptada al cauce de un arroyo, con pinos, cipreses y plantas crasas.

De paso, con esta estupenda actuación municipal se ha ‘consolidado’ ya la escalera que, junto al Puente de los Once Ojos, conecta esta parte de Ciudad Jardín con el Cortijillo Bazán.

Antes del invento, años atrás, lo que había era un sendero de tierra que los vecinos debían subir emulando a las cabras. La escalera ‘europeizante’ ha mejorado mucho el panorama y desde ahí se puede admirar la zona verde que desciende en bancales y que sustituye al fangal.

El nuevo espacio del arroyo aprovecha además las pendientes del terreno para plantar al final un parque infantil, aderezado con tres chorraeras que no acaban con el personal en Melilla -como ocurría con el famoso tobogán de Estepona- sino que depositan a los niños a los pies del invento y sin matauras.

Lo que la reciente inauguración de este espacio ha causado, denuncia la Asociación de Vecinos de Cortijillo Bazán, es un desbarajuste en el mantenimiento, porque como explican, hasta su inauguración, la zona verde más próxima al barrio, la que desciende en una suave loma hasta conectar con el cauce, era mantenida sin problemas y hasta cuenta para ello con riego automático, como el resto del parque.

Sin embargo, explican, tras inaugurarse este espacio y como pudo comprobar hace unos días el autor de estas líneas, la zona verde en cuestión, la más próxima a la calle Lágrima, se encontraba descuidada, sin desbrozar, sin regar y con la propina de basura y gatos.

Para dar al estreno un aspecto todavía más europeo, los vecinos piden que el riego automático se sincronice con el resto y que los jardineros vuelvan a mantener estos andurriales.