En 1705, en plena Guerra de Sucesión española, los austracistas bombardearon y tomaron Barcelona. Poco después, en 1714, todavía en plena Guerra de Sucesión, los borbones bombardearon y tomaron Barcelona.

De esta última acción bélica (no de la anterior, oportunamente olvidada) los nacionalistas han montado un parque temático y moldeado la Historia, así que de 1714 proviene la moda de poner boca abajo fotografías del actual monarca Felipe VI.

No sabemos qué brumosa afrenta histórica, debidamente manipulada por la autoridad, en este caso la Portuaria, ha provocado que la moderna Terminal de Cruceros de Málaga, la del Dique de Levante, exhiba una simbólica foto puesta al revés.

En todo caso, los cruceristas que pasan por la terminal lo tienen crudo para no verla porque la instantánea tiene la extensión de un patio de vecinos.

Hablamos de una de esas fotos de Málaga del tipo de las que,entre finales de los 60 y primeros años 70 tanto se prodigaron en los edificios oficiales de nuestra capital.

En este caso, quizás para eliminar el horror vacui de un edificio más grande que un museo de tanques, suponemos que el responsable de la decoración decidió colocar una buena vista de Málaga tomada desde el Puerto, con el loable propósito, no sólo de llenar una enorme pared, sino también de servir de primer escaparate publicitario para los miles de cruceristas que nos visitan.

Pero, como puede comprobar todo el que pasa por la Estación Marítima, la foto salió rana y no hay manera de identificar la Málaga real como no sea colocándola frente a un espejo.

Porque parece evidente que alguien se armó un lío con una noción tan fundamental para un fotógrafo como es el positivo y el negativo.

El caso es que la chapuza pasó los avispados controles del Ministerio de Fomento, del Puerto de Málaga, de la empresa concesionaria y del sursuncorda y miles de personas al año pueden disfrutar desde entonces de una gigantesca fotografía en la que, vista la ciudad desde el mar, los bloques de La Malagueta aparecen a la izquierda, mientras que el Castillo de Gibralfaro y La Alcazaba trepan por el monte a la derecha del espectador, algo que no había ocurrido desde la fundación de Malaka por los fenicios.

A no ser que la foto esconda una afrenta identitaria de amargo y oculto significado, todo apunta a que el impresor de la vista de Málaga se armó un lío padre con la instantánea e imprimió el negativo.

Lo maravilloso es constatar cómo pasan los años y ningún responsable se sonroja por la chapuza.

Qué menos que descolgar esta Málaga al revés y, o bien mandarla a surcar los mares o bien reemplazarla por otra que sirva de primer escaparate de la ciudad y no, como ahora, de coña marinera.