Las visitas al parque o las reuniones escolares son una constante en la vida de Yolanda García, madre de acogida. Su hogar nunca está vacío y siempre está impregnado de la inocencia de los más pequeños. Junto a ella y dos hijos biológicos, conviven otros tantos niños que, gracias al programa de acogimiento familiar de Hogar Abierto, pueden vivir una infancia rodeados de personas que velan por su seguridad.

Hace ya siete años que Yolanda pisó por primera vez las oficinas de la organización y, hasta el momento, ha podido acoger a nueve niños de entre cero y siete años. «Me satisface muchísimo. Hay gente a la que le gusta viajar y a mi me gusta tener niños en casa», comenta Yolanda. Desde un bebé recién nacido hasta dos hermanos de nueve y cinco años respectivamente, han convivido con ella y sus hijos convirtiendo el suyo en el hogar de todos los pequeños que necesiten ayuda.

Para ella, este ambiente no es nuevo. Desde joven ha mantenido contacto con personas que acogían a niños que lo necesitaban. «Me encantaba la labor de humanidad que hacían. Son niños que no tienen infancia y tienen muchos problemas y ellos los criaban», cuenta.

En su caso, este acogimiento es de forma temporal, hasta que los problemas familiares del niño se resuelvan y bien sus padres u otros miembros de su entorno puedan hacerse de nuevo cargo de él en unas condiciones adecuadas para el menor o tengan que ingresar en un centro. «Yo cuido al niño como si fuera mi hijo y le doy la infancia que se merece», asegura. Mientras los menores pasan por esta etapa, reciben la ayuda de psicólogos y del personal de la asociación que les ayuda a entender la situación. «Ellos saben que se tienen que ir», explica.

Hay otras modalidades de acogimiento familiar que pueden ser de tipo urgente, permanente y especializado o profesionalizado, dependiendo de las necesidades de los menores.

Las familias que se apuntan al programa no tienen conocimientos previos del menor al que van a dar un hogar. «Estamos de guardia». «Te llaman a la hora que sea y, o bien te lo trae la policía o tienes que ir al lugar donde se encuentre para ir a recogerlo y llevártelo», explica.

En un primer momento solo acogía a un niño, aunque ahora está disponible para dos. «Tengo una casa grande y no tengo problemas de sitio», explica. En un futuro no descarta adoptar. «Si algún día el niño que está en mi casa va a tener que irse a un centro, seguramente no deje que se vaya», culmina. Yolanda no está sola. Cuenta con el apoyo de su familia y, sobre todo, de sus hijos de 10 y 26 años a los que les transmite «una enseñanza humanitaria viendo que no todos los niños viven en las mismas condiciones que ellos».

A ella se ha unido una amiga con la que forma «un gran equipo». Van juntas al parque o al colegio con los niños. Opina que hay cierto desconocimiento en la población sobre el tema y, que a medida que van obteniendo información, cada vez se une más gente.«Cuando te ven, la gente se anima. Mucha gente de mi entorno se lo está planteando», dice.

Aunque al recibimiento le acompañan sonrisas, la despedida siempre es amarga. «Yo no me acostumbro a las despedidas por muchas que pase. Es una mezcla de sentimientos porque aunque sabes que no los vas a ver más, sabes que van a buen sitio», explica.

Entre lágrimas, Yolanda se acuerda de cada uno de los nueve pequeños a los que ha acogido durante estos años y recuerda el cariño y momentos que compartieron con ella, con su segunda madre. «Mami, tú no te preocupes, que yo cuando sea grande voy a venir a tu casa», esas palabras las lleva Yolanda en el corazón. Se las dijo una de sus «hijas» antes de irse con su familia.

Reconoce que, aunque muchos alaban la labor que realiza con los niños, de algunos percibe cierto recelo: «Siempre escucho la misma frase: Yo no podría hacer eso porque después no podría despegarme. Como si yo no tuvieras sentimientos... Y yo soy muy sensible. Precisamente por eso hago esto» recalca.

«Informaos, mirad y si tenéis la oportunidad, hacedlo. Es maravilloso. Yo me siento orgullosa haciendo esto, es una satisfacción porque te das cuenta de lo que ayudas a los niños. Cada uno tiene una historia y necesitan una familia», sentencia.

Yolanda es solo una de las muchas personas que, aportando su granito de arena, han colocado a Málaga como la provincia líder en acogimiento de urgencia familiar. Según datos de la Junta de Andalucía, dos de cada tres menores está con una familia que se encarga de proporcionarle los cuidados y el cariño para que puedan disfrutar de esa infancia merecida. En Málaga más de 900 niños están bajo la tutela del Estado.