El reloj acaricia las nueve y media de la mañana. Como casi todos los domingos, el autobús que va desde Parcemasa hasta el centro de Málaga campa a sus anchas, solitario, por la inacabable calle Navarro Ledesma y la Colonia de Santa Inés. Encima, no es un fin de semana cualquiera. El agravante prenavideño de la resaca y el ritual de mesa camilla y sorteo de la lotería -fijado en diciembre para este concreto día de los dos patitos- contribuyen a la amplitud del desierto de motores, que empieza en un cementerio de extrarradio y concluye poco antes de El Corte Inglés.

Esta línea de la Empresa Malagueña de Transportes (EMT), la 23, se encomienda a una terminación bonita si se atiende al empacho de bombos con el que se ha despertado la jornada. De hecho, tres de la cuatro personas -sin contar al conductor- que viajan dentro solo hablan de ello. Del reparto de euros -sonaba mejor en pesetas, diría un nostálgico- que están cacareando los niños del madrileño Colegio de San Ildefonso.

Un matrimonio, ambos con aspecto de haber perdido la cuenta de los días de la lotería navideña que ya han vivido juntos, comparten en su conversación la posibilidad de que esta vez les toque por fin El Gordo. La ilusión aflora tan intacta que a la mujer, algo más joven, que viaja a la altura de ellos en la otra hilera de asientos no le queda otra que intervenir para profanar con un soplo de verdad lo que están hablando. Cuando el 23 ya ha dejado atrás la residencia militar Castañón de Mena y se atisba en el horizonte la avenida Carlos Haya, la compañera de viaje con la que hasta entonces no habían intercambiado palabra levanta su cabeza del teléfono móvil y les arroja el jarro de agua fría dialéctico:

-"Disculpen, El Gordo ha salido ya", les dice.

-"Ah sí, ¿tan temprano? ¿en qué ha terminado?", le preguntan ambos casi a la par.

-"En 590, pero en Málaga no ha caído nada", añade sin entusiasmo.

-"Otro año más sin tocarnos, cuando se sabe así tan pronto se pierde toda la ilusión", responde con decepción la otra mujer.

-"Es normal, en El Niño siempre toca más que en Navidad", la consuela su marido con el clásico recurso que termina sonando a manido cada 22 de diciembre.

Y ahí no se detiene la charla. Unos y otros se embarcan, hasta el final del trayecto estipulado en calle Hilera, en una sarta de recuerdos algo más felices asociados a este sorteo navideño. Quizás porque para oficiar funerales ya está la primera parada de la que salió el 23. Y también por aquello de que no se debe llorar antes de tiempo. Pese a que El Gordo huyó otra vez de su territorio, Málaga no salió tan perdiendo como se esperaba desde que a las 09.19 horas se cantó el segundo Gordo más tempranero de la historia.

Todo sea dicho, la provincia resultó bastante agraciada en esta porción del calendario que amanece con un anhelo de yates, chalets y viajes en boca de muchos de los mismos que, por la tarde, conmemoran el Día Mundial de la Salud. El 22 de diciembre toca hablar de dinero y de salud. Hasta hay quien se toca el bolsillo de la camisa que tenía reservado para el 'taco' de dinero y se señala el corazón para festejar que no necesita ir al cardiólogo o que es afortunado en amor, ante los décimos y participaciones que ha hecho trizas.

Segundo, tercero, cuartos y quintos

Aunque El Gordo no lo hiciera, las restantes categorías de premios se posaron sobre esta geografía mediterránea. Cuatro quintos premios le salpicaron a diversos establecimientos de la provincia. Al primer cuarto se le cruzó 'El gato negro' y retó a las supersticiones guiñándole a al céntrico y emblemático despacho de la calle Granada de la capital malagueña. Y el segundo cuarto fue vendido en la paradisiaca Playamar torremolinense. El tercer premio se detuvo en Ronda y el núcleo benalmadense de Arroyo de la Miel. Y el segundo, que salió dos horas y cuarto después de El Gordo, también fue gatuno. Reincidió, por segundo año consecutivo, en La gata loca. En una administración de Málaga capital con nombre que no deja indiferente a nadie. Está situada en la calle Catapilco. En el distrito de Carretera de Cádiz, por la zona de Puerta Blanca. Cerca del barrio de La Paz y de las canastas de Los Guindos en las que decenas de niños y niñas sueñan despiertos, ataviados con una camiseta verde de tirantas y abrazados a una pelota naranja.

Quién iba a decírselo a aquel apesadumbrado matrimonio del 23 y a su informada compañera de viaje. El Gordo que no tocó en el autobús, ni en ninguna administración de la provincia, cambió el pesimismo por la celebración y el azar arrojó una nada desdeñable lluvia de billetes. A los malagueños les ha ido mucho mejor que otros años que no quedan tan lejanos. Basta con admirar la galería de instantes. Los loteros y sus clientes derramaron champán a la luz de un domingo que mantuvo muchas administraciones cerradas a cal y canto, hasta que les sonó la voz aflautada de los 'joselitos' y 'marisoles' de San Ildefonso.