En nuestros días, conceptos como los derechos, la justicia, o las libertades del ciudadano se encuentran ampliamente extendidos y consolidados en la sociedad. Sin embargo, hubo una época en la historia más oscura, donde la justicia y la supervivencia del individuo no se decidían de otra forma que no fuera esgrimiendo una espada. Sobre este contexto y sus técnicas de lucha divulga Patricia Castañeda, creadora de la Constantia Historical Fencing School, en el Puerto de la Torre.

«Siempre lo digo, cuando se entra por la puerta me da igual el género, procedencia y todo. En el momento en el que te pones una careta, eres uno más», dice Patricia, que es la primera y única mujer instructora de la Federación Española de Esgrima Histórica. A este organismo pertenece la escuela Constantia, que creó ella misma hace un años y tres meses.

Su labor no se centra únicamente en enseñar a sus alumnos a blandir una espada como se hacía en la época medieval, detrás de ello hay un importante trabajo de documentación: «Me dedico a recuperar las técnicas de combate de los caballeros de hace 600 o 700 años, y es complicado, porque tengo que interpretar una gran cantidad de códices y manuales antiguos, escritos en una lengua muerta como es el alto alemán».

La disciplina que se imparte en esta escuela se enfoca en la tradición de un maestro de armas llamado Johannes Liechtenauer. Existen pocos indicios sobre la vida de este maestro alemán, pero lo que sí dejó fue un legado de diecisiete discípulos que transmitieron sus enseñanzas, la conocida como Hermandad Liechtenauer. La curiosidad reside en que cada uno de ellos describió posteriormente en manuscritos las mismas técnicas de espada larga, por lo que se da por hecho que este maestro existió.

«Esas técnicas son las que aplicamos aquí», explica Patricia. Su forma de entender la esgrima es la supervivencia, y no cómo se comprende a partir del s. XVI, cuando se empieza a deportivizar: «A partir del 1500 se convierte en un entretenimiento para resolver disputas políticas o judiciales, eso a mí no me interesa. Cuando agregas cosas de más a algo pierde su esencia, y la esencia de esto es que hace cientos de años la gente sobrevivía aprendiendo esgrima».

Métodos

Las clases tienen una duración de dos horas. Mientras suena una música típica del medievo, los alumnos llegan y se sirven el té. Los primeros quince minutos se dedican a explicar lo que se va a realizar en la clase y su contexto. A continuación se realiza el calentamiento, y finalmente los aprendices toman la armadura y la espada para empezar con la práctica. Los últimos veinte minutos se reservan para los «asaltos de estudio», una simulación de duelo real donde se emplean los movimientos aprendidos durante las clases.

Pero el acero no se esgrime el primer día, sino que se instruye con espadas de nylon o madera: «Son simuladores que respetan peso y proporción, no es una espada, pero es lo más parecido y es menos lesivo», explica Patricia. «Las armaduras que utilizamos son chaquetas de protección, de tejido específico, es importante siempre que tenga un distintivo que indique que no es perforable a una fuerza determinada, al igual que las máscaras».

En cuanto a la organización de las clases, en esta escuela no existen los niveles, sino que cada alumno tiene un seguimiento individual. «Yo tengo mi carpeta, donde sigo y examino a los alumnos, por lo que sé en qué punto está cada uno», dice Patricia, quien destaca que cada uno de los ejercicios está adaptado a la capacidad de la persona.

«Nos gusta que lo que hacemos sea accesible al público», afirma Patricia Castañeda sobre los seminarios abiertos que tienen eventualmente, como el celebrado hace unos meses en el Castillo Sohail de Fuengirola, o el de hace unos días en el Jardín Botánico de Málaga. Como concluye la maestra de armas de la Constantia School, «es una actividad que no mucha gente conoce y que contiene una riqueza cultural maravillosa».