A Antonio Lara Villodres, investigador y experto en heráldica, le pusieron sobre la pista un historiador y un viejo artículo de prensa.

El historiador, Victor Manuel Heredia, le consultó hace tiempo sobre una foto en la que se apreciaba un escudo de mármol blanco. Lo curioso es que el emblema en cuestión se encontraba en la portada de piedra de una urbanización de San Pedro de Alcántara. «Pero a mí me sonaba, y resulta que me aparece en una foto del Archivo Temboury, y que pertenece al convento de las Recoletas Bernardas, las de calle Beatas».

En cuanto al artículo de prensa, del periódico Ideal, de marzo de 1970, llevaba por título «Siguen desapareciendo monumentos y edificaciones artísticas», iba sin firmar y se lamentaba de que en Málaga, junto a las iglesias de la Merced y San José, la especulación urbanística de esos años se llevara por delante «muchas casas y edificios señoriales». Uno de ellos, «un viejo convento en la calle de Beatas», del que informaba, «ya apenas sí quedan sus cuatro muros maestros y su magnífica portada de pie (...) ¿por qué no se pone coto a todo esto?».

Antonio Lara indagó en el edificio en cuestión, en su día el número 9 de la calle Beatas, y descubrió que fue un palacete construido hacia 1745 por Tomás Sedeño Gudiel, regidor perpetuo y alférez mayor de Málaga, casado con Bárbara de Aguiar y Padilla. Hasta su muerte fue la residencia oficial de este matrimonio sin descendencia, muy unido a la Congregación de San Felipe Neri.

Lo que no le cuadraba, confiesa el investigador, es que la portada estuviera presidida por un escudo que, «por la presencia del capelo y la borlas», evidenciaba que era de un obispo. El experto en heráldica descubrió que perteneció a Miguel de Aguiar y Padilla, hermano de la dueña de la casa y un sacerdote antequerano que fue obispo de Ceuta durante cinco años (de 1738 a 1743), ciudad donde murió.

Por este motivo, cuenta que contactó con el cronista de Ceuta, que aunque no le remitió datos nuevos, sí que le aportó uno crucial: un sello del obispo malagueño que coincidía con el escudo de armas de calle Beatas.

Por otro lado, sobre su trayectoria descubrió que en sus tiempos de párroco en Madrid en la desaparecida iglesia de San Juan, Miguel de Aguiar salvó de un incendio el Santísimo Sacramento, algo que fue considerado un hecho milagroso. Por este motivo, el rey Felipe V le mandó llamar para conocer de primera mano el prodigio. Como premio, el monarca le nombró obispo de Ceuta.

Allí se destacó como una persona muy entregada a obras de caridad que además costeó de su bolsillo un nuevo órgano mayor para la Catedral de Ceuta.

La gestión de Juan Temboury

Algo que también pudo comprobar Antonio Lara es que en 1929, el famoso investigador Juan Temboury ya se le adelantó y escribió al Obispado de Ceuta pidiendo información sobre Miguel de Aguiar, porque en la casa de Pedro de Mena se encontró una inscripción que anunciaba que el obispo Aguiar «concede 10 días de indulgencia a todas las personas que recen un Ave María delante de esta... imagen o cuadro religioso», informa Juan Temboury en la carta, que se conserva en el Archivo Temboury.

La pregunta del millón es qué hacía el escudo del obispo en la casa de calle Beatas. Como el sacerdote murió en 1743 y la casa se inauguró dos años después, para Antonio Lara «es una posibilidad que la hermana, Bárbara de Aguiar, reclamara a la muerte de su hermano el escudo, que estaría en algún palacete de los que tuvo el obispo en Ceuta».

Tras la muerte del matrimonio Sedeño de Aguiar, ya en el siglo XIX aparece como propietario del inmueble la familia Lachambre, uno de cuyos miembros, nacido en Málaga en 1810, fue José Lachambre, teniente de alcalde de Málaga y destacado hermano de la Cofradía de Viñeros. Uno de sus hijos, nacido en esta mansión, José Lachambre y Domínguez, fue teniente general y héroe en Cuba y Filipinas.

No fue hasta 1878, con el estreno de la Restauración, cuando las monjas Recoletas Bernardas cistercienses de la Santísima Encarnación se instalaron en el 9 de calle Beatas. Las religiosas volvían en realidad a la misma calle de la que fueron expulsadas, décadas antes, por la Desamortización.

En 1969 las religiosas, escindidas desde el siglo XVII de las monjas de la Abadía de Santa Ana, dejaron el convento de calle Beatas para marchar al de San Bernardo en El Atabal, donde todavía continúan.

«Entonces, el edificio queda abandonado, a la espera de demolición y viene la otra historia: parece ser que un belga dedicado a la construcción o bien compró el solar o bien compró la portada, lo que sí sé seguro es que la portada se desmontó entera, aunque en la operación el escudo se deterioró, prácticamente se partió por la mitad y luego lo restauraron muy mal», comenta Antonio Lara.

La portada de 1745 con el escudo del cuñado-hermano de los propietarios originales fue instalado en San Pedro de Alcántara, en el barrio de El Ingenio, hacia el año 1972.

Como explica el investigador, el constructor belga quería que la puerta fuera el símbolo de una ambiciosa urbanización que iba a llevar el nombre de Puerta de San Pedro, en referencia clara a la antigua portada del convento malagueño.

«El complejo original estaba diseñado con tres módulos con pistas de tenis, piscina... un complejo de alto standing», detalla Antonio Lara.

Sin embargo, la llegada en 1973 de la crisis del petróleo truncó los planes del belga y el complejo se quedó en menos de la mitad, en el conocido como edificio Goya, cuya puerta de entrada es la famosa portada de calle Beatas.

Las jambas de la puerta «están muy deterioradas», y hasta hace poco, gracias a las advertencias del investigador, han retirado un cartel clavado directamente en ella. Cuenta además con una estructura a los lados para sujetarla.

El hecho de que esté presidido por un escudo del XVIII y de tan importante valor hace que la puerta esté protegida como bien cultural, señala Antonio Lara, que ha podido dar una charla en San Pedro gracias a la asociación cultural San Pedro Alcántara 1860.

De unos cuatro metros de altura, el escritor lamenta que la construcción esté muy cerca de la carretera y en un emplazamiento que no considera adecuado. Por eso, como ve complicado que esta pieza de arte pueda regresar algún día a Málaga capital, si ha transmitido a los políticos marbellíes el consejo de que la portada pudiera exhibirse exenta algún día en un sitio mejor. Una historia increíble que evidencia que el desdén por el Patrimonio de Málaga viene de largo.