No deja de resultar paradójico que en una sociedad postmoderna interconectada a través de las redes sociales y los avances cibernéticos, la soledad sea hoy un problema que está adquiriendo proporciones hercúleas, convirtiéndose, como bien dice el psicólogo y presidente de El Teléfono de la Esperanza, Juan Sánchez, en una pandemia silenciosa con efectos devastadores no sólo sobre la salud emocional, sino sobre la propia fisiología de los afectados. En Málaga, según los datos del Ayuntamiento, hay mucha gente sola, tal vez demasiada. Y esa sensación de aislamiento social se multiplica exponencialmente para algunos colectivos, aunque es especialmente importante entre los mayores de 65 años.

La soledad ha entrado ya en la agenda política: la Junta, no obstante, ha avanzado que va a elaborar un mapa de la soledad y un estudio para saber cuántas personas de la tercera edad sufren la soledad no deseada, aunque el tramo de edad que van a analizar lo sitúan a partir de los 55 años. La idea es buscar localizar a los grupos de riesgo y proponer soluciones o herramientas que mitiguen, en algo, esta situación.

Un estudio diagnóstico del Ayuntamiento reveló que en la ciudad hay 94.280 personas mayores de 65 años censadas de un total de 572.267 habitantes, un 17% de la población completa. De ellas, un 25% viven solas. En términos absolutos, se supone que 23.668 personas con 65 o más años viven solas. El Consistorio ha implementado un proyecto de movilización de recursos y una mesa de trabajo con las entidades que abordan la soledad y el aislamiento. En 2020, se ha dotado a este programa con 150.000 euros.

¿Por qué en una sociedad hipercomunicada sube la soledad como la espuma? Hay varias explicaciones: la primera es que ahora vivimos mucho más, la esperanza de vida ha aumentado mucho y en el viaje de la existencia a veces los mayores llegan solos al final de camino porque sus compañeros o esposas han fallecido y, por tanto, son viudos. O se han divorciado o separado. Otro motivo es que los vínculos familiares se han diluido en cierta forma, de manera que muchas personas mayores tienen a los hijos y a la familia cercana viviendo lejos y muy centrados en el trabajo. A veces, sólo hay tiempo para lo urgente, pero no para lo importante. «La soledad, cuando es admitida, se disfruta, pero hay personas que no la eligen, sino que es impuesta. Nosotros tenemos un programa desde hace unos meses en el que atendemos a 27 personas solas, las llamamos durante la semana, una vez al mes tenemos un encuentro en la sede», explica Juan Sánchez, quien destaca, de cualquier forma, que este problema no es exclusivo de los mayores, sino que también hay muchas personas en plena madurez o más jóvenes que se sienten solas. «Las personas mayores se han criado en una época en la que la familia era importante, el centro de todo, esas expectativas las siguen manteniendo. Ahora la vida ha cambiado, los hijos se independizan...», explica.

En su opinión, la soledad puede llevar a la aislamiento, a la muerte social, «y ello puede ocasionar importantes deterioros para el bienestar y la salud en general, con especial impacto en la salud emocional, limitando la autonomía personal con estados bajos de ánimo, ansiedad, tristeza, pérdida de apetito, nostalgia, desinterés por el cuidado personal y la toma de la medicación recetada y estos trastornos pueden dar lugar a hipertensión, diabetes, infecciones o ideaciones suicidas».

¿Qué se puede hacer? «Yo aconsejo salir, buscar un entorno cercano, relacionarse. También están las ONG, pueden abrirles las puertas para que puedan emplear su tiempo en ayudar a otros. En El Teléfono tenemos un programa que se llama 'Entre Amigos' en el que el primer y el tercer sábado de mes la gente que se siente sola queda en la sede, hay comida y bebidas no alcohólicas, con el fin de que charlen y se conozcan», subraya.

Es importante mantenerse activo, acudir a algunos de los talleres municipales o de ONG sobre envejecimiento activo, buscar en el entorno cercano de la familia o de los amigos gente con la que relacionarse, buscar con mucho ahínco evitar caer en el aislamiento, que es finalmente el que acaba imponiendo su dictadura de soledad. «Incluso, sería bueno tener una mascota que obligue a la persona a salir a la calle tres veces al día, relacionarse con otra gente, hablar, charlar», dice Juan Sánchez, quien explica que para las personas que tienen algún problema de movilidad también puede ser importante unirse a las redes sociales, mantener perfiles activos e interactuar con otros.

Hoy, el peso en la acción para ayudar a estas personas lo soportan, sobre todo, las ONG en Málaga y provincia, porque los programas públicos están infradotados, tienen poco presupuesto y el personal que atiende a los mayores es reducido, aunque en el Ayuntamiento, como ya se ha explicado, hay varios programas para paliar la soledad durante la tercera edad.

«Las ONG estamos supliendo mucho esa falta de los poderes públicos, estamos muy implicadas. La soledad no elegida causa enfermedades y por eso es importante combatirla», concluye este experto.