La trayectoria de quien será el ministro de Consumo del nuevo Gobierno progresista, Alberto Garzón, no se entiende sin el veinteañero que hace algo más de ocho años y medio hizo la revolución, con la tienda de campaña como símbolo, en la madrileña Puerta del Sol. Aunque este malagueño ya había estado vinculado a Izquierda Unida en Rincón de la Victoria, su despegue real no se encuentra hasta esa primavera de 2011 en la que él 'tuiteaba' las actividades de la comisión de Economía del 15-M con los hashtag #acampadasol y #spanishrevolution. Luego, con apariciones televisivas de por medio, llegó todo lo demás.

Estalló un carrusel de precocidad que lo convirtió en el dirigente nacional de IU en los momentos más difíciles de la historia de la coalición y ahora, como fruto de la podemización, le entrega un ministerio a sus 34 años. Después de una campaña del 10-N que comenzó convirtiendo en el blanco de su diana a Pedro Sánchez, quien ahora será su jefe en el Consejo de Ministros, Garzón asumirá una cartera ministerial de nuevo cuño a la que le une una curiosidad. Cuando Consumo estuvo junto a Sanidad, la ministra fue la también malagueña Celia Villalobos, que no le quedaría lejos del todo si se atiende a la juventud con carnet del PCE que no oculta la retirada política del PP. Es, precisamente, el emblema de la hoz y el martillo lo que Garzón lleva estos días más a gala, consciente de que un caso como el suyo no se da desde la República.

Biografía nómada

La biografía de Alberto Garzón no puede ser asociada a un único territorio. Aunque ejerce de malagueño también lo hace de riojano cada vez que tiene presente la tierra de su madre, la farmacéutica fallecida hace algo más de un lustro Isabel Espinosa, cuyas raíces se vinculan a la localidad de Cenicero en la que el propio Garzón celebró su boda con Anna Ruiz. Es, precisamente, la capital de aquella comunidad autónoma del norte universalmente famosa por sus vinos de donde parte el paso por el mundo de este líder político precoz. Lo explica él mismo en su página web en los siguientes términos: «Nací el 9 de octubre de 1985 en Logroño (España), aunque la mayor parte de mi vida he vivido entre Sevilla, Málaga y Madrid».

Sin ir más lejos, tras ser un bebé que echó a andar en tierras riojanas, su propia infancia estuvo asociada a los destinos como profesor de Geografía e Historia en Educación Secundaria -la localidad sevillana de Marchena y la malagueña de Rincón de la Victoria- de su padre. De un hombre que se llama como él, Alberto Garzón, y con la misma naturalidad con la que no ha ocultado su admiración por Cayo Lara trascendió hasta los focos de su vástago durante la campaña de las Elecciones Generales de diciembre de 2015.

En aquel momento, dio la vuelta a España un titular en el que su progenitor le espetaba: «Si te juntas con Podemos no te voto». Otra cabriola del destino: solo han transcurrido poco más de cuatro años desde entonces y Alberto Garzón hijo va a ser ministro de la mano de la formación morada liderada por Pablo Iglesias que, prácticamente, ha fagocitado a Izquierda Unida.

Precisamente, su decisión de dar el paso hacia la confluencia de izquierdas para solaparse con el éxito electoral de Podemos le granjeó notables enfrentamientos con ciertos sectores de IU y le colgó el sambenito de que él había conducido a la histórica organización hacia el precipicio de su desaparición. Sin embargo, Garzón ha sabido convivir con tales discrepancias con la misma solidez con la que ha terminado aprendiendo a acostumbrarse a las exigencias y la lluvia de críticas que su condición de personaje público conlleva. Eso sí, el camino al que lo ha empujado la fama, con su hermano el economista y tertuliano Eduardo Garzón como compañero de viaje, no ha sido -ni va a ser- fácil. Los ataques por la forma 'contradictoria' con su carnet de comunista en la que festejó su boda en una bodega riojana; una agresión en Rincón de la Victoria con su mujer embarazada a su lado que terminó en juicio; o los continuos dardos del Twitter con insultos como los del escritor Arturo Pérez Reverte que le llamaba 'tonto' al saber que iba a ser ministro sirven como ejemplos de algunos de los tragos que ha tenido que ir soportando en la primera línea de la vida pública.

Experto en economía

Antes de dar el salto a la alta política, Alberto Garzón se licenció en Ciencias Económicas por la Universidad de Málaga. Allí ya despuntaba y, precisamente, los seminarios que organizaba en la facultad calaron tan hondo que en la última campaña del 10-N, la candidata por Málaga del partido de Íñigo Errejón Más País, Carmen Lizárraga, usaba esa efervescencia como referencia. Luego, completó el posgrado de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid y llegó a trabajar como becario investigador en la Universidad de Málaga, como investigador ya contratado en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y en el Instituto de Comercio Exterior (ICEX).

Su idilio con los puestos de responsabilidad en Izquierda Unida fue inmediato en cuanto lo impulsó el trampolín mediático del 15-M. Solo había transcurrido medio año de las protestas en la madrileña Puerta del Sol cuando, en noviembre de 2011, fue elegido parlamentario por Málaga en el Congreso de los Diputados. Otro año después, a finales de 2012, ya formaba parte de la dirección federal de Izquierda Unida y, en los comicios del 20 de diciembre de 2015, fue candidato a la Presidencia del Gobierno de España por la coalición de izquierdas.

Su condición de experto en economía también ha quedado de manifiesto en su actividad parlamentaria en el Congreso de los Diputados, pues ha sido portavoz de las comisiones de Presupuestos, Economía y Competitividad y Hacienda y Administraciones Públicas, entre otras.

La política y la economía se asoman, igualmente, a los libros que llevan su firma: desde el reciente ¿Quién vota a la derecha? a Por qué soy comunista, A pie de escaño, La Tercera República, La Gran Estafa, Esto tiene arreglo o Hay Alternativas. Este último fue elaborado en colaboración con el sociólogo Vicenç Navarro y el economista Juan Torres, reputados intelectuales a los que estuvo vinculado desde inicios en los que el carisma y la capacidad de liderazgo del que ahora será ministro de Consumo jamás pasaron inadvertidos.