En 'Sidi', la última novela de Pérez Reverte, las andanzas del Rodrigo Díaz de Vivar se han transmutado en una vibrante película de John Ford. Como todas las figuras legendarias, amoldables a los gustos de cada época, el Cid lo mismo puede tener el aire de John Wayne que el de Charlton Heston o por qué no,el de un jovenzuelo José Isbert -pues también fue joven el actor- si se hubiera dado el caso.

Por eso, también podría haber surcado con sus huestes desterradas ese aparente 'mar petrificado' que desde hace años lleva el nombre de Parque del verdialero Andrés Jiménez, en el Puerto de la Torre, al pie del recinto ferial.

Porque, sin necesidad de forzar mucho la imaginación, en semejante páramo malagueño podrían hacerse realidad los (trillados) versos de Manuel Machado: «Por la terrible estepa castellana,/al destierro con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga».

Con motivo del pasado Día de los Inocentes, el de la gran cita verdialera, el autor de estas líneas aprovechó para reencontrarse con este desasosegante parque ya que lo único que nos recuerda a una zona verde municipal es el cartel que lo anuncia y poco más.

De hecho, tan dejado de la mano de Dios se encuentra, que esta suave loma fue transformada sin ningún esfuerzo en un inmenso aparcamiento para los asistentes a la Fiesta Mayor de los Verdiales.

Así, resultó bastante útil para el evento pero también muy descorazonador contemplar tantos cientos de coches trepando la loma, desterrados en este polvoriento cerro cuya cima es una explanada siniestra, que si no encoge el corazón es porque, para compensar tanto gris, tiene unas vistas espléndidas del Puerto de la Torre.

La verdad es que han pasado los años, el parque cumple en 2020 una década y sólo falta el desnortado Cid y los suyos, porque de parque tiene poquísimo.

A la desgana municipal por adecentar y equipar un poco más el entorno hay que sumar la instalación del vecino auditorio de los verdiales, loma abajo, que como otros construidos en Málaga evidencia que, mayormente, son utilizados como ágora para botelloneros. El mismo día 28, los coches aparcaban casi al pie del auditorio, cuyas gradas estaban sazonadas con algunas botellas y cristales.

El próximo auditorio previsto en el futuro (y jibarizado) Parque de Repsol demuestra el tesón con el que nuestro Ayuntamiento quiere seguir potenciando el bebercio en grupo al aire libre.

Mientras tanto, y hasta que lleguen las ansiadas mejoras al escueto Parque de Andrés Jiménez, la Málaga Film Office ya puede contactar con quien traslade al cine la novela de Pérez Reverte.

No es ninguna imagen descabellada la del valiente Rodrigo Díaz y los suyos por las 'deserturas' del Puerto de la Torre