Sobre las nueve de la mañana, una hora antes de que acabe un inédito y desolador episodio en la historia de este país y más allá de sus fronteras, empieza a caer una lluvia fría que cala. Ya hay más de una decena de medios de los 80 acreditados esperando y las colas mañaneras que decoran, como de costumbre, las dependencias de Ciudad de la Justicia no pueden evitar mirar de soslayo al hervidero mediático que empieza a cocerse a las puertas de la institución del poder judicial malagueño.

Entre tanto, primeras conexiones, previas y entradillas que reiteran lo que ayer ya fue noticia: habrá acuerdo y, por tanto, no habrá sorpresas. Lo que esperaba resolverse en seis días y con unos cincuenta testigos, cicatrizará en una única sesión.

Pese a los rumores de que quizás los padres no vengan, Victoria García y José Roselló lo hacen en compañía de su abogada, Antonia Barba. Entran directamente, sin hacer declaraciones y, casi siguiendo una premeditada estrategia para sortear a la prensa, se dividen al subir las escaleras, Victoria y Antonia por un lado y José por otro.

Poco después llega el pocero, Antonio Sánchez. Con un semblante serio regala algunas frases a las cámaras. Así, asegura que mantiene su declaración "porque no tiene otra" y justifica su presencia alegando que está "porque tiene que venir". Aunque es prácticamente inaudible, inicia una titubeante frase que muere antes de terminar "tengo la conciencia...", pero no concluye.

A veinte minutos de que se inicie la sesión, aún no ha aparecido David Serrano, propietario de la finca en la que Julen Roselló, de tan solo dos años, cayó por una prospección de apenas unos centímetros de diámetro pero de 110 metros de profundidad donde perdió la vida. Se esperan unas declaraciones previas del único acusado en la causa que no dará. A su entrada, pocas palabras: "Voy a ver qué pasa".

Ya en la sala número 4 de vistas, la de mayores dimensiones de Ciudad de la Justicia, la misma donde se juzgaron macrocausas como el caso Malaya, el silencio se rompe por el tecleo rápido de los periodistas y los movimientos precisos de los obturadores hasta que las partes empiezan a hablar. La defensa de David Serrano despeja las dudas: "se ha llegado a un trámite de conformidad".

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Comienza el juicio por la muerte de Julen

Sobre Serrano, condenado como autor de un homicidio por imprudencia grave, recae finalmente una pena de cárcel de un año que quedará en suspensión, por lo que no ingresará en centro penitenciario. "No considero que sea usted una persona peligrosa", afirma el juez Ignacio Navas. "El hecho de que entre en prisión no va a determinar ni será preciso para que usted modifique su conducta".

No obstante, el magistrado se apresura a aclarar que la pena no desaparece sino que "queda aparcada" y que lleva aparejada una serie de obligaciones con las que deberá cumplir: no cometer un delito en un período de dos años, comunicar al juzgado cualquier cambio de domicilio del acusado y una comparecencia obligatoria cada seis meses durante dos años. En cuanto a la indemnizaciónindemnización, el montante supera los 840.000 euros: más de 89.500 para cada uno de los padres y cerca de 664.000 euros para la Junta de Andalucía.

Conformes todas las partes y ratificado el acuerdo que anula el desarrollo de un juicio que se barruntaba largo y complejo, el jurado da por válido el acuerdo. "Queremos dar las gracias a este juzgado porque ha tenido a bien escuchar a las partes", sostiene la defensa. Por su parte, David rompe la tendencia monosílaba en su respuesta a la jurisprudencia y habla: "pido perdón a los padres por el daño ocasionado. En ningún momento quise que al niño le pasara nada". Fuera de la sala pide respeto en reiteradas ocasiones y confiesa sentirse "aliviado", aunque más allá de los dos años en los que su condena quedará suspendida, Serrano es tajante: "La condena la voy a llevar de por vida".