La borrasca Gloria no trajo nieve a Málaga pero sí granizo, cubriendo la ciudad con un espeso manto blanco que dejó estampas en la capital de la Costa del Sol similares a lo vivido durante la fortuita nevada que cayó en 1954, la última después de más de seis décadas. El hielo venció la suavidad de las temperaturas típicas de la influencia marítima y aterrizó en las playas malagueñas, así como en la Alcazaba, el Teatro Romano, la calle Larios, la plaza de la Merced, corrió calle Victoria abajo y atascó una multitud de vehículos en El Limonar.