Las inundaciones de este sábado hicieron que el agua entrara en la casa donde está enferma su madre, de 80 años, en una cama elevable; accionó el mando para subirla y al poco tiempo se fue la luz. Si no hubiera actuado así se habría ahogado, es lo que piensa una vecina de un barrio de Málaga a unos kilómetros de la gala de los premios Goya.

Mientras en habitaciones de hoteles de la capital de la Costa del Sol y otros hogares están extendidas y listas las galas que los invitados lucirán en la velada que reunirá al mundo del celuloide patrio, un poco más allá una legión de vecinos se afana en limpiar en la puerta de sus casas el sofá, los muebles y muchos más enseres domésticos embarrados tras una intensa lluvia.

Esta es alguna de las escenas de la película, "rodada" de forma inesperada en Campanillas, que no competirá por galardón alguno por ser demasiado real y que quizás podría valer como documental sobre el cambio climático y sus efectos, en este caso: un río desbordado tras una potente tormentazo.

Carmen Sierra -que se recupera del susto- explica a Efe que el agua alcanzó una altura de un metro en su casita, pero le dio tiempo a activar la cama donde está su madre para salvar la situación antes de que, a los cinco minutos, se quedaran sin suministro eléctrico. Cuenta que ahora dentro está "todo para tirarlo".

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ha querido acercarse hasta esa cama para dar ánimo a la enferma; mientras el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha acudido a una óptica donde se han producido daños materiales y ha destacado la ayuda de familiares y amigos de los dueños que -escoba en mano- se esforzaban en retirar el barro.

"La vida es fascinante, solo hay que mirarla a través de las gafas correctas", es la cita que preside una de las paredes del establecimiento; aunque hoy ni las mejores lentes de las muchas del local conseguirían una visión tan satisfactoria y entusiasta de lo ocurrido. Y es que Manuel cuenta que se ha visto afectado el equipamiento técnico óptico.

Sandra lamenta los elevados daños en su farmacia mientras no cesa de limpiar, que es en lo que se centra; a pocos metros Toñi, empleada de una clínica dental, relata que un coche arrastrado por la inundación se estampó contra la pared exterior de cristal de las instalaciones hasta reventarla y dejar entrar el agua dentro sobre las cinco de la madrugada.

En el centro de educación infantil y primaria "Francisco Quevedo", la casa del conserje tiene numerosos daños, el muro exterior que rodea el patio ya dejó de existir y el suelo de las clases lo tapiza el lodo.

Los coches han repetido estampas de hace poco más de un año en Campillos, hacinados unos sobre otros, y las calles -por las que hay que esquivar ramas y señales de tráfico- están invadidas de numerosos vehículos de los servicios de emergencias, grúas, tractores y operarios que debe sortearse para ir de un lado a otro. Cada uno a lo suyo, que es lo mismo para todos: restablecer la normalidad cuanto antes.

Dolor -aunque mentalmente- es lo que se vive en esta trinchera frente al agua, elemento tan deseado una veces y tan rechazado otras. Una pena, una angustia que -aunque no se han registrado daños personales- no se la quita por ahora nadie. Y es que ya temprano los vecinos decían que había sido como un tsunami.

Cuando digan "luces, cámara, acción" en la noche del cine, entre los primeros asientos probablemente no esté el consejero de la Presidencia, Administración Pública e Interior de la Junta de Andalucía, Elías Bendodo, que estará pendiente de las consecuencias del temporal. Y es que la gloria estará en un sitio y el dolor en otro. Contrastes.