La mejor obra de don Ramón del Valle-Inclán, la saga de 'El Ruedo Ibérico', fue su última creación, que no pudo ver concluida. En la línea de George Lucas, iba a tener nueve episodios. La pena es que sólo pudo concluir dos y dejar el tercero a medio terminar.

Pero, al contrario que Lucas, no tuvo necesidad de marcharse a una galaxia muy lejana sino a los últimos estertores del reinado de Isabel II.

En esta especie de 'Episodios Nacionales' de Valle-Inclán podemos encontrar en el segundo volumen, 'Viva mi dueño', una escena de ecos aciagos que probablemente transcurre en la provincia de Ciudad Real.

Se trata del momento en el que un aristócrata atolondrado, joven amante de la Reina, le promete al cabo Roldán una recompensa del Gobierno por su buen proceder en un asunto, de ahí que le pida que le envíe la hoja de servicios. ·

Al detallar los servicios, el cabo suelta lo siguiente: «Tres años en el Fijo de Ceuta. En la Benemérita doce... diez años de servicio en esta provincia, que no es la peor de todas las españolas, porque los malagueños se llevan la palma».

Encontramos aquí, en una acción ambientada en 1868, una nueva referencia a nuestra particular 'leyenda negra', la mala fama de los malagueños, recogida por numerosos viajeros extranjeros, más fascinados por recoger lo bien que nuestros antepasados se manejaban con la faca y el aspecto fiero de algunos charranes que de subrayar otros elementos más pacíficos o artísticos de Málaga capital y provincia.

Se trata, todo hay que decirlo, de un topicazo, pues igual que un catalán no nace genéticamente más industrioso que un andaluz, sino que tuvo más a mano saltos de agua para dar electricidad a sus fábricas, el malagueño tampoco nacía más predispuesto al navajeo o el hurto que una persona nacida en Lugo o Bilbao.

Una explicación más racional a esta imagen del malagueño, y sin menospreciar el bandolerismo, que no se circunscribía a Málaga, podría tener su punto de partida en un hecho ajeno a los nacidos en este rincón del globo. El caso es que Málaga capital fue puerto de aprovisionamiento de los presidios menores en el Norte de África (Melilla, Peñón Vélez de la Gomera y Peñón de Alhucemas). Allí marchaban como mano de obra forzada el famoso dúo de 'vagos y delicuentes', sobre todo durante los siglos XVII y XVIII.

Puesto que Málaga era el principal nexo de unión, cuando terminaban las condenas desembarcaban en nuestro puerto, muchos de ellos sin oficio ni beneficio y algunos acababan estableciéndose por estos andurriales y volvían a las andadas.

El ir y venir de los presidiarios y sus efectos colaterales fueron el caldo de cultivo para que los foráneos se llevaran la impresión de que los malagueños tenían querencia por infringir el Código Penal. Todavía la mala fama la recogió don Ramón en su última creación.