Han transcurrido más de un centenar de horas desde que la borrasca Gloria hizo un daño incalculable al distrito malagueño de Campanillas y no solo son perceptible los restos del lodazal que aún se afanan en retirar los operarios. La marca de las inundaciones se refleja con una expresividad inevitable en el rostro de los vecinos. De aquellos a quienes las lluvias torrenciales del pasado fin de semana les destrozó sus casas o sus coches, les hizo polvo el discurrir de sus vidas, y todavía son incapaces de hablar de otra cosa. Seguían a la espera de soluciones que no terminan de concretarse, con un ojo puesto en lo que pudiera ofrecerles la Junta Municipal de Distrito mientras aguardan la celebración de reuniones en las que se les aclare los pasos a seguir. Precisamente en el encuentro celebrado este miércoles por la tarde, el Ayuntamiento anunciaba que aplicará a los vecinos una reducción de 20 metros cúbicos en la factura de agua del mes de enero, lo equivalente al consumo de una familia en dos meses.

Este clima de incertidumbre se palpa en cada uno de los rincones de esta barriada del extrarradio de la capital malagueña. En una concurrida cafetería de la zona, no se cuenta ni una sola sonrisa. El camarero no tarda en relatar, cuando se le pregunta, que tanto el establecimiento como su casa se anegaron y que él y su hermano ya no pueden contar con sus coches: "Aquí no se ha escapado nadie, esto era de repente un río y la Policía y los Bomberos tardaron demasiado en venir", relata con tristeza.

Y, sobre la barra, tres jóvenes emplean un argot al que no les hubiera gustado recurrir: "El peritaje que vale es el del Consorcio", comenta uno de ellos. "Hasta que no tengas un informe pericial, no tienes nada", añade otro en un mentidero improvisado en el que unos se ofrecen coches prestados a otros para que " al menos hagas un apaño". Además, desde otra de las mesas una parroquiana aporta un adelanto del escepticismo y la sensación de indefensión que reina en el barrio: "Hay mucho revuelo porque viene una ministra, el sábado no vino nadie a decirnos que esto era zona catastrófica".

A la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, la habían citado un cuarto de hora después de bajarse del AVE en una esquina del distrito situada entre las calles Varsovia y Van Gogh, un pintor que precisamente trazó unos cuantos paisajes desolados bajo la lluvia.

Cuando las manecillas del reloj se aproximaban a las 12.30 horas y Montero todavía no había hecho acto de presencia, al dirigente socialista José Luis Ruiz Espejo, el diputado Ignacio López, el senador Miguel Ángel Heredia y otros miembros de la nutrida comitiva local socialista no les quedó otra que sentir la indignación que expresaban sin eufemismos vecinos que aseguran haberlo perdido "todo" como consecuencia de una borrasca con nombre paradójico.

Una de las muchas personas afectadas en esta zona concreta, Ana María Muñoz, regresaba ante los medios de comunicación a los "momentos de auténtico pánico" que le tocó vivir. "Aquí había muchos niños pequeños con nosotros y no podíamos darle ni un pañal, lo hemos perdido todo y ahora nos hace falta de todo, pero los políticos solo vienen con mentiras a engañarnos para ellos poder lavarse las manos", aseveraba en un tono muy criticó.

A su lado, Agustín López también le pedía explicaciones y responsabilidades a las autoridades a la vez que apuntaba a que "seguro que abrieron las compuertas de una o de la otra". " Es imposible que aparezca tanta agua en 20 o 25 minutos y nos reventara los colchones o llegara hasta la ventana, mi casa lleva en esa esquina desde 1895 y ha soportada muchas riadas sin los daños que ha causado esta", enfatizaba con amargura.

Testimonios similares fueron escuchado por la propia ministra María Jesús Montero en cuanto se bajó del coche oficial y clavó sus tacones en el barro. Tras realizar una primera visita por la zona, Montero compareció acompañada por el alcalde Francisco de la Torre ante los medios de comunicación hasta que los vecinos irrumpieron y se produjeron ciertos momentos de tensión. En primer lugar, dos mujeres la interrumpieron a la pregunta de "zona catastrófica sí o no". Y, a renglón seguido, otros vecinos se percataron de que opinaba sobre otros temas de actualidad y la obligaron a detener su intervención. "No es el momento de hablar de Cataluña, para eso no venga", le reprochaba un hombre mientras otros vecinos reiteraban un "ya está bien de tanta fotos". Junto a ellos, una mujer hablaba llorando por un teléfono móvil y le contaba a su interlocutor que "los políticos no nos van a arreglar nada por mucho que el agua nos llega hasta al cuello".

A continuación, la tensión siguió in crescendo y la comitiva se marchó dejando atrás la indignación de los vecinos: "Esto no son viviendas ilegales ni nada, vivimos aquí porque no tenemos tanto dinero como ellos, lo que tienen que hacer es arreglar el río, ha sido la presa, algo falla, que nos lo expliquen, solo queremos recuperar la normalidad", comentaban unos y otros bajo el pitido zumbón de las máquinas. Atrapados en la impotencia que trajo para arruinar el fin de semana de los Goya un temporal que, para más inri, se llama Gloria, cuando solo puede bautizarse con dolor.