Aunque estuvo durante décadas sepultado en el olvido, un episodio como el de La desbandá adquirió cuando acaeció una notable repercusión en la prensa a nivel mundial y llegó a formar parte, de forma inmediata, del universo de un intelectual de fama internacional como Bertolt Brecht. En cuanto el dramaturgo alemán tuvo noticias de aquel éxodo trágico, se imaginó los pueblos de pescadores por los que pasaba la huida masiva y evocó la desgracia en una obra de teatro.

Aquella pieza sobre la versión más cruenta de la Guerra Civil española fue, al mismo tiempo, su manera de rendir tributo al poeta y dramaturgo Federico García Lorca, que había sido fusilado sólo unos meses antes. El texto en cuestión era conocido como Los fusiles de la señora Carrar o Los fusiles de la madre Carrar y en octubre de ese mismo año -el sangriento 1937- fue estrenada en un teatro parisino con la esposa de Brecht, la actriz Helene Weigel, como protagonista.

Aunque luego, durante varias décadas, no se volvió a saber nada más de ella, esta pieza teatral usa como escenarios «la línea de pueblos que bordean la carretera de Málaga a Almería, desde Vélez-Málaga, Nerja y Almuñécar hasta el nucleo final de Motril, donde se fija la frontera entre los dos bandos», según se refleja en una investigación del profesor malagueño Francisco Chica que fue recogida en el libro Arcadia en llamas.

Si se siguen las averiguaciones de Chica, la obra «fue redactada en un tiempo récord, con constantes alusiones a los bombardeos de la aviación italiana y la alemana» para trazar «un retrato bastante fiel de las condiciones de vida de aquella zona -campesinos y pescadores conviven en ella- y de la tensa atmósfera bélica a la que se enfrentaban allí republicanos y franquistas». Entonces, en febrero de 1937, Brecht «tenía 39 años y vivía en París; allí fue donde oyó hablar de la toma de la ciudad por el ejercito nacional y del episodio de la huida hacia Almería». Según apunta en su reconstrucción el profesor, el autor se nutrió «de las noticias que aparecían en la prensa francesa y europea dando cuenta de la caída de Málaga y de los testimonios orales que oyó contar a los refugiados llegados de España».

«El resultado fue una pieza teatral en un solo acto, escrita para los voluntarios alemanes de la guerra de España, y cuenta la historia de una madre que se niega a que sus dos hijos vayan a la guerra y se debate entre el amor de ambos, incapaces de renunciar a sus convicciones políticas y militantes en frentes contrarios», describe Chica.

No en vano, en la obra se percibe de inmediato la evocación de aquellas familias del litoral que vivieron ante sus ojos La desbandá. En el arranque de la pieza se lee lo que sigue: «Un día de abril de 1937 en una casa de pescadores andaluces. En un rincón de la habitación blanqueada, un gran crucifijo negro. Teresa Carrar, mujer de pescador de cuarenta y tantos años, está cociendo pan. Junto a la ventana abierta, José, su hijo de quince años, está tallando un taco para las redes. Lejano retumbar de cañones...».

A la hora de extraer sus conclusiones, Chica tuvo presente que la creación de esta obra coincide en tiempo, espacio y ambientes parisinos con la figura del malagueño más universal, Pablo Picasso. Es más, el investigador sostiene que «el hecho debió ser conocido y comentado en el entorno del artista y en los ambientes intelectuales de la ciudad, círculos a los que no sería ajeno el dramaturgo alemán».

Precisamente, existe la tesis -defendida por los expertos Josefina Alix o Alain Moreau y el documental Una sombra en el paraíso, de Alberto Jiménez Real- de que Picasso al concebir su Guernica realmente pensaba en la caída de Málaga.