Hace cinco años, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió hacer del 11 de febrero una fecha por la que seguir trabajando: el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una efemérides que recuerda que la brecha de género sigue siendo una realidad para científicas, tecnólogas, matemáticas, ingenieras, arquitectas... tanto para las que ejercen, como las que enseñan o son enseñadas, incluso para las que aún ni se plantean su futuro.

Basta con echar un vistazo a la Universidad de Málaga, donde en el presente curso, pese a que más de la mitad del alumnado son mujeres, solo 1 de cada 3 universitarias está matriculada en un grado STEM -por sus siglas inglesas, Science, Technology, Engineering and Mathematics-, esto es, una titulación perteneciente a cualquier rama de la ciencia, la tecnología, la ingeniería o las matemáticas. La falta de vocación que, en general, asola a las carreras de corte tecnológico y científico es especialmente acusada entre las mujeres. Por ejemplo, en el curso 2019-2020, mientras que solo hay 45 mujeres matriculadas en Ingeniería Electrónica Industrial -frente a 227 chicos-, en Educación Primaria hay 1.014 mujeres -frente a 502 matriculados-. Esta sobrerrepresentación femenina se centra además en la Facultad de Psicología y Logopedia.

«Siempre ha sido un tema de conversación cuando hablaba de lo que estudiaba, pero normalmente sin ningún tipo de mala intención», relata Delia Rico, graduada en Ingeniería de Telecomunicación por la Universidad de Málaga con un master en Telemática y Redes de Telecomunicación. «Al entrar [en la carrera] éramos más de 40 y solo dos mujeres. Al salir éramos unos 6 o 7 y las mismas dos mujeres». Formarse en un entorno mayoritariamente masculino nunca le supuso un problema, aunque sí fue testigo de bromas «fuera de lugar» y «estereotipadas» por parte de algunos profesores: «Un profesor ponía vídeos en Youtube sobre su asignatura y hacía comentarios como 'este vídeo lo explica una mujer pero aún así no está mal'».

La invisibilidad de ciertas carreras, los estereotipos asociados a sus salidas profesionales y la falta de referentes femeninos son algunos de los factores que desalientan a las mujeres a escoger estas profesiones y a decantarse en su lugar por la Salud, la Educación o lo Social.

«Nuestro entorno nos mueve bastante», zanja Amparo Zamora, graduada en Ingeniería de la salud por la UMA y estudiante de un máster de Bioingeniería en el Trinity College de Dublín. «Recuerdo que a ninguna de mis amigas les gustaban las matemáticas y todas querían hacer salud en un principio. Eso también me llevó a pensar en hacer una carrera de salud inicialmente. El cine y la televisión también tienen un rol importante en estas ideas sobre cómo debemos ser o qué tenemos que hacer, aunque cada vez hay mas diversidad y no es siempre el ingeniero, el médico y la enfermera».

Aunque Amparo se considera afortunada por el apoyo que ha recibido de sus familiares, asegura que conoce a muchas compañeras cuyas familias están en contra de que hagan carreras tecnológicas y las cuestionan: «¿No estarías mejor trabajando de cara al público, tratando con la gente?».

Para María Jesús Aguilera, graduada en Química por la UMA y ahora cursando un máster en Química Orgánica en la UAM, la educación influye en los gustos e intereses de la población: «Inconscientemente, encasillando que algunos comportamientos son de chicos, hace que las chicas se interesen menos por estas formaciones, y una menor información deriva en un mayor miedo o rechazo por algunas carreras». En esta línea, Cristina Molina, estudiante de Matemáticas en la UMA, apunta a la inseguridad intrínseca que acompaña a la mujer: «Nosotras dudamos de nuestras cualidades y capacidades mucho más que ellos. Por eso, tener referentes de mujeres ayuda mucho. Es una forma de arreglar lo que la sociedad ha hecho que pensemos. El reto para las próximas generaciones es que las mujeres del futuro no tengan estas inseguridades».

Estas situaciones son frecuentes en las alumnas de las carreras STEM y se siguen repitiendo entre las profesoras, como es el caso de Lidia Fuentes, segunda promoción de la licenciatura de Ingeniería Informática y docente en el departamento de Lenguajes y Ciencias de la Computación. Esta profesora rememora su paso por la carrera como cualquier alumno normal, aunque también eran pocas chicas en las clases.

No obstante, su salto a la docencia y a la investigación fue más complicado: «Hasta que conseguí ser investigadora principal de mi proyecto y crear mi propio grupo de investigación, por cuestión de generaciones anteriores, gente mucho mayor que yo sí que les costó aceptar que yo realmente podía hacer las mismas cosas que mi compañero varón. Te ven como una niña, y la niña está para ayudar. Tuve que demostrar que yo podía hacer el mismo trabajo que cualquier otro compañero».

Para Lidia Fuentes, la escasa demanda femenina en las carreras STEM radica en un enfoque erróneo del propio interés de los niñas y los niños, el cual lleva aparejado un estereotipo: «Es pensar que con esta carrera, ¿qué puedes hacer?, ¿qué problemas puedes resolver? Eso es lo que falta. La respuesta no es la obvia. Hay muchas ingenierías detrás que hacen que tu ciudad sea mejor».

Investigadoras y madres

En cuanto al personal docente e investigador de la Universidad, los datos apuntan a una «sobrerrepresentación masculina», según la II actualización del Diagnóstico de Igualdad que elabora el propio centro académico. Los últimos datos revelan que los hombres ocupan el 60,92% de la plantilla docente frente al 39,08% de las mujeres.

En este sentido, la conciliación es uno de los obstáculos principales con los que se topan las docentes, especialmente las investigadoras. Este problema se inicia con la maternidad, un proceso que puede llegar a penalizar la carrera profesional de la mujer. «Puedes tener un currículum espectacular pero lo que verdaderamente vale es qué has hecho en los últimos cinco años», explica la doctora María Torres, jefa de servicio de alergología en el Hospital Regional Universitario y profesora titular del departamento de Medicina en la UMA. Además, es investigadora clínica y coordinadora de la Red Nacional de Alergia. «El hecho de tener un parón de un embarazo y de una baja maternal influye en su currículum». Aunque ya hay mecanismos que intentan paliar esto, teniendo en cuenta los periodos en los que la mujer se encuentra de baja por maternidad, siguen sin ser «suficientes».

Asimismo, esta investigadora reconoce que para la mujer el camino es más duro: « A la mujer le cuesta muchísimo más pasar a puestos de liderazgo y tiene que demostrar continuamente en el día a día que es excelente».