Un misterio. Dos cajas rojas con más de 5.000 negativos. Miles de ventanas a la Guerra Civil española y a La Desbandá. El garaje de la familia de Antoni Campañà fue la cápsula del tiempo en la que este reconocido fotógrafo catalán decidió guardar las que, sin duda, fueron algunas de las fotografías que marcaron su vida.

Treinta años después de su muerte, su nieto descubre dos cajas llenas de tesoros históricos en forma de fotografías. La Guerra Civil española captada a través de la cámara de un peculiar fotoperiodista que, lejos de publicarlas, decidió guardar para él ese pedazo de historia. Campañà siempre había sido reacio a publicar las fotografías que había realizado durante la contienda. Las conservaba, no obstante, como una reliquia. Las escondió, no las destruyó. El porqué es el misterio que llevó a su familia a contactar con un familiar, jefe de la sección de Internacional del periódico La Vanguardia.

«Quizá los conservó en una nave cósmica en el garaje para que los encontrase alguien cuando él ya no estuviera», explica Plàcid Garcia-Planas. Una espectacular selección de las imágenes captadas por Antoni Campañà, en Cataluña, durante el conflicto español aparecen ahora recogidas en el libro 'La caja roja'. Garcia-Planas, junto al historiador Arnau Gonzàlez i Vilalta y el fotógrafo David Ramos, han materializado la obra y las vivencias de Campañà durante la etapa más oscuras de la historia de España.

«Mil y una palabras, a veces, valen más que una imagen», por ello las representaciones gráficas del fotoperiodista aparecen acompañadas por pies de foto que contextualizan y explican el momento en el que la cámara de Campañà dispara. El equilibrio perfecto entre la belleza y la información aparece, entonces, reflejado en las más de 320 páginas que componen el ejemplar. La Caja Roja no es un libro más de fotografías de la Guerra Civil, es un libro sobre la historia de la guerra.

Católico y republicano, las sensibilidades de Campañà hicieron que su cámara captara realidades que otros fotógrafos de la época no retrataron. Su manera de fotografiar era sincera, afirman los autores de este libro: «Hizo un retrato de cómo el ser humano se adapta a realidades dramáticas», explica Arnau Gonzàlez. De este modo, el objetivo de Campañà inmortalizó los efectos del golpe de estado fallido de julio del 36; a niños jugando en las barricadas; la destrucción de iglesias; los estragos de los bombardeos aéreos o la pobreza y la hambruna que asoló la ciudad de Barcelona.

Frente a esta extensa recopilación, otras tantas imágenes que, sin mostrar la cara más amarga de la guerra, estremecen tanto o más. La visita a los bares; las compras en los grandes almacenes; las largas colas para entrar al cine o comprar una cajetilla de tabaco, personas patinando o tomando el sol y niños jugando en el parque. Y es que, como reza el título de este capítulo, la vida continúa. «Estas fotografías, que pueden carecer de interés, nos explican la vida más allá de la Guerra Civil. La gente tenía que buscar una manera de escapar del drama», relata Arnau. Plàcid, por su parte, explica que el éxito de la fotografía de Campañà es «esa otra mirada que hace de la guerra y la complejidad de sus registros».

Antoni fue un fotógrafo que conocía muy bien su país. Fotografió el dolor de toda una ciudad y lo hizo «sabiendo profundamente qué le dolía a esa ciudad». Los autores de 'La caja roja' explican que, con sus imágenes, este fotógrafo tenía la pretensión de explicar alguna cosa pero, sobre todo, explicarse a sí mismo. Campañà estaba muy perdido entonces, aseguran. La fotografía se convirtió para él en un medio con el que intentó comprender la realidad a la que estaba supeditada la sociedad española. La sutilidad de la guerra pudo ser captada por el objetivo de Campañà y algunas de las imágenes que más sorprendieron a los autores de este libro fueron aquellas en las que se reflejaba el antes y el después de un mismo escenario. O el cómo se pasa del amor a la guerra con un simple cambio en la percepción: «Creo que es una de las imágenes que mejor definen lo que fue la Guerra Civil», explica Plácid. El periodista hace referencia a la fotografía de una pareja en la Rambla. A simple vista, explica, parece amor. «Si la observas, es una chica republicana poniendo 'pins' a la gente que pasaba y él la rechaza», continúa narrando.

Estas realidades, tan alejadas de las fotografías que caracterizaron la contienda española, pudieron ser captadas gracias a que la fotografía de su artífice no era épica, sino sincera: «El hacía 'click' porque veía sufrir a su sociedad. No pensaba, lo sentía todo», asegura García-Planas.

Refugiados malagueños

Para la hija de Campañà, de las más de 5.000 fotografías que salieron del garaje de su padre, las que más le impresionaron fue aquellas en las que las personas rebuscaban en la basura, en busca de comida, o las de los refugiados de Málaga.

Centenares de ciudadanos malagueños huyeron de las tropas nacionales entre enero y febrero de 1937. A pie, por la carretera de Almería, emprendieron un peligroso periplo en lo que se conoce como La Desbandá, de la que se cumplieron 83 años el pasado 7 de febrero.

Aquellos que consiguieron llegar a Almería, fueron destinados a Barcelona. Una vez ya en la ciudad condal, las autoridades catalanas tuvieron que gestionar la acogida de un gran número de refugiados malagueños. Antoni Campañà captó, entonces, cómo el mítico Estadio Olímpico de Montjuïc acogía a los cientos de ciudadanos que huyeron de la provincia de Málaga. A sus puertas, en un enorme comedor dispuesto para la acogida o a través de sus verjas. Un sin fin de detalles fueron captados por el fotógrafo y, este negro capítulo en la historia de la provincia, cuenta con un espacio en 'La Caja Roja' en el que se recogen más de diez fotografías de refugiados malagueños en Barcelona. «Uno de los objetivos es hacer una exposición con el conjunto de las fotografías en Málaga», confiesa Arnau. Plàcid, por su parte, asegura que sería «muy bonito que algún malagueño reconociera en ellas a algún familiar».