A lo largo de la historia, 19 han sido las mujeres condecoradas con un Premio Nobel por su labor en ámbitos como la física, la química, la fisiología o la medicina. La primera de ella, Marie Curie. Mucho ha llovido desde que pioneras como Curie, Margarita Salas o Flora de Pablo centrasen todo su empeño y su lucha en hacerse un hueco en el masculinizado mundo de la ciencia. A día de hoy, esta lucha parece no haber pasado de moda y la continua demostración de la valía es una realidad a la que asisten, aún, las mujeres científicas.

Toñi Serrano, Rosa Bernal, Gemma Rojo, Pepa Torres y Laura Leyva son algunas de las profesionales que recogen, hoy, el testigo de sus predecesoras y reivindican el importante papel de la mujer en el campo de la ciencia. Pero no están solas. En el Hospital Regional Universitario trabajan un total de 480 mujeres, en todas las categorías ligadas a la investigación.

Esta cifra demuestra el aumento de la presencia femenina en la ciencia, a la que desde hace algunos años se viene asistiendo. Aún así, la visibilización sigue siendo mayoritariamente masculina y el hombre es el que ocupa, por lo general, los puestos de mayor responsabilidad. Por ello, y desde hace cinco años, el 11 de febrero está marcado en el calendario como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

«Probablemente estemos en el mejor momento de toda la historia de la ciencia, lo que no quiere decir que sea un buen momento», explica Gemma Rojo, investigadora dentro del Sistema Nacional de Salud. La situación de la figura femenina en los distintos campos de la ciencia sigue siendo una causa que hay que reivindicar y ensalzar. Sin embargo, para esta profesional, las dificultades a las que tiene que hacer frente una científica no son más que las mismas a las que se enfrenta una mujer en cualquier otro ámbito de la vida. «Va cambiando, lentamente, en toda la sociedad. Pero la ciencia, realmente, no es afín al resto», concluye Rojo.

Si bien es cierto que estas cinco investigadoras afirman que el número de mujeres que trabajan junto a ellas es mayor que años atrás, los puestos de responsabilidad que ocupan siguen siendo muy reducidos. Esta realidad, aseguran, está cambiando y cada vez son más los cargos de responsabilidad ocupados por mujeres. De este cambio de tendencia son fiel reflejo Laura Leyva, directora técnica de la Sala de Terapia Celular del Hospital Regional, o Pepa Torres, jefa del Servicio de Alergias del mismo. «Soy directora y soy mujer, nunca me han puesto ninguna barrera ni he tenido que demostrar más que nadie», explica Laura. Por su parte, Pepa asegura que su carrera como investigadora sí ha sido más complicada por ser mujer: «La mujer tiene que estar continuamente demostrando su valía, al hombre se la presupone».

Las opiniones varían en función de las vivencias profesionales de cada una de las protagonistas de este día. Sin embargo, estas cinco profesionales coinciden en afirmar rotundamente que no han tenido que sortear ningún obstáculo añadido por el hecho de ser mujeres. La ciencia es dura, bromean, para el género que sea. «Mi marido y yo tenemos la misma posición y la hemos conseguido al mismo tiempo. Hemos ido a la par, sin importar que él sea hombre y yo mujer», relata Toñi Serrano, miembro del grupo de neuropsicofarmacología del instituto Ibima.

Lo que sí denuncian algunas de ellas es la diferencia observada en cuanto a la credibilidad de los trabajos e investigaciones llevados a cabo por científicas: «Siempre que hay un descubrimiento tiene que haber una figura masculina, en la foto, para corroborar que lo que está diciendo la mujer es cierto», denuncia Rosa Bernal, investigadora responsable en Diabetes, Obesidad y otros factores de riesgo vascular.

Conciliación

Lograr el equilibrio perfecto entre vida personal y laboral es una asignatura aún pendiente para esta sociedad. La conciliación familiar se convierte, entonces, en la gran protagonista a la hora de hablar de las dificultades a las que tiene que hacer frente una mujer científica.

En una carrera investigadora, explican estas profesionales, es continua la evaluación de la producción científica. «La producción cae dramáticamente cuando una mujer ha tenido un hijo, porque son meses durante los que no puede trabajar», relata Torres.

De este modo, la maternidad influye directamente en el desarrollo del trabajo de las investigadoras y las oportunidades, entonces, pasan a favorecer al género masculino. La conciliación, asegura Rosa Bernal, es imposible si se quiere sobresalir o llegar a algún puesto más relevante. En este sentido se enmarcan situaciones como la de Gemma Rojo, que asegura que, llegado un determinado punto en su profesión, tuvo que decidir entre la maternidad o su carrera: «Tuve a mi hija cuando estaba realizando la tesis doctoral. Cuando acabé la tesis decidí que no iba a tener más hijos, no me veía capaz de llevar las dos cosas».

Muchas son las profesionales que se ven reflejadas en las palabras de Gemma y luchan a diario por conseguir una conciliación real entre su trabajo y su familia. En este sentido, Laura Leyva afirma que se está asistiendo a un cambio de tendencia y, asegura, que cada vez son más los hombres concienciados en que la conciliación familiar no concierne solo a las mujeres: «Ahora veo que muchos compañeros comparten esta tarea».

¿Estudiar ciencias?

La respuesta para estas investigadoras es un sí rotundo. En el presente curso, solo una de cada tres mujeres, estudiantes en la Universidad de Málaga, optan por una carrera de ciencias o tecnológica. Esta tendencia podría deberse, explica Gemma, a la falta de referentes femeninos en la ciencia. El problema, entonces, se encuentra en la falta de visibilidad y modelos para las niñas que quieren dedicar su futuro a la investigación.

«Se puede ser mujer y científica», asevera esta profesional, que confía en que cada vez sea más sencillo para la mujer el poder hacer ciencia. Laura Leyva, por su parte, asegura que animaría a todas las estudiantes que están pensando cursar un grado relacionado con la ciencia: «Les diría que el techo se lo van a poner ellas mismas, no se lo va a poner nadie más».

«Se valora más la intelectualidad y el talento que el género», argumenta Bernal, en contra de los estereotipos que se ciernen sobre el mundo de la ciencia. De este modo, Leyva asegura que la ciencia necesita tanto del hombre como de la mujer: «No me gusta hacer distinciones, cada uno aporta una visión complementaria».

Estas profesionales inciden en lo importante que es para la sociedad que el número de mujeres científicas continúe en aumento y que las estudiantes que optan por una carrera relacionada con la ciencia sea cada vez mayor.