Málaga es así. En una sola semana caben dos debates, tal vez más ficticios que reales, en una ciudad que, como decía José García Pérez en sus históricas columnas del ya extinto Diario Málaga, «todo lo acoge y todo lo silencia». Por un lado, nos ha explotado la Memoria Histórica en la cara y, por otro, el equipo de gobierno se ha puesto manos a la obra con el urbanismo vertical y propone, aquí, allá y donde haga falta, torres o rascacielos que sanen la falta de oficinas o de residencial dirigido a las capas de mayor poder adquisitivo de la ciudad. No deja de ser curioso que el debate discurra sobre tumbas y rascacielos, aunque si el primero afecta a la dignidad de muchos ciudadanos, con la segunda diatriba se nos impone ya la necesidad de discutir sobre qué ciudad queremos en los próximos años y que no nos pase como le ocurrió a nuestros abuelos en los años cincuenta y sesenta: que tuvieron poco que decir en los desmanes del desarrollismo y nos dejaron una Málaga huérfana de cualquier racionalidad. Hay que abrir los dos debates, asumir y comprender los argumentos de la otra parte para tratar de poner luz sobre nuestras zonas oscuras y, a partir de ahí, planificar con sentido. Por un lado, las reticencias de los malagueños a los rascacielos, por otro, la generación de inversiones, riqueza y puestos de trabajo.

Los malagueños han crecido mirando de reojo las torres de La Malagueta y las enormes moles de cemento que a golpe de ladrillo nos levantaron los arquitectos en las postrimerías del franquismo, inmuebles que nos siguen pareciendo algo ajeno a nuestra idiosincrasia. Pero el urbanismo horizontal consume territorio y recursos y la sostenibilidad y la eficiencia son hoy premisas básicas en cualquier modelo de ciudad. Parece claro que la capital tiene retos ante sí como la falta de suelo para oficinas, hoteles y el residencial de alto standing (y viviendas en alquiler, públicas o privadas) y por ahí se han dibujado torres en diversos puntos de la ciudad: el hotel de lujo del dique de Levante, en el Puerto; las torres que ya se adivinan en Teatinos, las tres de Torre del Río, las que se han previsto sobre el suelo que ocupa ahora la estación de autobuses o las que se levantarán en los terrenos de la Flex o Repsol o, como más recientemente hemos conocido, los altísimos edificios que Ángel Asenjo ha propuesto, tras la llamada municipal, para el muelle 4 del Puerto. Hay más, pero no voy a cansarles. ¿Resolverá el urbanismo vertical esos déficit que tiene la ciudad en puntos sensibles como las oficinas? Habrá que verlo, pero sería bueno irlo hablando ya.

La oposición está en contra. Claro, la oposición tiene que oponerse por decreto, dirán ustedes, pero la postura del portavoz del PSOE, Daniel Pérez, no va contra la proliferación de edificios de oficinas, sino que las pegas las pone en relación a su dispersión. «Esto pone de manifiesto la falta de un modelo urbanístico en la ciudad. No se pueden poner tantas torres en lugares diferentes de la ciudad sin que se generen sinergias y servicios para que el desarrollo de la ciudad sea efectivo; si se crean espacios de oficinas deben estar juntos, de manera nuclear, para dotarlas de servicios y evitar los problemas de movilidad a los que ya se enfrentó el PTA», reflexiona, y propone crear una city financiera en los terrenos de ampliación de la Universidad de Málaga, en Teatinos, con todos los servicios y con lugares de esparcimiento, para no dispersar, por ejemplo, los problemas de movilidad.

«Esto me recuerda a la primera etapa de De la Torre, con los museos. Sólo cabía abrir museos de manera inconexa, sin un plan director. Nos gastamos 15 millones de euros al año en estos equipamientos, es el Ayuntamiento que más se gasta. Esto es lo que está pasando con la construcción en altura, que no hay modelo de ciudad». El líder socialista llama a potenciar más el PTA e insiste en la idea de una city financiera en Teatinos, ya casi en Campanillas, que tenga resueltos los problemas de movilidad, «que lleguen el metro y los autobuses». Así pues, rechazo de la dispersión de torres, potenciación del PTA para acoger empresas que quieran desembarcar aquí con grandes edificios de oficinas y la city en Teatinos.

El portavoz de la confluencia que agrupa a Podemos y a Izquierda Unida, Adelante Málaga, Eduardo Zorrilla, por su parte, acompañado por Nicolás Sguiglia y Francisca Macías, dio una rueda de prensa esta semana para criticar todo esto y empleó un tono inusualmente duro. «El modelo de ciudad está desbocado», dijo el líder de los confluentes, quien mostró seguidamente su preocupación «por la deriva acentuada del modelo de ciudad» del alcalde con las nuevas promociones inmobiliarias. «Cabe concluir que el alcalde está más preocupado por defender los intereses de los especuladores inmobiliarios y los fondos buitres, de los rentistas, que de la gente corriente. Es esta una ciudad a medida de los inversores inmobiliarios y grandes touroperadores y los fondos buitres, que para los jóvenes, que cada vez son más expulsados de la ciudad y no pueden lograr una vivienda asequible», dijo. Macías, por su parte, criticó que se destine dinero a todo esto y no a poner al servicio de la población vivienda pública a precios asequibles, planes de empleo o escuelas infantiles para menores de tres años.

El caso es que Málaga también necesita memoria histórica en relación a su urbanismo para no volver a conventir la capital en un sinsentido que la dejó empantanada hasta prácticamente la década de los noventa del siglo pasado, cuando la sacó del ensimismamiento y el shock, bueno es reconocerlo, el actual alcalde con el empujón inicial de Villalobos. Antes, el PP defendía el urbanismo vertical con sordina, pero tras ganar las municipales del pasado mayo, ha puesto la directa y ha recuperado los muchos proyectos de rascacielos que estaban paralizados por diferentes razones.

Y, hablando de Memoria Histórica, así, con mayúsculas, el PSOE pidió en la última comisión sobre la materia que los restos del aviador franquista Joaquín García Morato, que están en la Iglesia del Carmen, sean sacados de ese lugar sagrado y reciban culto donde corresponda con el fin de cumplir la ley que pergeñó Zapatero y que el Gobierno de Pedro Sánchez quiere ahora revisar. La comisión envió el acuerdo plenario al Obispado, que es la institución que puede tomar cartas en el asunto, aunque está por ver qué hará el obispo, Jesús Catalá, poco amigo de salir en los papeles y de que le pongan deberes públicamente. Pérez aprovechó la petición para meter en un nuevo lío al alcalde, quien en declaraciones a los medios, y tras un comunicado del Ayuntamiento en el que se acusaba básicamente al portavoz del PSOE de mentir (aunque se decidió lo que se decidió, dar traslado de los acuerdos plenarios que pedían sacar de allí los restos), dijo que esto deben hablarlo el prelado, la familia del finado y la Iglesia del Carmen. También se acordó ver en qué queda el cambio de nombre de la avenida Carlos Haya por el de Camino de Antequera (que se aprobó en el anterior mandato) y quitar esas placas tan graciosas que hay en comunidades antiguas con el yugo y las flechas de Falange. En fin, queda demasiado por hacer en el terreno de la Memoria Histórica y eso es consecuencia, claro está, de que no se han hecho los deberes, salvo cuatro gestos de cara a la galería, en años precedentes, aunque aquí, como en todo, también es difícil a veces no caer en el disparate y mezclar churras con merinas. Memoria histórica, como ven, es lo único que no ha tenido nunca esta ciudad, aunque trincheras, las que quieran, oiga. Sólo que ahora se cavan en las redes sociales.